Hay otros dos Fernández que están en lista de espera para volar del Gobierno hacia el mismo destino que Alberto.
Uno es Aníbal Domingo, ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, quien está siendo sometido por parte del ala pingüina y de los medios al embate más feroz desde que es compañero de ruta de los Kirchner.
El otro es Carlos Rafael, ministro formal de Economía, que sigue sin manejar ninguno de los resortes básicos de un área que ya está mostrando varias fisuras preocupantes que rodean a ese agujero negro que constituyen el INDEC y la inflación mentirosa.
Algunos creen que estas turbulencias responden a una táctica de desgaste que anticipa una reestructuración del gabinete. Otros sospechan que sólo tiene que ver con el clima enrarecido y la confusión que producen las dos líneas paralelas de mando que a veces coexisten y a veces colisionan, y que encarnan Sergio Massa (trabaja de bueno, interpretando más el estilo dialoguista de Cristina) y Florencio Randazzo (trabaja de malo, alineado con la tozudez confrontativa de Néstor).
Aníbal Fernández fue perdiendo protagonismo como espada mediática desde el portazo del otro gladiador radial y matutino, Alberto Fernández. Tuvo más cuestionamientos internos que lo habitual con el tema de la prostitución en las barbas de la Policía Federal y con el conflicto que se generó con la guardia de infantería en el hotel familiar de Constitución. Pero hacía mucho que no se veía una operación tan sistemática en su contra, producto de una alianza entre los patagónicos que están con Néstor desde que llegó a la Gobernación de Santa Cruz y el grupo de medios que está con Néstor desde que llegó a la Presidencia.
Aníbal y los duros
Durante todo el jueves pasado, la tropa apta para todo servicio disparó sus misiles desde sus tres posiciones más importantes. Tanto Radio 10 como Infobae y C5N fueron rebotando las opiniones entre sí hasta multiplicar el repudio a la “despenalización al consumo de droga” al infinito. El odontólogo José Ramón Granero, titular del Sedronar –organismo para la prevención de la drogadicción y lucha contra el narcotráfico– dijo que el proyecto de Aníbal era “un garantismo para defender a los narcotraficantes”. El gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, que acaba de capacitar a policías de su provincia en el Sedronar, aseguró que está “absolutamente en contra del proyecto”.
La opinión editorial de los medios del Grupo Hadad se podría resumir en tres líneas de su portal: “El plan de Aníbal Fernández tendría las horas contadas. Cristina Fernández no avalaría esta controvertida iniciativa que tampoco cuenta con apoyo popular”. Como respaldo, Eduardo Feinmann, en el horario central, esgrimió una encuesta realizada entre sus lectores donde ocho de cada diez se oponían al pensamiento de Aníbal y apoyaban a Granero.
Conviene recordar que Granero es un secretario de Estado y que está fustigando públicamente una iniciativa de un ministro. Eso ya es raro en cualquier gobierno y más en éste, donde todavía hay bastante disciplina y temor a opinar sin el aval de Néstor Kirchner. Pregunta que se cae de madura: ¿Granero fue vocero de la postura del ex presidente?
Desde que Alberto Fernández volvió a tocar la guitarra en la intimidad perdió también su cuota parte de influencia en los medios más amigos del Gobierno. En ese plano, y no sólo en ese, quedó la cancha libre para Julio de Vido. Si uno busca en los archivos, se encuentra que Granero, Peralta y De Vido vienen trabajando juntos desde que Granero era vicegobernador de Jaime del Val y todos integraron los primeros equipos de Néstor Kirchner como gobernador.
Anibal Fernández es uno de los ministros que más tiempo llevan en el poder. En distintas posiciones integró los gabinetes de Eduardo Duhalde y del matrimonio Kirchner. Pero está pasando por su momento de mayor debilidad. No está claro el motivo, pero parece que el kirchnerismo primitivo le bajó el pulgar. Eso lo obligó a declarar sobre Granero: “Yo hablo de la política de la presidenta de la Nación, no de la política de mis amigos”. Uno de los colaboradores más cercanos de Fernández le dijo a PERFIL que Cristina lo tranquilizó: “No te preocupes, Aníbal. ¿O vos creías que un tema tan delicado iba a salir sin un fuerte debate”. No son palabras que implican un respaldo muy contundente que digamos. El ex intendente de Quilmes cree que en los próximos días se va a conocer la verdad de esta guerra de expresiones. Van a saltar a la luz pública los verdaderos motivos que tienen más que ver –según su opinión– con los fuertes intereses económicos que está rompiendo su propuesta de considerar al adicto como un enfermo que necesita un tratamiento y no como un delincuente que necesita una cárcel.
Carlos y las dudas
El licenciado Carlos Rafael Fernández también está en capilla y con su futuro entre signos de pregunta. No es por cuestiones personales ni por errores profesionales. Lo que está fuertemente en discusión en la alcoba del poder es si no llegó la hora de tirar a la basura ese esquema de tener un ministro de papel que ponga la cara ante las decisiones que toma Néstor Kirchner como ministro real de Economía. Eso viene funcionando desde que Roberto Lavagna se fue o lo fueron del poder. A partir de entonces, el nombre, la trayectoria y la capacidad del ministro dejaron de tener importancia. Y eso es lo que entró en crisis, producto de que la situación económica, aunque sigue bien en líneas generales, está en su peor momento y despierta temores hacia adelante.
Una de las salidas que se estudian es volver a la normalidad: pasar a retiro al ministro en las sombras Néstor Kirchner y designar a una figura capaz, con prestigio y excelencia académica que pueda diseñar una estrategia hasta el fin del gobierno de Cristina. No es casualidad que hayan iniciado consultas muy reservadas, entre otros, con el mismísimo Lavagna –que las calificó de especulaciones vacías– y con Mario Blejer, como anticipó esta columna.
Ese remedio infantil y tramposo de dibujar el número para ahorrar en el pago de los bonos atados a la inflación, resultó ser peor que la enfermedad. Porque se llevó puestos todos los parámetros de credibilidad en el Gobierno. Y no sólo en sus estadísticas. La palabra gubernamental entró a boxes. Por eso, la farsa del INDEC, a esta altura, es insostenible. Y la patota de Guillermo Moreno que la construyó, también. Ha diseminado dificultades de todo tipo. Hay varias preguntas que Cristina no podrá responder con sinceridad en las próximas conferencias de prensa:
● ¿Por qué los créditos personales de los bancos oficiales tienen tasas de interés superiores al 30%, si la inflación –según el Indec– no supera el 10%?
● ¿Cómo es posible que tengamos que pagarle el 15% al compañero bolivariano Hugo Chávez?
● ¿Cuánto tiene que ver el derrumbe de los títulos públicos, la hemorragia que nos produce la fuga de capitales y el record del maldito riesgo país desde el megacanje con errores y caprichos del gobierno?
● ¿Por qué los docentes bonaerenses le hacen paro a Daniel Scioli, pese a que la dirigencia gremial simpatiza con el kirchnerismo?
Hay trabajadores del Estado que están padeciendo en carne propia el deterioro creciente de su poder adquisitivo y empiezan a reclamar cada vez con más fuerza. En Santa Fe, la inflación es del 15% en los primeros seis meses y eso significa que hay un precipicio muy cerca. El consumo popular y la compra-venta de inmuebles se frena claramente. Muchos empresarios amigos y/o socios del Gobierno que por cobardía y/o convenciencia justificaron lo injustificable ahora empiezan a levantar sus primeras voces de queja. Hasta economistas relevantes que simpatizan con el modelo económico, como Marcelo Lascano o Roberto Frenkel, están alertando sobre la complejidad de los problemas que se vienen. ¿Alguien cree que Carlos Rafael Fernández manejado a control remoto por Kirchner puede afrontar semejante desafío?
El cambio de estilo que empieza a esparcirse necesita otras políticas y otros funcionarios para ejecutarlas. A medida que pasa el tiempo, la realidad profundiza su deterioro y se hace cada vez más difícil encontrar los hombres que tengan el coraje y la preparación suficiente como para pilotear la economía y para arriesgarse a quedar colgados del pincel ante la primera intromisión a los gritos de Néstor. No fue gratis que Eduardo Duhalde por segunda vez en menos de una semana haya marcado los problemas psicológicos de quien fue su delfín.
El bueno y el malo
Por ahora, la actualidad muestra a Sergio Massa y a Florencio Randazzo ocupando el primer plano del escenario. Massa es el encargado de los abrazos por indicación de Cristina y Randazzo es el ejecutor de los palazos por orden de Néstor. Hasta hace muy poco la agenda política tenía el protagonismo casi excluyente de la crispación y la venganza resentida que fogoneaba el ex presidente. El gran mérito de Cristina fue haber logrado silenciar a su esposo. Desde ese momento ella comenzó a recuperar imagen positiva, algunas consultoras lo cuantifican en 11 puntos, y el siguió cayéndo a pique. Es verdad que Cristina lo llevó a algunos actos y lo mimó calificándolo de “Queridísimo ex presidente”, pero todo indica que en la intimidad le habrá repetido la famosa frase del rey Juan Carlos a Chavez y ese “porque no te callas” surtió gran efecto. Y lo que impactó positivamente en la opinión pública, que en su mayoría quiere que le vaya bien al gobierno de Cristina, es que Néstor se llevó con él al subsuelo del perfil bajísimo a otras figuras igualmente irritantes y piantavotos como Guillermo Moreno, Carlos Kunkel y Luis D’Elía, entre otros.
Ese oxígeno recuperado por la jefa del Estado en las conferencias de prensa, en sus dos reconocimientos de que es humana y no es perfecta y que se equivoca como todos los que hacen cosas, tuvo su punto máximo en Mendoza. Allí planteó la “necesidad de reconstruir los consensos con racionalidad porque no se crece en base a enfrentamientos”, un concepto que vienen repitiendo casi todos los referentes públicos menos su esposo. Es casi lo mismo que dijo Lula esta semana cuando fue ovacionado por los empresarios que participaban de un seminario de ambos países. El presidente de Brasil despierta la admiración y cierta envidia de la dirigencia argentina. Abren los ojos con asombro al comprobar que la novena economía del planeta está a punto de convertirse en potencia petrolera y en granero del mundo. Encima, por primera vez la clase media es más de la mitad de la población activa y Lula cuenta con el 55% de imagen positiva. Los impresionantes avances económicos, sociales y políticos que consiguió en 6 años lo convierten en un ejemplo. “Patria mía, dame un Presidente como Lula da Silva”, podría ser el afiche de hoy parafraseando aquel de los 80. En esa época, un sector del peronismo que le reclamaba más audacia a Raúl Alfonsín para enfrentar el tema de la deuda externa, instaló unos cartelones que decían: “Patria mía, dame un presidente como Alan García”, quien en ese entonces era, y es nuevamente ahora, jefe de Estado del Perú.
Massa encarna esos pasos suaves, pero pasos al fin, hacia el buen rumbo. Por ejemplo, la cordialidad para que Carlos Cheppi reciba en forma conjunta a todos los integrantes de la Mesa de Enlace y descartaran la idea original de hacerlo en forma individual. O el haber desistido de subir unilateralmente las retenciones de la soja. O que el gobernador Sergio Uribarri se haya reunido con los representantes agrarios de Entre Ríos. Todo eso ayuda a mejorar el clima y a preparar el terreno para los cambios de fondo.
Todavía son señales débiles que todavía no terminan de nacer frente a la actitud revanchista que no termina de morir, diría Chávez citando a Antonio Gramsci. Porque Julio Cobos y Juan Schiaretti, entre otros herejes, judas y traidores, todavía van a sufrir las consecuencias de Néstor que aún desde las sombras mantiene su poder de fuego. Randazzo en su nombre, fue muy claro: “Que la fiesta la paguen ellos”, castigó en referencia a la deuda que la Nación tiene con la Provincia de Córdoba. El vicepresidente no existe en ese mundo y no recibe ni para la nafta del auto oficial pero se defiende levantando su perfil.
Es asombroso cómo se pobló su agenda de compromisos políticos fuertes con su presencia en la Rural, sus encuentros con intendentes radicales y peronistas que acompañaron al campo, con legisladores emblemáticos como Felipe Solá y su habilidad para ocupar lugar en los medios ya sea en las máquinas de un gimnasio o como espectador de Midachi mientras Cristina sobreactuaba elogios en su provincia para su archienemigo Celso Jaque.
Cristina Fernández de Kirchner es inteligente y ya se dio cuenta de cuáles fueron las actitudes y los dirigentes que se colgaron de sus polleras y la hundieron en todas las encuestas.
En los últimos días pudo registrar que –por suerte– el país tiene muchos menos golpistas de lo que su marido cree.
Comprobó empíricamente que si acepta algunas demandas de parte de la sociedad no necesita resignar ninguna convicción profunda y puede recuperar parte del prestigio perdido. Esas dos fuerzas están luchando en su conciencia política y en su corazón de pareja. Pronto sabremos si Cristina y Néstor son exactamente lo mismo y no saben, no pueden o no quieren afrontar el cambio de humor social.
O si son socios de un proyecto político que tiene en ella un cuadro con la suficiente lucidez como para salir del pantano y ponerse a gobernar con astucia y sin padrinos