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Empresas griegas

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El otro día iba caminando por la calle Bulnes, en Almagro, cuando lo vi venir. Doblé rápidamente la esquina –justo donde Lavalle da una vueltita– pero con tanta mala suerte que él también hizo lo mismo, y no me quedó otra que saludarlo y ponerme a hablar con él. Lo conozco desde hace años, es un escritor insoportable, engreído y vanidoso; especie de pendeviejo, cercano a los 50, se viste con remeras de The Ramones, no se peina nunca y usa unas All Star rojas todas rotas. Nunca pude pasar de la tercera página de alguna de sus novelas (¡no se tratan de nada!), se cree muy prestigioso pero no lo lee nadie, se cree muy vanguardista pero Abelardo Castillo dijo que lo que él hacía era viejo, que ya se había hecho hace un siglo.

Me contó que acababa de volver de la Feria del Libro de Salónica, en Grecia, donde lo habían invitado, seguro que con acomodo en alguna delegación de esas que envía el kirchnerismo a ferias del libro de medio mundo, en la que mandan mayoritariamente a malos escritores (pero curiosamente después me enteré de que la invitación a Grecia no tenía nada que ver con el Gobierno, y que no había integrado ni la delegación oficial de Frankfurt 2010 ni la de Guadalajara 2014; raro que el Gobierno no se fijase en autor mainstream como él). Nos pusimos a charlar (es decir, él a monologar y yo a hacer como que escuchaba), y mientras esperaba a que terminara con sus chistes malos (“dejé de fumar, pero me está haciendo muy mal a la salud”), de fondo alcancé a escuchar un par de cosas que sí me resultaron interesantes.

Parece que en Grecia no hay editoriales multinacionales. Tal vez por lo pequeño del mercado o por la lateralidad de su literatura, todas las editoriales son nacionales, y la mayor parte, familiares. Patakis, tal vez la editorial más grande y prestigiosa de Grecia, fue fundada en 1974, hoy es dirigida por la hija del fundador. Papyros, igualmente prestigiosa aunque bastante más pequeña, fue fundada en 1936 por el bisabuelo de la actual editora. Luego, el abuelo, además de dirigir la editorial, fundó –con el mismo nombre– un diario de izquierda, el primero en Grecia en vender libros de quioscos. En los 60, el padre comenzó también a publicar diccionarios, como el Larousse francés y la edición de la Enciclopedia Británica –productos que todavía hoy son parte esencial de la imagen de la editorial–, además de varias revistas semanales sobre temas diversos. Finalmente, la actual editora prefiere publicar narrativa internacional, donde al lado de grandes escritores contemporáneos edita también al mequetrefe éste, que por suerte ya se fue; ahora está en la parada del 151, cualquiera de estos días lo veremos escribiendo que el 151 es el colectivo en el que viajan los grandes.

Y mientras volvía a mi rutina (en diez minutos tenía turno para hacerme la manicure), me quedé pensando en las editoriales locales, en las multinacionales, en las empresas en general... En qué fácil y rápido se venden aquí las empresas nacionales a la primera multinacional que toca timbre. Me quedé pensando en la falta de discusión pública sobre el rol del empresariado –local, multinacional– en los momentos clave del país, durante la dictadura, durante el menemismo… y luego me puse a leer De ganados y de hombres, de Ana Paula Maia, libro sobre el que escribiremos algo dentro de poco.