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En busca del técnico perfecto

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Hace poco mi amigo Damián Damore empezó a dirigir un equipo de fútbol amateur. Cuenta esta experiencia en una nota genial que publicó en La Agenda, un sitio web del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La nota es larga y precisa y nunca pierde tensión. Se diría, en términos futboleros, que su nota es un equipo largo con dinámica tanto en defensa como en ataque. Damore habla ahí de su pasado en el básquet y dice que para empezar a entrenar a sus jugadores tomó cosas de este deporte antes que del fútbol. Rinus Michels hizo lo mismo cuando asumió la conducción de la selección holandesa. Como Holanda no tenía una pesada tradición futbolera detrás que le decía de qué manera jugar, podía –como dice Borges en El escritor argentino y la tradición– robar de todos lados. Michels utilizó la técnica de rotación del hanball para que sus equipos atacaran. Su Holanda ’74 que perdió la final con Alemania es uno de los equipos más hermosos que vi jugar. Todos atacaban y todos defendían. Johan Cruyff era el maestro Jedi de este equipo. El comienzo de la final contra los alemanes en la que los holandeses la tocan sin parar hasta que culmina en un penal que convierte Johan Neeskens es un hito de la historia del fútbol y el mejor inicio de un poema de cualquier lugar. San Lorenzo ahora tiene un técnico bastante “hermanado” con Juan Antonio Pizzi, otro al que le gustaba jugar al ataque. Recordemos unas palabras notables de Pizzi a su ayudante: “El partido está controlado, cómo lo enloquecemos”. Se diría que Pablo Guede, incluso, ataca más. Qué hermoso es levantarse sabiendo que tu equipo, aunque pierda, va a ir al ataque con todo. En un momento contra Olimpo de Bahía Blanca atacaban –ganando por dos goles– con seis jugadores. Lo que no tiene el equipo es un equilibrio en defensa. Los técnicos audaces no duran mucho en el fútbol argentino. Es una mezcla entre la presión del mercado y la presión de los plateístas. Al principio a Damore la cosa se le complicó. Perdió varios partidos al hilo y si perdían uno más estaban afuera. Se paró en el vestuario y, como charla técnica, les preguntó a sus jugadores: “¿Hasta dónde llega un perro perdido en un bosque?”. Nadie contestó y él les dijo: “Hasta la mitad, después sale”. Ese día ganaron.