El Partido Demócrata de los Estados Unidos se encuentra ante una alternativa crucial para enfrentar a Donald Trump: nominar a Joe Biden, ex vicepresidente de Barak Obama, un centrista clásico, o inclinarse por Bernie Sanders, senador independiente por Vermont entre 1991 y 2007 y actual líder de la oposición demócrata en el Comité del Presupuesto del Senado, quien se declara… socialista.
En 2016 Sanders perdió por muy poco la nominación ante Hillary Clinton. Lo nuevo es que un socialista tiene apoyo masivo, sobre todo entre los jóvenes y la comunidad latina, al punto que en las últimas elecciones, algunas encuestas le otorgaban mayores posibilidades que Clinton para derrotar a Trump.
Acabó ganando Trump y esta columna se preguntaba: “¿Por qué, en una situación de crisis tan grave y con el capitalismo devenido planetario, EE.UU. elige a un fascista en ciernes en lugar de inclinarse por un nuevo Roosevelt? ¿Acaso Hillary, representante de la tradición liberal demócrata, con posiciones antirracistas y feministas; que incluso hizo suyas algunas propuestas del socialista Sanders, no proponía algo así como un nuevo new deal?” (Fascismo en ciernes, PERFIL, 13-11-16).
Ocurría que a lo largo de sus dos presidencias, Obama solo había puesto en práctica cierto progresismo político, pero sin intentar a fondo cambios económicos y sociales. Lo típico del new deal liberal, o de socialdemocracias devenidas liberales, que fracasan ante la crisis económica y financiera mundial, ahora estructural e instalada en las grandes democracias desde la crisis de 2008. Campo orégano para la extrema derecha.
Hoy todo sigue igual, o peor. En las finanzas, “desde 1871, los rendimientos de referencia del Tesoro estadounidense nunca habían caído por debajo del 1,0%” (https://bloom.bg/2vKcTYX). En el sector productivo, “en los próximos diez años la mitad del trabajo que realizan los humanos será reemplazada por la automatización”, incluyendo los servicios: transporte, medicina, educación, comercio, etc. (Oppenheimer, Sálvese quien pueda, Debate, 2018).
Este cambio estructural, agravado por el aumento de la población y la esperanza de vida, genera crisis migratorias, conflictos armados, violencia social; la Unión Europea en proceso de disolución, la extrema derecha gobernando o creciendo en los grandes países, etc. Un panorama que de no alterarse radicalmente y si nos atenemos a la historia, solo puede acabar en un conflicto mundial; esta vez atómico, químico-biológico… El Infierno del Dante en la era moderna.
Dadas las características del personaje, no caben dudas de que en un segundo gobierno de Trump las cosas seguirían por ese camino. También, en la hipótesis de que Biden fuese nominado y al cabo electo, que el “centrismo” no resuelva nada, tal como ocurre en los EE.UU. y la Unión Europea, por no hablar del liberalismo o los populismos en América Latina.
Un Sanders candidato demócrata alteraría este panorama. Se lo acusa de extremista, pero es un socialista a la escandinava; un demócrata abierto a las realidades del mundo. Entre otras cosas, propone sistemas de educación y salud públicas de las que el país carece, lo que desampara a gran parte de la población y lo diferencia negativamente de los europeos y nórdicos.
Según los datos actuales, las posibilidades de Sanders ante Biden y eventualmente ante Trump, son escasas. El mayoritario “centro” del electorado aún vive en tiempos de Guerra Fría. Pero aún derrotado, que una gran parte lo votase, como indican las encuestas, abriría al menos una esperanza de cambio en la angustiosa situación mundial. Que esto ocurriese en los EE.UU., la primera potencia económica, financiera y militar, podría propagar la alternativa y contribuir a pacificar el ambiente.
*Escritor y periodista.