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Politica y cultura

Entre mejores plumas

Según la publicidad de PERFIL, esta página del sábado reúne a las mejores plumas de la Argentina. Tal vez los publicitarios digan la verdad, al menos, en lo que a mí respecta. En cuanto a mis copágines, es posible que terminemos como los antiguos pasquines trotskistas, que ocupaban más papel en diferenciarse de otros grupúsculos que en combatir a esa burguesía que, en su jerga, “ya no tenía tarea histórica que cumplir”.

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Según la publicidad de PERFIL, esta página del sábado reúne a las mejores plumas de la Argentina. Tal vez los publicitarios digan la verdad, al menos, en lo que a mí respecta. En cuanto a mis copágines, es posible que terminemos como los antiguos pasquines trotskistas, que ocupaban más papel en diferenciarse de otros grupúsculos que en combatir a esa burguesía que, en su jerga, “ya no tenía tarea histórica que cumplir”.
Pasaron décadas y la burguesía y el capitalismo –con o sin grupos de tareas– siguen profundizando su tarea, y quien discrimine entre “burguesía” y “burocracia sindical” coincidirá en que la semana pasada vivimos uno de los episodios más originales de su programa.
Lo afirmo yo –¡una de las mejores plumas!–, que hace un año escribí, en La Voz del Interior, que la jugada del entonces licenciado Telerman de dividir la agenda electoral de la Ciudad dejaba sin chances al kirchnerismo, pero brindaba al ganador el peor de los escenarios, pues tendría que vérselas con “el mayor aparato de poder de esta rara ciudad: el antiguo gremio municipal con sus millares de cuadros que conduce astutamente Amadeo Genta, uno que, hasta ahora, se ha autolimitado a cogobernar”.
Fue un error: ignoraba que Genta era un tigre de papel y que en las usinas del PRO ya tenían diseñada una estrategia para terminar con décadas de cogobierno convirtiendo a los gremialistas en un insumo más de su gestión urbana, junto a los contratistas de bacheo y de recolección de residuos y a los monotributistas de la cultura que aguardan ansiosos la oportunidad de volver facturar. Hasta las mejores plumas suelen equivocarse.
Cuando ya habían trascendido los nombres de Rubén Szchumacher y Sergio Wolf, Beatriz Sarlo mojó su mejor pluma fuera del tarro de la tinta y, en defensa de su amiga Mercedes Casabé (y en ofensa de su reemplazante), escribió que “algunos artistas e intelectuales están viviendo un síndrome que antes se llamaba oportunismo… Se aceptan nombramientos bajo condiciones que, en otras circunstancias, hubiera sido simplemente normal tomarse por lo menos un tiempo para aceptarlos”.
Y días despueés, nuestro copágine Spregelburd afirma haber leído “la exposición que hace Beatriz Sarlo el domingo pasado en PERFIL...”, agregando que “todo lo que ella dice es cierto...”.
Pero más adelante manifiesta su beneplácito por la designación de Szchumacher en reemplazo de Casabé sin cuestionar el sentido de ese recambio, del que dice “es –incluso– necesario”, probando que estar entre las mejores plumas al escribir no garantiza contar con la mejor voluntad de leer, o de interpretar lo que se lee, o lo que va sucediendo mientras uno le cree a Sarlo.