El círculo rojo quedó preso en un laberinto de versiones disímiles de opinólogos y periodistas que se debaten el pasado y el destino de Maldonado. Su imagen presente en carnicerías, escuelas, calles… como si fuera el líder de una secta religiosa. Impresiona su mirada como la de un Jesucristo superstar. Basta prender la tele o la radio para intoxicarnos con los últimos detalles de quien no quiere aparecer o del que ya desgraciadamente no va a estar más.
Las razones se las lleva Dios en la mayoría de los casos. La historia del país deja rastros significativos que, con los casos más aberrantes o las muertes más significativas, no hubo el cuidado suficiente ni la infraestructura mínima, ni la mera intención política para dilucidar el entramado y señalar a los responsables. La nuestra, es una sociedad que sobrevive a la deriva.
De sorpresas, usos y abusos políticos, como periodista, recibí el estupor mayor con el sorpresivo ataque de la señora Mirtha Legrand. La diva persuasiva y popular, con peso electoral y hoy incuestionable, cenando con Patricia Bullrich, le insinuó que debido a los errores cometidos, quizás su destino estuviera echado. La reina mayor de la TV no se detuvo en el intento de desgastar a la ministra. El sábado siguiente, sin ningún requerimiento o necesidad periodística para que lo hiciera, (durante la semana fue el comentario general) repite las imágenes, la sugerencia de su próxima renuncia. Acto que, seguramente responde a una exigencia mayor o aún más evidente, casi como una prueba de amor. Sumándolo a este enredo, para no llamarlo directamente “operación”,
Entonces aparece la entrevista de Jorge Rial a la diva quien reitera su sugerencia, casi exigencia, de renuncia de la ministra Bullrich como reconocimiento de su mal llevada gestión. Mirtha sabe como nadie de televisión y del poder de sus palabras. Elige el medio donde el apriete es aún mayor porque mayor es la audiencia del electorado bonaerense, Redobla la apuesta para declarar que, en este país cualquiera puede desaparecer. Nadie puede presuponer que es por distraída o ingenua… Suma el peso de esa histórica y temeraria palabra en nuestra historia. Como si alguien o algunos, hubieran pedido más presión o un accionar creciente y más evidente.
Mirtha no es una improvisada en las arenas políticas. Sabia, intuitiva y arriesgada, conoce a la perfección juegos y operetas. Fue una de las patas de la mesa que empujó el triunfo de Macri y lo sigue sosteniendo. Pero hay algo de mayor peso que la obligó en este momento a abandonar su apoyo a Cambiemos. Un motivo de peso y escondido, como todas las tretas y maniobras que vienen del narco, para que se vea obligada a actuar de esta forma. Son situaciones que, lamentablemente, como la AMIA, Nisman y tantas otras, quedan debajo del velo de protección vigilada y bajo siete llaves.
Cuarta sorpresa. La llamada del Presidente a su ministra pidiéndole que llame a Mirtha. Otra señal que evidencia la envergadura del operativo que lamentablemente involucra a Mirtha. Cuestionar la gestión Bullrich que, como todas, acumula fallas de manejo y adolece de operatividad; pero nadie desmiente que la ministra no es corrupta, hasta lo asegura la misma oposición, detalle no menor en el caso del combate al narco. Las bandas narcotraficantes crecieron irremediablemente con el desmanejo y falta de control del kirchnerismo para combatirlo, se multiplicaron también como fuente de provisión al caudal de la caja política.
Lamento mucho la situación de Mirtha, una señora apretada que aprieta. Ella no desconoce que el cambio de ministro retrasaría año y medio el camino para la lucha contra el narco. Además desbarataría el principal eje de su gobierno y de sus promesas electorales.
Mientras seguimos discutiendo si Cristina o Macri, los narcos, casual o premeditadamente, actuando en conjunto o utilizando este pretexto, vieron en la figura de Maldonado, una estrella que los guía.
No tengo documentación ni conversaciones grabadas, soy apenas una observadora política comprometida que intenta ver detrás de la cortina.
Otra cuestión de inmenso peso e influencia sobre la sociedad, es el rol lamentable, sucio y violento que los periodistas ejercen a diario.
Sobre todo, el peso de las palabras. Agotados también ellos de la historia sin fin de Maldonado, el trato de los periodistas interrogando al matrimonio de Esquel que según su relato, llevaron en auto a Maldonado sin saberlo, fue tan sólo una muestra de los atropellos y la mala educación de los periodistas. El trato de los que ejercemos esta profesión en relación a los que viven en el interior de nuestro país. Así se condujo el periodista a la señora mayor que describía el encuentro: “¡¡¡Usted es consciente de que la van a matar los kirchneristas!!!” (por dar la versión de Santiago vivo). Su marido no tardó en reaccionar: “Yo no le voy a permitir a usted hablarle así a mi mujer. ¡¡¡Cómo se atreve a usar esas palabras!!! Mi mujer sólo contó la verdad y usted no pesa sus palabras”. El resto de los periodistas intentaba suavizar el choque pero ninguno pidió disculpas por el maltrato y la confusión de utilizar un lenguaje de patota política y desenfreno periodístico. Lo observamos a menudo, y cada vez más, no se mide el valor de las palabras. Otra profunda grieta que existe entre la Capital y el resto del país, en el trato y en el lenguaje, el desparpajo y la mala educación.
Sé que esto es ir contra la corriente. Ahora se usa alarmar, violentar, exagerar, hablar sucio…y da lo mismo sean actos y actitudes de personas del espectáculo o políticas. La televisión hoy desparrama en imágenes lo peor de nuestros ídolos televisivos. Mientras los políticos desnudan sus intereses electorales sin ningún proyecto ni idea que invite a seguirlos. Pero siguen siendo atracción, como los viejos animales de nuestro querido y abandonado zoológico.
Dicen que cuando dos elefantes se pelean pierde el piso. El piso somos nosotros y el Cabildo, los contenedores, la calle, los hospitales, las escuelas...Tenemos que dejar de ser observadores pasivos para pasar a “activos militantes” Y Mauricio Macri, de un Presidente que habla sólo cuando inaugura obras, a ser el líder de una sociedad que tiene angustias y preguntas que sólo él puede aquietar y contestar.
Socióloga y periodista.