Había una vez un país en el que un educador era presidente y su ministro de Educación después era electo presidente. Ese país era Argentina. Sarmiento y Avellaneda fueron y son reconocidos por su pensar y dar impulso a la educación, desde distintos planos, pero fundamentalmente por construir las bases de un sistema educativo que permitió sumar a miles de hijos de inmigrantes a una nueva nación.
Por lo que hay registro de un tiempo, en lo que entendemos por educación, tenía un lugar relevante y aunque es cierto que la educación es una construcción social y por lo tanto histórica. La educación es un continente de contenido variable, y en años no ocupó tanta centralidad en los debates públicos como a partir del cierre de instituciones y la virtualización de toda la educación durante la pandemia.
La sociedad en pleno discutió lo educativo en pandemia: familias, estudiantes, docentes, gremios, instituciones, ministerios, y la política tuvo que levantar el guante y asumir el debate; a tal punto se extendió esta conversación que hasta en los estrados judiciales participaron…
Como suele suceder en Argentina, cuando un tema atraviesa la opinión pública, todos discutimos todo. Así fue como se cuestionó el cierre de las instituciones, se debatió la virtualidad, incluso en el Congreso, cuando se percataron de que la educación a distancia para menores de 18 años estaba prohibida, y después la polémica pasó a las políticas para retornar a la presencialidad.
Seguramente coincidiremos en que, en las sociedades de pretensión democrática, los tiempos electorales son los momentos de mayor fragor de la discusión social. Los diferentes diagnósticos y alternativas son puestos sobre de la mesa electoral para que la ciudadanía opte.
Ahora bien, ¿qué lugar ocupa la educación en las políticas debatidas en campaña? ¿Hay propuestas educativas en las plataformas puestas a consideración? ¿Qué lugares tienen los educadores en las listas de los frentes electorales? ¿El debate de estos tiempos sirvió para tomar conciencia del preocupante estado educativo del país? Estas y otras posibles preguntas nos hacemos después de tanto tiempo discutiendo lo educativo en pandemia.
Cuando contemplamos los spots televisivos y radiales, las redes sociales, vemos que son muy pocas las alternativas que sostienen algo relativo a educación. Las preocupaciones políticas pasan, en su mayoría, por otras prioridades y la educación vuelve a estar relegada en la mayoría de las propuestas electorales.
Si bien los errores de política educativa no se ven inmediatamente, no hace falta ser Juana Manso para percatarse del declive que venimos teniendo desde hace tiempo en relación con la inclusión efectiva y la calidad educativa. Ni contamos, ni damos las herramientas que realmente precisa la ciudadanía para titularizar y ejercer derechos en la sociedad del conocimiento. Los números oficiales hablan por sí solos.
El debate educativo en el mundo de hoy está centrado en relevar prácticas realizadas en la pandemia, así como en verificar impacto, evaluar resultados, ponderar acciones y recuperar a todo aquel que se haya caído del sistema. Estas reflexiones están permitiendo dar paso a innovaciones curriculares inter y transdisciplinarias, mejoras en la calidad de la educación y sus instituciones.
Los problemas educativos del ayer son parte de nuestra difícil actualidad; la persistencia en esos problemas es el anuncio de la tragedia social del mañana. Sin buena educación, no hay fortaleza cívica, cohesión social, cultural o mayores posibilidades de progreso económico. Sin buena educación no hay futuro digno para el pueblo.
Qué pena que la mayoría de los discursos políticos vuelvan a girar la atención solo hacia temáticas urgentes, en lugar de prestar atención también a asuntos trascendentes y de largo plazo. La educación debe ser parte de la agenda parlamentaria para arribar a grandes consensos que permitan revertir años de atraso.
Había una vez un país en el que la educación era la política central para construir una nación, ese país ya no existe, pero sería buena idea que lo intentemos nuevamente.
*Miembro del Consejo de Gobierno de Unesco-Iesalc.
Producción: Silvina Márquez.