Están los que viven de su propio trabajo y están los que explotan el trabajo de los otros. Es una división posible del mundo; bastante más verdadera, llegado el caso, que otras grietas que hoy se aplican con enjundia, con rencor, con aspereza, con saña. Los que explotan el trabajo de los otros son hacedores, a un mismo tiempo, de riqueza y de miseria (riqueza propia y miseria ajena, por supuesto: la miseria la reparten, la riqueza se la quedan). El fervor por lo suntuoso y la avidez de la especulación financiera suelen contarse entre sus hábitos más destacados.
Nicolás del Caño dona una parte de la dieta que percibe como legislador, porque la considera excesiva. No sé si hay otros legisladores que procedan de esa manera. Teniendo que viajar fuera del país, Nicolás del Caño se dispuso a pagar los gastos de su bolsillo, en vez de valerse de las partidas públicas disponibles a tal efecto. No sé si hay otros legisladores que procedan de esa manera.
Alguien vio a Nicolás del Caño comprar divisa extranjera. ¿Por qué vía? La legal. ¿En qué sitio? En el Banco Nación.Tan luego, no obstante, creyéndose testigo de una circunstancia indecente, no dudó en violar las normas y con sigilo lo fotografió. Desconozco si se trató de un caso de voyeurismo morboso o de la bobera de suponer que el pensamiento de izquierda involucra un voto de pobreza (lo que sería como pensar que pronunciarse contra la violencia sexual involucra un voto de castidad).
Las personas que viven de otros y se enriquecen por ese medio no hacen filas en un banco oficial ni llenan un formulario con letra de imprenta para obtener unos pocos billetes. Juntan dólares a paladas, los cargan en carretillas, los guardan en containers, amasan fortunas de escándalo. Guarden sus celulares, argentinos: a ésos no los van a pescar en ninguna ventanilla de ninguna sucursal de ningún banco. Llevan otra clase de vida. Tienen otra idiosincrasia, perfectamente reconocible.
Tienen además una clase de hijos que es perfectamente reconocible: medio playboys, medio tarambanas, disfrutan de la vida fácil de la plata de papá. Dos de ellos, por lo pronto, han sido elegidos por el voto popular en las últimas elecciones y están en el ballottage. Uno de ellos, inexorablemente, será muy pronto el presidente de la Nación. Nicolás del Caño, en cambio, no. Al menos por ahora, no.