COLUMNISTAS

Esos maravillosos perdedores

Algunos de los que nacimos a mediados de la década del 70 llegamos a conocer el interior de Palladium, de Cemento, de lugares como Autopista Center, pero no sabemos más que por referencias qué fueron el Zero Bar, el Einstein, La Esquina del Sol o el Stud Free Pub.

Tomas150
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Algunos de los que nacimos a mediados de la década del 70 llegamos a conocer el interior de Palladium, de Cemento, de lugares como Autopista Center, pero no sabemos más que por referencias qué fueron el Zero Bar, el Einstein, La Esquina del Sol o el Stud Free Pub. Algunos de los que nacimos a mediados de los 70 llegamos a ver en vivo a Los Redonditos de Ricota y a Soda Stereo, pero nos perdimos a Virus, a Los abuelos de la nada y, sobre todo, a Sumo. Así que a la hora de reconstruir esa parte nuclear de la historia del rock nacional sólo nos queda la música, los relatos de hermanos mayores, grabaciones de baja calidad, viejas revistas y fotografías conservadas por azar. Y sobre todo los documentales, y algunos libros. No creo que exista en este sentido, dentro del campo del cine local, un documental más conmovedor que Luca (2008), de Rodrigo Espina, que reconstruye en diversas locaciones (Inglaterra, Italia, el interior de la Argentina), a lo largo de varios años y a través de decenas de entrevistas e imágenes de archivo nunca vistas, la vida de Luca Prodan y su grupo.

Sumo no fue la mejor, ni la más vistosa, ni la más popular: fue tal vez el único caso en que una banda argentina sintonizó desde un lejano país sudamericano la música que se estaba interpretando en las capitales mundiales del rock (Londres, Nueva York), en simultáneo. Sumo abrevó del reggae, del ska, del funk pero, sobre todo, del punk y el postpunk (el título de su primer disco oficial, Divididos por la felicidad, es de hecho un juego de palabras y un homenaje al grupo inglés Joy Division).

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Al insuperable trabajo de Espina se agrega ahora, de forma complementaria, el libro Sumo por Pettinato, de Roberto Pettinato, que mucho antes de convertirse en conductor de televisión fue saxofonista y compositor del grupo junto a Prodan, Ricardo Mollo, Germán Daffunchio, Diego Arnedo y Alberto Troglio. En rigor, este volumen es una corrección y actualización de La jungla del poder, la biografía de la banda que Pettinato había editado en la década del 90. Y aún así sigue siendo un libro caótico, atractivo, perverso y desprolijo, exactamente como parece haber sido la historia de Sumo. Pettinato, y esta es una de sus mayores virtudes, logra borrar aquí el personaje cínico y ciertamente detestable que interpreta en la televisión y, como en las épocas en que dirigía la revista Expreso imaginario, se convierte en un cronista privilegiado, contando la historia desde adentro y con una prosa que sabe exhibir crudeza y poesía a un tiempo. “El barco –escribe sobre un viaje de la banda, como todos, siempre al borde del desastre– se parecía a una hamaca de plaza lanzada con rabia por un padre sin trabajo, y sólo pedíamos llegar como fuere.”

Pettinato dice que, al principio de los 80, el rock argentino se dividía en tres grupos: los new wave, los que querían ser new wave, y ellos. Y describe a Sumo como “el grupo con menos hits radiales” y como “una maravillosa empresa en bancarrota”. Está la anécdota de la pelea en que Prodan le clavó un hueso en la cabeza a Daffunchio, el relato de la grabación de cada disco y la composición de cada tema, viejas conversaciones lisérgicas de Pettinato con Mollo y Daffunchio. La historia, en fin, del más extraño grupo de rock argentino, cuya cara visible era un cantante angloitaliano, ex adicto a la heroína y alcohólico consumado, que cantaba (y murió) como Jim Morrison.