COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Este diario no es un ring

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Para evitar que los lectores sean parte no querida de polémicas personales entre autores de artículos o columnistas y personajes más o menos públicos, este ombudsman cree conveniente que quienes son responsables de textos editados en PERFIL establezcan sus debates en el plano de lo privado o limiten sus expresiones al mínimo.
En la sección Escritores de ayer (página 50, “Los libros no muerden”), Martín Kohan volvió a la carga contra el periodista Ceferino Reato por sus conceptos publicados el domingo 3 en una carta al Correo de Lectores. En verdad, la polémica entre ambos viene de semanas atrás e involucra a este diario y a otros medios gráficos. Por cierto, parece excesivo tanto debate para una cuestión casi soslayable, como es la lectura o no de libros escritos por uno y otro contendiente. Por cierto, los lectores de PERFIL no tienen por qué ser tomados como rehenes por quienes tienen derecho a criticar, comentar, discutir ideas, pero no tanto para dirimir posiciones personales o grupales volviendo sobre ellas una y otra vez.
Para que los lectores comprendan de qué se trata, una breve síntesis de lo ocurrido.
El 19 de marzo, Kohan inició así su habitual columna sabatina: “Cuál no fue mi sorpresa el sábado pasado, cuando leyendo los diarios me encontré con que en la penúltima página de La Nación, Ceferino Reato había formulado esta pregunta inapelable: ‘¿Cómo se puede criticar un libro sin leerlo?’. Ocurre que hace un par de años yo sufrí en carne propia (y en verdad, debería decir: en libro propio) esa clase de irresponsable atropello. Y el que lo perpetró, pronunciándose sobre un libro de mi autoría que desconocía escrupulosamente, no fue otro que Ceferino Reato”. Su texto se deslizaba luego hacia una cuestión más seria e interesante: cómo tratar desde el ensayo o la literatura en general lo ocurrido en los 70 y su derivación hacia la actualidad. El domingo 3 de abril, Reato se quejaba por el trato recibido, consideraba insustanciales los argumentos de Kohan y concluía: “En esta época de redes sociales, me sucede lo que a tantos: no tendría tiempo ni energía para contestar todo lo que circula sobre mí. Se ve que Kohan sí tiene tiempo y energía. Que los aproveche”. Ayer, con tono irónico, el columnista de PERFIL volvió a la carga y abrió otra puerta temática: “Quienes tenemos algún acceso a los medios masivos de comunicación, ya se trate de una modesta columna como ésta o de alguno de esos programas de televisión donde hablan todos a la vez y en un caos, tenemos que contribuir al impulso del hábito de la lectura de libros. Y la mejor manera de hacerlo, al igual que en todo, es dando el ejemplo”.
Sería sano y de buen gusto cerrar aquí el mano a mano Kohan-Reato mediante las páginas de este diario.
Este ombudsman ha sido siempre un fanático seguidor de los buenos –a veces estupendos– debates entre intelectuales cuando ellos se refieren a cuestiones serias, trascendentes, capaces de conmover y desafiar la atención de los lectores de medios. Pero ¿qué valor puede tener para el lector de PERFIL un tema tan menor, minúsculo, personal, intrascendente? Es casi un jueguito de egos enfrentados que no suma nada –nada– a los miles de seguidores de este diario.
Aunque con un valor más significativo, este ida y vuelta en las páginas de PERFIL lo protagonizaron hace no mucho tiempo el escritor Rafael Spregelburd y el ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Darío Lopérfido. El tema importaba (los dichos de Lopérfido sobre los desaparecidos, que motivaron un aluvión de críticas en todos los medios y en las redes sociales), pero no justificaba la insistencia –con argumentos similares en dos textos publicados– del columnista de PERFIL, hasta casi agotar la paciencia de los lectores.
Lo que se pretende con estas líneas es que quienes tienen la formidable arma de la palabra asegurada en las páginas de este diario eviten emplearla para resolver cuestiones personales en un abusivo ejercicio de su derecho a expresarse.

Títulos fallidos. Algunos de los editores de este diario parecen haber acordado cometer errores al titular para la edición de ayer:
En la página 15: “Fraude por $ 380 de millones en la obra social de la Provincia”. Sobra el “de”.
En la página 18, se dice en la bajada de la columna de Carlos De Angelis: “Macri lleva un trimestre pero parecen dos años”. Debió decir cuatrimestre.
En la página 43: “El boom de los libros para colorear de adultos”. Debió decir “El boom de los libros de adultos para colorear”.
En la página 44: “Cada 30 horas muere una mujer” es poco afortunado, aunque se trate de una nota secundaria sobre femicidio.