En las fiestas de fin de año no todas son alegrías y reencuentros. No constituye ningún secreto que, para muchos, estas celebraciones esconden una secreta melancolía que, sin embargo, tiene (en ciertos casos) raíces misteriosas y razones que no son fáciles de desentrañar.
—En verdad, es así… –reflexiona en voz alta el Dr. Manes–. En general se disfruta de las fiestas, de estar con amigos, con la familia…pero para muchas personas Navidad y Año Nuevo pueden ser también un tiempo difícil. Por supuesto que esto es más fácil de explicar en las personas que están pasando por un momento de duelo personal o en personas que están solas, enfermas o con problemas económicos. También aquellas que se han separado recientemente o transitan por un juicio de divorcio o han recibido un diagnóstico de depresión, ansiedad u otros trastornos psiquiátricos. Para mucha gente el fin de año es un tiempo que puede ser difícil y con mucho estrés…
—Deduzco, a través de sus palabras doctor, que el estrés, más que nada, proviene de los recuerdos… O es la sensación de que existe una obligación (no hablada) ¿de estar alegres?
Manes termina su café en silencio y, luego: —Sí, ése es un buen punto porque mucha gente se estresa con las obligaciones que implican las fiestas de fin de año. Por ejemplo, organizar la reunión de familia etc., forma parte de un conjunto de multitareas que también generan estrés aun en las personas que parecen desempeñar una función grata como es organizar una celebración… Por eso hay consejos apropiados que sirven para un manejo general de la ansiedad, pero que también pueden aplicarse a esta situación del estrés por las fiestas de fin de año. Un consejo es reconocer los sentimientos: por ejemplo si, en una familia, alguien ha muerto recientemente o hay dificultades para reunirse con los parientes a los que realmente se les tiene afecto… Esto es normal. Es normal esta tristeza o duelo. También es normal tomarse tiempo para llorar o para expresar sus sentimientos. Uno no puede “forzarse” a ser feliz porque ¡hay una festividad! También, otro consejo que podemos brindar en el caso de que alguien se sienta muy solo, muy aislado, es buscar ayuda en la comunidad. A veces en actos religiosos. Otras, en eventos sociales que sean abiertos para todos. Mucha gente puede ofrecer compañía, apoyo o, también, ser voluntario para ayudar a otro. Este es un buen motivo para no sentirse solo. También podría mencionar otro consejo: fíjese que uno “debe” ser realista. Hubo muchos festejos de fin de año que fueron excelentes, pero ¡no por eso, cada año, las fiestas tienen que ser perfectas! Pensemos en que la familia cambia: los chicos pueden crecer, viajar. También las tradiciones cambian.
—En una palabra, doctor ¿uno tiene que estar abierto a la idea de pasar el fin de año de otra manera y no de acuerdo a los mismos eventos de siempre?
—Así es.
—Quizás un recurso inteligente podría ser (ante la dificultad en aceptar su propia soledad) entender que también hay mucha otra gente que está sola y, entonces, con la debida anticipación reunirse no sólo en las iglesias, pero también ¿en domicilios particulares?
—Totalmente factible: es un buen recurso. Además, a raíz de esa ocasión, se podrían dejar de lado diferencias que muchas veces existen con parte de una familia. Hay grupos familiares que están distanciados porque o bien no tienen las mismas opiniones políticas o puntos de vista personales muy enfrentados. Pero, con el pretexto de las fiestas, se pueden tomar un tiempo y dejar de lado las diferencias para otro momento a fin de estar juntos. Usted me preguntará ¿por qué? Bueno, el cerebro humano necesita el contacto social. El ser humano es un “ser social”. Nosotros necesitamos estar en contacto con otros seres humanos. En general, la gente aislada se muere antes; tiene más problemas médicos… Y una manera de proteger el cerebro es estar en contacto socialmente. Las fiestas, entonces, son un buen motivo para esforzarse y, como decía usted recién, “planificar” pasar las fiestas acompañado. Piense que, reitero, es malo para el cerebro estar aislado y las fiestas pueden ser un motivo para “sentirse” acompañado.
—Doctor, salimos por un minuto del tema Fiestas de Fin de Año, porque Ud. mencionó recién al pasar las “diferencias” que, en muchos casos, alejan a los grupos familiares. Daría la sensación que la famosa “grieta” política que se ha producido en el país dejando como resultado a amigos de siempre que han dejado de hablarse y frecuentarse, también es un motivo de soledad en las fiestas ¿no es cierto?
—Es cierto y, además, nos saca energía para pensar en los problemas reales que tiene la Argentina. El problema de la Argentina es el futuro. ¿Qué futuro tenemos para nuestro país? para nuestros hijos? Incluso ¿qué futuro para nuestra generación? Los chicos y los jóvenes se merecen más cosas de nuestro país. Creo que debemos dejar las diferencias de lado pero, además, unirnos en el futuro. ¡A los argentinos nos divide el pasado! Entonces, ¿qué nos une? Nos une el futuro y debería unirnos el presente. Entonces, ¿cuál sería el denominador común que deberíamos tener como Nación? Se lo digo muy simplemente: desarrollarnos, que no haya injusticia social, que no haya chicos desnutridos, que la educación sea de calidad, que haya nuevas oportunidades de trabajo y que nos insertemos en un mundo globalizado. Y agrego también que podamos competir y ser libres, intelectual y económicamente en un mundo globalizado… Esto es lo que, realmente, debería unirnos a los argentinos. El futuro tiene que unirnos. Fíjese: si el presente nos separa. Si el pasado también nos separa entonces tenemos que pensar en el futuro. Los argentinos estamos demasiado obsesivos con el pasado. En cambio deberíamos ser obsesivos con el futuro, ¿qué futuro y qué país queremos? Tenemos entonces una oportunidad como para unirnos y pensar en el futuro.
—Bueno, justamente, las fiestas podrían ser una oportunidad.
—Por supuesto. Nosotros tenemos un deber: un país no es un montón de tierra con gente viviendo allí. Es una comunidad que, por ejemplo, debe pensar en ayudar a los desposeídos. Ese debería ser nuestro pensamiento y no viejos rencores, grietas y temas que desgastan energía y no resuelven ni el presente ni el futuro. La gente está esperando que, como sociedad, discutamos hacia adelante… Reitero, hacia el futuro.
—Este es un tema sin duda apasionante, pero nuestra curiosidad busca respuestas también en su carácter de científico: ¿en nuestro cerebro existe algún punto en el que se almacenen los recuerdos de “emoción”? Como usted decía, son muchos los recuerdos de tristeza y emociones que producen depresión ¿tienen una ubicación en nuestro cerebro?
—Mire, en la vida olvidamos casi todo. Lo único que recordamos es lo que nos emociona. Hay emociones positivas o emociones negativas. Si yo le pregunto a alguien (sin problemas neurológicos ni psiquiátricos) acerca de su escuela secundaria, que me cuente cinco años de su vida bueno… ¡le sobra una hora de tiempo para contarme cinco años de su vida! ¡Momentos clave de su vida! Entonces, si olvidamos casi todo de nuestras vidas ¿qué recordamos? Lo que nos emociona. La emoción facilita la consolidación de la memoria.
Por ejemplo, todos recordamos donde estábamos, qué estábamos haciendo cuando cayeron las Torres Gemelas. Ahora bien ¿qué hacíamos el día anterior? ¿o el día posterior? ¡No lo recordamos! Es decir que nos acordamos de lo que nos emociona. Entonces, claramente, hay gente que tiene muchas memorias negativas. De hecho hay algo que se llama “realismo depresivo”. Los depresivos tienen un realismo crudo, cruel, acerca de su vida porque son más realistas en las memorias “crudas”.
—A lo mejor es porque sólo tienen almacenada una imagen más cruda y más cruel.
—También hay algo importante en este tema de la memoria: la memoria es el último recuerdo y no tanto el hecho que vivimos. Gabriel García Márquez decía: “… la vida no es la que vivimos sino la que recordamos para contarla”. Es una frase poderosamente inteligente. Mire, cada vez que recordamos algo de alguna manera lo estamos reconstruyendo. La memoria es un acto de reconstrucción. Cada vez que evocamos una memoria, la memoria se hace inestable y se puede reconstruir. Así es que un evento que ocurrió (si se recordó muchas veces) puede tener, cada vez que lo contamos, algún pequeño cambio. Hay gente que, naturalmente, ante un problema, tiene tendencia a enfrentarlo, lo supera y se fortalece. Y así como hay gente que, reitero, ante un problema, lo enfrenta, lo supera y con esto se fortalece hay también otra que, en la misma circunstancia se inhibe, se cohibe. Y esto ocurre porque hay gente que, naturalmente, tiende a revaluar la realidad. Todos tenemos pensamientos tóxicos, pero algunos tienen más pensamientos tóxicos. Sólo ven lo negativo y tienen más tendencia a síntomas depresivos y ansiosos. Y así como hay gente que habla mejor los idiomas otros tienen más talento para los deportes. Se puede trabajar acerca de nuestra visión de la realidad porque según la manera en la que pensamos también aparece la manera en la que sentimos. Si yo pienso que este reportaje no le está gustando me voy a sentir mal. Si pienso, en cambio, que le está gustando, me voy a sentir bien. Yo no sé lo que piensa usted. Mi cerebro crea la realidad y la manera en la que pensamos. Es la manera en la que sentimos.
—¿Hay un punto del cerebro en el que se almacenan recuerdos de emociones? ¿Es posible separar los recuerdos dolorosos de los recuerdos alegres? ¿O se ubican todos juntos?
—Es difícil porque la emoción facilita la memoria. Sea tanto por un motivo alegre como por un motivo de tristeza. La emoción en sí misma es la que facilita la memoria. Es difícil separar si un evento es positivo o negativo. Hay gente, sin embargo, que estuvo en campos de concentración y no quiere hablar de eso. No quiere recordar el evento. ¿Por qué? Bueno, porque cuando recuerda el evento se asocia a las emociones que sintió…Entonces, el cerebro tiene centros que pueden frenar muchas veces emociones negativas. Hay gente que estuvo en campos de concentración y pueden contarlo. Naturalmente o por terapia pudieron disociar el recuerdo de las emociones que sintieron. Pero hay gente que no puede recordar hechos traumáticos, violaciones o torturas porque, cada vez que los recuerda, se asocian las emociones que vivió en ese momento.
—Disculpe mi insistencia, doctor pero ¿hay un lugar determinado donde se almacenan también determinadas emociones?
—El cerebro trabaja en red. Por mucho tiempo se pensó que había un área cerebral para una función, pero ahora sabemos que el cerebro se activa en red cuando tenemos una función cognitiva como la memoria. Lo que sí ocurre es que hay diferentes tipos de memoria: hay una memoria episódica que es el “dónde y cuándo”. Por ejemplo, yo me recibí de médico el 18 de diciembre de 1992 en el Hospital de Clínicas. Entonces, ¿dónde? Hospital de Clínicas. ¿Cuándo? 18 de diciembre de 1992. Es memoria episódica. Ahora bien, nosotros no recordamos cuándo aprendimos que París es la capital de Francia. Ese es un concepto. No hay un dónde y un cuándo del momento en el que uno aprendió que Francia es un país. O que Estados Unidos es un país. Es una memoria semántica. Hay otra memoria que es más “online”. Una memoria más operativa. Hay una memoria que está facilitada por la experiencia. Y ahora sabemos que hay áreas del cerebro que son clave para cada tipo de memoria pero, en general, el cerebro trabaja en red.
—Insisto, doctor, desde la ignorancia ¿dónde se ubican esas áreas? –(con nuestras manos marcamos distintas zonas)– ¿Es aquí? ¿Allá?
—En la base del cerebro, en la parte media de ambos hemisferios hay una zona que se llama “hipocampo”. Está en cada hemisferio. Hay dos “hipocampos”: en la parte medial y en la base del cerebro. Y aprendimos que el hipocampo es clave para la memoria a partir de un paciente que se llama HM. HM es una persona joven que tuvo un accidente de bicicleta y se golpeó el cerebro, pegó con el cráneo y el hipocampo tuvo entonces una cicatriz en ambos lados. Esto le producía convulsiones. Como no se podían controlar las convulsiones los cirujanos le sacaron los dos hipocampos. Se los resecaron. Y esa persona, a partir de que le sacaron los hipocampos, mejoró la epilepsia de las convulsiones, ¡pero nunca pudo recordar nada nuevo! No pudo aprender nada nuevo. Es más: vivió mucho tiempo pensando que tenía la edad en la que había ocurrido el accidente. La neuropsicóloga canadiense que lo atendió durante largos años cada vez que lo veía (y le reitero, fueron muchos años) tenía que presentarse porque HM (cuando le sacaron los hipocampos) no pudo aprender nada nuevo. Entonces, ahora sabemos que el hipocampo es clave para la consolidación de memorias nuevas y es lo primero que se afecta en la enfermedad de Alzheimer. También en las personas mayores de 65 años decrece 1% anual. Sin embargo, un estudio demostró que, en las personas mayores de 65 años que hacen ejercicios físicos, el hipocampo no sólo no se reduce sino que aumenta de tamaño. O sea que caminar o cumplir ejercicios físicos es muy bueno para el cerebro: genera nuevas conexiones y frena la involución del hipocampo. Por supuesto que tener desafíos intelectuales como leer, escribir o aprender cosas nuevas son muy positivos para el cerebro porque mejoran las conexiones cerebrales. Nuestro cerebro está en un cambio constante.
—Volviendo a las fiestas y a sus secretas angustias, doctor, el Año Nuevo con sus brindis y los clásicos deseos no significará (para los adultos) el paso del tiempo? Un año más, pero ¿cuántos quedan?
—Puede ser. El paso del tiempo angustia a mucha gente y más en la sociedad actual en la que ser joven y lindo es un beneficio. Creo que esto debería cambiarse porque la sabiduría de los mayores es un tesoro que debe ser apreciado por los más jóvenes. Y a las sociedades que valoran esto (por ejemplo la sociedad japonesa) ¡no les va mal! Ellos atesoran la experiencia y la sabiduría de sus mayores. Pero volviendo al tema de la memoria es cierto que, en las fiestas, uno a veces recuerda el pasado y lo interesante es que esta área del hipocampo de la que hablábamos es importante para recordar el pasado, pero también para imaginar el futuro. Fíjese que el cerebro usa las mismas áreas para recordar el pasado y para imaginar el futuro. O sea que, muchas veces, la memoria es importante para imaginar el futuro. El “recuerdo” es importante para “imaginar” el futuro. Las mismas áreas del cerebro que nos permiten recordar ciertos eventos pasados son las mismas áreas que están involucradas en (reitero) “imaginar” el futuro.