La egolatría y el fanatismo degradan al gobernante cuando la política lo absorbe todo y se convierte en su único vínculo con la realidad.
Les pasa eso a los que mezclan la religión con la política, a los terroristas de todas las pelambres, a líderes que hablan sólo cuando pueden obtener réditos y no sienten realmente nada por los demás. Generalmente fracasan, y cuando triunfan, encabezan gobiernos chatos o siembran el terror.
He conocido también dirigentes capaces de pensar más allá de la política, de crear, de apasionarse por la historia, por la astronomía, de ayudar a un necesitado sin que nadie lo sepa, de sentir solidaridad con otros, sea cual sea su posición política. Se acercan al ideal de príncipe del que habla Lao Tze, que hace el bien a la gente sin esperar que lo recuerden.
Los fanáticos no pretenden comprender la realidad sino que la amoldan a conjuntos de supersticiones que justifican su entusiasmo por la violencia. Odian la democracia, creen que la mayoría de la gente es inferior y que vota manipulada por demonios. Desde hace muchos años llenan las calles con banderas rojas esperando que se levante el proletariado, pero son capaces de ser solidarios al mismo tiempo con el gobierno oscurantista de los clérigos iraníes o con exóticos integrantes de movimientos que pretenden que volvamos a la edad de piedra. Afirmaron que a Santiago Maldonado se lo llevó la Gendarmería, manipularon testigos, falsificaron informes de inteligencia, se opusieron a que se buscara el cuerpo en el río Chubut, impidieron que las autoridades lo buscaran. Tenían una verdad que estaba más allá de la torpe realidad.
Pasa algo semejante con el doloroso caso de la desaparición del submarino San Juan, en que la mala fortuna de los miembros de la Armada se mezcla con el enorme dolor que embarga a tantas familias, cosa que tiene sin cuidado a algunos que arman espectáculos, buscan culpables, creen que se posicionan para el futuro a costa del dolor ajeno. Nunca vi que surgieran de la nada tantos especialistas en submarinos, que ni siquiera se han subido a un bote pero saben cómo eran las condiciones de la nave y qué condiciones debía cumplir para navegar con seguridad. Sólo la superficialidad de algunos líderes oportunistas y comentaristas improvisados puede explicar la falta de respeto a los sentimientos de las familias y a los conocimientos de los expertos.
Pasó lo mismo con la última operación del RAM para ocupar un parque nacional en Bariloche.
Algunos enmascarados, dirigidos por un Jones Huala, tomaron violentamente un parque nacional. Cuando un juez ordenó que los desalojaran atacaron con lanzas, cuchillos, hondas, piedras y revólveres a los prefectos. La madre de los activistas protestó porque los calumniaban: sus hijos atacan a las autoridades con todo, menos con armas de fuego. En el enfrentamiento murió un enmascarado. Desarmaron a las fuerzas del orden para investigarlas, dejaron a los invasores con su armamento, en posesión de las tierras, para que puedan alterar el escenario del enfrentamiento. Hay una nueva zona liberada de la Argentina en la que soldados enmascarados de una organización subversiva pueden palpar de armas a las autoridades extranjeras para permitirles el ingreso a su territorio.
Los grupos de defensa de los derechos humanos expresaron su solidaridad con los terroristas en Buenos Aires. Pintaron en el Cabildo “44 menos”, burlándose de la desgracia de los marinos, y “exigimos la aparición sin vida de Patricia Bullrich”. No está claro si los narcotraficantes solamente aplaudieron su ocurrencia o también financiaron la campaña en contra de la ministra que más los combate.
El incidente del submarino San Juan permitió que se hicieran visibles muchas cosas. Fue emocionante comprobar que había tanta solidaridad institucional y personal. Miles de personas de distintos países trabajaron más de 12 horas diarias con la esperanza de salvar la vida de los tripulantes. Sabemos que la tendencia a ayudar al semejante en problemas está en nuestros genes, es uno de los mandamientos que compartimos con los bonobos, según Frans de Waal, pero algunos nos sentimos más contentos de pertenecer a esta especie cuando esa tendencia se expresa en eventos como ése.
Conversé con Mauricio Macri pocos minutos después de que habló en la sede de la Armada. Estaba conmovido. No sabía qué más podía hacer para ayudar a los marinos que estaban en el submarino. Recordé lo ocurrido cuando apareció el cadáver de Maldonado: la noticia le dolió, y llamó a la madre para manifestarle su solidaridad. Ni en estos casos ni en otros que ocurrieron a lo largo de más de 12 años permitió que se redactara un comunicado que lo beneficiara políticamente pero no expresara su verdadero punto de vista. Felizmente es un ser humano con sentimientos al que no lo atontó el poder; más que político, sigue siendo la persona con virtudes humanas de siempre.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.