Desde que Alberto Fernández ganó las elecciones, ningún integrante de sus equipos técnicos había hablado hasta el jueves al menos con los que hoy están a cargo de la maltrecha situación económica en la administración de Mauricio Macri. Es cierto que hubo foto entre ambos mandatarios para iniciar una #transiciónordenada, pero al mismo tiempo, hubo un mensaje dentro del Frente de Todos: que esto se parezca lo menos posible a un cogobierno, que no parezca para nada que hay participación de los que llegan en las decisiones que tome el Gobierno que se va.
Ahí radica también uno de los motivos por los que aún no se nombran ministros. Para que no se desgasten. Así, pululan por empresas, fondos de inversión y bancos los integrantes de eso que se ha dado en llamar “referentes económicos del albertismo”, gente que habla con el futuro jefe de Estado, que trabaja en propuestas y suelta ideas de posibles rumbos, pero sin la confirmación de que será el que esté a cargo concretamente de algo. Así aparece Matías Kulfas hablando en foros de las máximas de Fernández para la economía, con pronóstico de ministeriable más allá de las dotes de guitarrista que anoche mostró en la Noche de los Museos. Así anda también Guillermo Nielsen, quien hace unas semanas hablaba con la gente de YPF y preparaba borradores de leyes para Vaca Muerta, pero ahora también algunos escuchan como “hombre fundamental” para lo que viene por su experiencia en temas de deuda. En la City, el puto amo del Albertpalooza es sin embargo, Emmanuel Alvarez Agis, quien pone un disclaimer en sus presentaciones para aclarar que es un consultor, mientras dice que no será ministro, aunque así lo repitan mil banqueros de renombre. En pequeñas y medianas empresas, en tanto, exponen Cecilia Todesca y Mercedes Marcó del Pont, y deslizan lineamientos de gestión con más impuestos y controles. En algunos almuerzos opina el académico de Columbia Martín Guzmán, quien “colabora con los equipos” y dice que hay que echarle flit al Fondo Monetario Internacional. En un montón de compañías, en tanto, diserta Martín Redrado, una debilidad de Alberto desde sus comienzos con Néstor Kirchner, quien hace hincapié en un plan integral con una hoja de ruta hacia el superávit fiscal. Pero al mismo tiempo, en ámbitos políticos asoma Miguel Pesce, el único economista que hay en la mesa chica posta de Fernández, más poblada de abogados como Alberto Iribarne o Julio Vitobello. Pesce preferiría ir al Banco Central que conoce de siempre, pero mira los números de la deuda y, cada vez más, del sistema previsional. Una paradoja: Fernández banca la idea de un ministro de Economía fuerte a la Lavagna 2003, pero desde agosto hay múltiples voces atomizadas, a la Macri 2015.
Qué nombre elija para conducir la economía definirá en buena medida cuáles son las recetas que termine implementando. La grieta central en este plantel está entre los que prefieren estabilizar primero y crecer después, y los que eligen buscar recuperar el consumo a costa de desinflar menos y tener más déficit fiscal; entre los que creen que hay que cerrar rápido con el Fondo o dejarlo para el final, y entre los que ven en la indexación de las jubilaciones un problema fiscal o solo una variable que debe recuperar terreno.
Animé. Serán todas definiciones que deberá tomar Fernández una vez que la transición más larga del mundo haya terminado. Mientras tanto, puede darse el lujo de disertar sobre consumos culturales, como lo hizo en la Universidad de Tres de Febrero el viernes junto al uruguayo José “Pepe” Mujica, donde dejó máximas memorables para explicar que nos “inyectan datos sin que nos demos cuenta”. “Disney hizo algo raro, que es humanizar animales, y entonces descubrimos que un ratón tenía un perro, que Mickey tenía a Pluto”, apuntó al citar un artículo suyo sobre los dibujos animados como mecanismos de control social que él escribió cuando se recibió de abogado.
Dijo que quiere revisarlo. Podría actualizarlo con otras producciones infantiles que le sumarían a su gestión. Que analice Zootopia con empresarios y sindicalistas, una sociedad donde hay un “pacto social” de cazadores y presa para convivir sin que unos se morfen a otros. Que la revise también con Andrés Rodríguez de UPCN y se detenga cuando la oficial Judy Hobbes va a una oficina pública y pierde un día porque la atienden empleados perezosos. Que mire con Daniel Funes de Rioja El Hombre Araña, Regreso a Casa, y descubra cómo Peter Parker, que tiene una habilidad arácnida, es pasante en la empresa de Tony Stark, un superhéroe solo porque tiene el capital y la tecnología para hacerse un traje todopoderoso. Que se junte con los supermercadistas y proveedores a ver Frozen, y trate de congelar las remarcaciones, como no logra hacerlo Kristoff, el vendedor de hielo al que se le derrumban los precios cuando Elsa se saca y se congela todo. Es cierto, le van a querer pedir libremercado, le van a cantar Libre soy.