Y hoy votamos felices.
Pero antes, la Argentina cien por cien. Porque tuvimos elecciones primarias que no definían candidato en ningún partido. La mayoría de las encuestas pifió por 20 puntos. La Bolsa festejó un viernes y la parió un lunes. El Presidente se enojó y acusó a la población por lo que eligió. El peso se devaluó de un saque 25%. El jefe de Estado se arrepintió y llamó al diálogo. Junto al candidato más votado, hablaron para llevar tranquilidad a los inversores. La inflación se aceleró más del 10% en un bimestre. Se profundizó la recesión. Vino el FMI y le dijo al Gobierno “olvidate de la guita”. El opositor se reunió con el organismo y les refregó haber violado sus estatutos. El dólar pegó otro salto. Cambió el ministro de Economía. Se aceleró otra vez la corrida. Impusieron controles de cambio. Hubo cierta tranquilidad. Igual la gente se volcó a sacar la plata de los bancos. Se llevaron US$ 15 mil millones de depósitos. Las reservas se hundieron casi US$ 23 mil millones en 50 días hábiles, lo mismo que en los ocho meses previos al estallido de 2001. Volvieron las cotizaciones paralelas. Hola, blue. Hola, contado con liquidación. Reaparecieron los arbolitos. Otra vez el “puré”: los que compran al oficial y venden al libre para llegar a fin de mes. Surgieron emprendedores “presta DNI” en calle Florida que cobran 300 pesos por cada US$ 1.000 que compran para terceros. A pesar de todo, llegó el brote místico a la Casa Rosada. Giras y multitudes. Hubo dos debates por primera vez por ley. “Ay Presidente, usted no entiende”. “Volvió el dedito y el atril”. Tiempo.
Los supermercados ya recibieron listas con aumentos para el 1° de noviembre. El jueves y el viernes algunos consumidores salieron a stockearse de alimentos “antes de que aumenten de nuevo”. Los que pudieron pasaron a dólares hasta el último peso de sus cuentas y apelaron a la tarjeta para llegar a fin de mes. Grandes empresas, como Techint, adelantaron el pago de salarios a la semana pasada como gesto para que el personal esté líquido y pueda cubrirse. Las aplicaciones fintech que nacieron para poder comprar dólares a cualquier hora en el país de la inestabilidad avisaron que el fin de semana operarán menos o no operarán por la inestabilidad. El último viernes antes de los comicios el dólar cerró en el récord de $ 65 y el Banco Central tuvo su peor sangría en un día en mucho tiempo. Ayer el celular se incendió de versiones, posibles fake news, de todo tipo de plagas financieras. Hoy el Banco Central será búnker electoral preparando medidas para mañana. Entonces, ya habremos votado. En nuestra total normalidad si vemos Venezuela, Ecuador, Brasil o Chile. Felices.
Semejante montaña rusa tiene una explicación saliente entre varias. Hay un debate silencioso, una guerra sorda que monitorean los principales actores del establishment. Es posible, creen, que todavía venga “un nuevo evento financiero adverso”, es decir, otro palo más de la crisis económica y financiera. Gatillos no faltan. Una nueva corrida que no se pueda controlar y contagie más los depósitos en moneda extranjera. Un default. Más presión del FMI. Una espiralización de la carrera dólar-precios en caso de que el nuevo gobierno no pueda estabilizar la macroeconomía. La discusión es a quién le ocurre: ¿al último tramo del gobierno saliente de Mauricio Macri? ¿O al comienzo de la gestión de Alberto Fernández? Tomala vos, dámela a mí. Todo siempre tomando que esta noche se repiten los resultados de las PASO y no hay segunda vuelta.
Como sea, el gobierno que surja elegido ya sea hoy o en noviembre se va a enfrentar a una situación que cada vez más economistas de distintos palos describen como inusual en nuestra historia reciente. En el mejor de los casos será el final de una crisis que no incluiría un rebote fuerte posterior. Como si a los llamados ciclos de “stop and go” esta vez le hubieran sacado el “go” para dejar un “stop” más largo. El hecho de que no haya guita fácil de afuera, como cuando se vendieron las empresas estatales en los 90, o que la soja no esté en récords como en los 2000; con los socios y vecinos, lejos de su mejor momento, como China y Brasil que ya no traccionan como otras veces; y la situación de que no quedan cajas donde rascar fuerte para un verano sostenido, abren la pregunta sobre dónde estarán los motores para crecer. Hay uno que puede ayudar de arranque: convencer a los argentinos grandes y chicos de que pongan a producir algo los dólares del colchón o los paraísos fiscales, justo adonde los estuvieron refugiando hasta el viernes. Antes de votar. Felices.