“No tengo favoritos. Favoritos tienen los reyes”, contestó sin inmutarse Cristina Fernández de Kirchner al periodista de Rusia Today que le había preguntado sobre su eventual predilección por alguno de los precandidatos presidenciales del Frente para la Victoria. Sin embargo, la astuta respuesta de la jefa de Estado no refleja la realidad de lo que se vive en el interior del kirchnerismo. Si hay algo que la Presidenta ha hecho y sigue haciendo es manejarse con ese criterio de favoritos que la lleva a utilizar la práctica del dedazo para señalar a quiénes prefiere y a quiénes no.
¿Cómo interpretar, si no, el hecho de que es ella la que en última instancia decide la integración de las listas de candidatos a senadores y a diputados nacionales del FpV? Al escuchar esa respuesta de la jefa de Estado, en el sciolismo respiraron aliviados. Daniel Scioli sabe que la Presidenta no lo quiere ni nunca lo querrá. Sabe que el favorito no es él sino Florencio Randazzo. En verdad, ella hubiera querido ser la candidata, pero la elección de 2013 se lo impidió al cerrarle las puertas a un eventual proyecto de reforma de la Constitución para consagrar la reelección indefinida del presidente. Por ello detesta con toda su alma a Sergio Massa quien, con su triunfo, puso fin a ese sueño.
En esta materia, Mauricio Macri se ubicó una vez más en las antípodas de la Presidenta. El sí tiene un favorito para sucederlo en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: Horacio Rodríguez Larreta. La decisión del líder del PRO de apoyar en la interna a su jefe de Gabinete provocó un sismo dentro del partido, del que todavía no se ha podido recuperar. “Fue imprudente e innecesario”, reconoce una voz cercana a Macri quien, apremiado por las derivaciones de tal decisión, pidió a sus allegados que por favor lo ayudaran a salir de semejante entuerto. “No hice campaña por Horacio”, insistió el jefe de Gobierno ante quien esto escribe en la mañana del lunes pasado hablando por Radio Continental. Los afiches de campaña, que lo muestran al lado de su delfín, lo desmienten categóricamente. “Mauricio no pudo superar que Gabriela lo hubiera desobedecido y se haya lanzado a una candidatura que él no quería”, señala aquella misma fuente. Si se confirma lo que marcan las encuestas que pronostican el triunfo de Rodríguez Larreta, Macri respirará aliviado. Si, por el contrario, ganase Gabriela Michetti, el jefe de Gobierno sufrirá un golpe que debilitará su liderazgo.
La Presidenta seguirá también con particular atención la elección de hoy en Buenos Aires, no sólo por lo que pase en la interna del PRO sino también por lo que suceda dentro del FpV. Ahí sí tiene un favorito: Mariano Recalde. Recalde representa a La Cámpora y, por ende, es un producto genuino del kirchnerismo. La lista de precandidatos del FpV es también una muestra del brutal desmembramiento que ha sufrido el peronismo porteño.
Hay que prestar atención a la suerte del precandidato del Frente Renovador, Guillermo Nielsen. Si se confirma lo que auguran las encuestas, se prevé para Nielsen una derrota de dimensiones tales que podría dejarlo fuera de carrera por no llegar al piso requerido, que es del 1,5% de los votos. La ausencia de Sergio Massa en la campaña suena a preanuncio de lo que vaya a ocurrir hoy. Massa enfrenta serios problemas internos que están generando una diáspora de dirigentes que están yendo a golpear las puertas del sciolismo que los recibe cual hijos pródigos. “Uno de los problemas más serios que tiene Sergio es su personalidad impregnada de una cuota de excesiva vanidad que le aflora por los poros”, reconoce un operador que trabaja en los equipos del ex intendente de Tigre que se apresta a relanzar su campaña con un acto el próximo 1° de mayo.
Escándalo. En medio de todo esto sucedió el alarmante bochorno de las PASO en Santa Fe. No es la primera vez que en esa provincia lamentablemente ocurre algo así. En 1995, en plena vigencia de la ley de lemas –una escandalosa ley llena de trampas que hacía que el ganador no siempre fuese el candidato más votado–, el resultado de la elección a gobernador demoró 45 días en conocerse debido a los errores del escrutinio provisorio, hecho que obligó a que en el escrutinio definitorio se contase voto por voto hasta consagrar triunfadora a la fórmula Jorge Obeid-Gualberto Venesia.
La lista de irregularidades denunciadas en las PASO del domingo pasado incluye planillas mal confeccionadas, planillas en blanco, actas mal sumadas, y faltante de votos. Las explicaciones dadas por el gobernador Antonio Bonfatti fueron lamentables. No hizo otra cosa que recurrir a instrumentos de manual: habló de un exceso de transparencia del comicio (sic) y culpó a los medios de Buenos Aires por mal informar. Fue un reguero de excusas con aires kirchneristas donde lo único que le faltó fue culpar de lo sucedido a Héctor Magnetto.
Este episodio representa un serio llamado de atención para toda la ciudadanía sobre la imperiosa necesidad de valorar el acto eleccionario en su adecuada significación. Para que en nuestro país podamos hoy votar con libertad, mucha gente luchó y mucha gente murió. El sufragio es el acto esencial de la democracia. Ese día somos todos absolutamente iguales. Vale lo mismo el voto de la Presidenta que el del ciudadano más humilde. Es el voto el que le da no sólo legalidad sino también legitimidad a quien va a ejercer el poder. En un célebre discurso pronunciado el 19 de agosto de 1909, Roque Sáenz Peña, autor de la ley que promovió el voto secreto en la Argentina, dijo: “No es bastante garantizar el sufragio sino que necesitamos crear al sufragante, sacándolo del oscuro rincón del egoísmo a la luz vivificante de las deliberaciones populares; y si cada nación ha de adoptar las instituciones conducentes a reparar sus infortunios, yo no encuentro ninguna reacción más apremiante que la que tiene por objeto el voto público”. La vigencia de estas palabras habla de los desafíos del presente que enfrenta nuestro país.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.