El viernes concluyó en Cepal, Chile, la XIV Conferencia Regional de la Mujer y la Consulta sobre Beijing +25, que reunió a los gobiernos de la región y a feministas y representantes de la sociedad civil. El domingo pasado en 50/50 Patricia Valli anticipó la opinión de las más de noventa organizaciones y redes de feministas de América Latina y el Caribe, que en su informe aportaron su visión sobre cómo avanzar en la región para lograr la igualdad. Al cierre de la Conferencia, los gobiernos acordaron una declaración, “Consenso de Santiago”, que plantea 48 puntos. Hubo una gran coincidencia entre la declaración, que el lunes 27 emitieron después del Foro Regional Feminista, y esta gubernamental. Incluso los gobiernos coincidieron en mucho con la declaración de los jóvenes que se reunieron también en Santiago. Esto es sorprendente, en un momento en que en la región tenemos gobiernos como el de Brasil, cuya ministra fue repudiada por parte de la sociedad civil, que le dio la espalda, mientras hablaba.
La mayor muestra de rechazo de las representantes de organizaciones la recibió la ministra Plá en la inauguración. Sus palabras fueron recibidas con alrededor de cien mujeres con un ojo tapado con rojo, en recuerdo de las que quedaron ciegas o con graves lesiones en la vista por la terrible represión y se retiraron desfilando por el salón en expresión de repudio. Mientras tanto, en la entrada de Cepal una multitud de mujeres interpretaron la performance Las tesis, donde se señala la responsabilidad del gobierno de Chile y las fuerzas de seguridad en la represión a mujeres, que incluyó violaciones.
Antes del cierre, el viceministro de las mujeres y el género de Bolivia fue también repudiado en silencio. Pero la mayoría de los países de la región acordaron un documento que incorpora muchas de las propuestas planteadas por las feministas. Celebramos esto. Por unanimidad fue aprobada Argentina como la próxima sede en 2022. Esto es producto de un reconocimiento a la creación del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad y también a las posiciones que desde el Gobierno, en sintonía con la sociedad civil, se están promoviendo.
Esperemos que para 2022 tengamos en ejecución varias de las propuestas de Santiago, así mostramos que es posible avanzar en la igualdad y que esto mejora no solo la economía, algo no despreciable, sino también las condiciones sociales, políticas, laborales y familiares de toda la sociedad.
Cabe señalar que en Santiago se plantearon las reivindicaciones de grupos marginados, como las mujeres con capacidades disminuidas, las indígenas, las afrodescendientes, las migrantes, las trans, las campesinas, las trabajadoras sexuales y tantas otras. Fue central el reclamo por el respeto a las defensoras de derechos humanos y a sus territorios, que peligran por la expansión de políticas extractivistas que no solo afectan el medio ambiente, sino también a las poblaciones que son despojadas de sus territorios, les impiden su subsistencia y las persiguen. El recuerdo de Berta Cáceres, la líder guatemalteca asesinada, estuvo presente en las discusiones y presentaciones.
En la defensa del cambio climático y en especial en el Caribe peligran las pequeñas islas, y es clave considerar las políticas y medidas que las mujeres de base están desarrollando. Por eso deben ser respetadas y consideradas por sus gobiernos para que esas medidas a pequeña escala puedan ser logradas para toda la población.
Ahora gobiernos y feministas debemos seguir y ampliar este diálogo a nivel de cada comunidad y país. Estas conferencias tienen sentido si, de regreso, trabajamos para pasar las propuestas del papel a la realidad para todas las mujeres. Ahí deberemos considerar a las más postergadas sin olvidar a ninguna. Esto no es fácil, pero ese es el verdadero desafío. Santiago es la primera etapa de este camino, seguimos en Nueva York del 9 al 19 de marzo, en la Comisión de la Condición de la Mujer en ONU, luego en México en mayo y París en julio, donde gobiernos, agencias de ONU y feministas transformen algunos temas de Beijing, en compromisos voluntarios con actividades financiadas y metas para ver en cinco años realizaciones. Este proceso, llamado “Generación igualdad”, no integra las actividades formales de ONU, ya que es voluntario, solo de algunos países, pero aportará concreciones que no son posibles en ONU, donde son más generales. ¡Vamos a construir ese gran desafío!