Empezamos el 2020 hablando de una realidad dolorosa que hay que desenmascarar para poder cambiarla. Si bien nuestra sociedad dice privilegiar a la niñez, no nos caracterizamos por hacerlo. Ese privilegio es un enunciado que no se corresponde con la realidad. Hace veinte años fui a exponer en ONU sobre la condición de las niñas al celebrarse los diez años de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo realizada en El Cairo en 1994.
En esa presentación dije “la casa es el lugar más inseguro para las niñas en América Latina y el Caribe”, refiriéndome a la violencia y al abuso sexual que sufren, un problema silenciado que surgió en una evaluación de la implementación de las recomendaciones de El Cairo en 11 países de América Latina y el Caribe. Han transcurrido veinte años y sigue siendo válido esto ya que no ha mejorado, incluso ha empeorado en algunos países.
El domingo Patricia Valli en 50-50 se refiere al “Efecto niña y las políticas contra la desigualdad” y comenta un estudio realizado en 14 países de la región. El informe refiere que las de cinco a14 años, pasan el 40% más de tiempo en su casa que los varones realizando tareas domésticas. Este trabajo que recae en la mujer, empieza desde chiquititas. Si queremos cambiar esto tenemos que empezar desde la niñez y en las familias.
El estudio indica que a medida que aumenta la edad de las niñas, sube el tiempo de estadía haciendo tareas domésticas, así las de diez a 14 años están 50% más que los varones en el hogar. El grupo de 15 a 24 años por la maternidad adolescente y/o el casamiento o convivencia precoz, constituyen dos tercios de los Ni-Ni. En el estudio 34% de las mujeres versus 10% de los hombres de esa edad están en el grupo Ni-Ni y son la maternidad y /o la convivencia precoz las causas de esto.
En Argentina, se estima hay 1.200.000 Ni-Ni, el 70% son mujeres y la gran mayoría madres, e incluso muchas conviven. La convivencia que parece no existir en nuestro país, existe. En el 2016 estudiamos en base al Censo 2010 y vimos que hay muchas, conviviendo en parejas con hombres de entre diez y veinte años mayores que ellas y tienen más riesgo de experimentar violencia.
Frente a esto cabe preguntarnos: ¿son las niñas un grupo privilegiado en la región y especificamente en la Argentina? Y si es así, ¿qué clase de privilegio tienen? La respuesta parece obvia, pero debemos decirla y repetirla: tienen el privilegio de ser recluidas a permanecer más en el hogar para hacer tareas domésticas y de ser “abusadas sexualmente” y ser madres precoces sin decidirlo.
Porque la maternidad adolescente no es mala en sí misma, lo es porque en muchísimos casos y en las menores de 15 siempre, no es elegida, es impuesta por varones que no se plantean siquiera contar con el consentimiento, ya que son educados a que ellos tienen derecho sobre las mujeres y ellas deben aceptar esto como el destino “natural” por haber nacido mujeres.
Esta aseveracion puede ser no ser aceptada por muchas personas. Sin embargo es real y es lo que debemos cambiar. En el estudio comentado por Valli, proponen crear redes de niñas para apoyo. Esto es válido y desde hace años organizaciones de la sociedad civil lo hacemos. En FEIM tenemos una Red de adolescentes y jóvenes por la salud sexual y reproductiva desde 1999. Pero no alcanza para lograr la universalidad que necesitamos. La Educación Sexual Integral es clave para acabar con los mandatos rígidos. Además se deben crear “Defensorías de niñas, niños y adolescentes”, como recomienda la Convención Internacional de Derechos de la Niñez y Adolescencia, que el país y la mayoría de los países de la región ratificaron.
En Argentina es una asignación pendiente del Congreso, que no la cumple desde hace 15 años. Hace tres años y por la denuncia realizada por una ONG, se creó la Comisión Bicameral para la designación del /de la Defensor/a, se realizó el concurso con bases que superaron el simple arreglo político con la mirada permanente de las organizaciones de infancia, y se propusieron los tres cargos. Transcurrió un año y no se logró la aprobación.
Esto es un signo claro: la niñez no es prioridad. Nuestros representantes privilegian otros temas. No adoptar un sistema que vele para que no se violen los derechos de niñas, niños y adolescentes, es demostración fehaciente de la falta de prioridad que se le da al tema.