Hace apenas una semana PERFIL rediseñó su tapa, como hace siempre ante hechos excepcionales, para dar a conocer el rostro del hombre más buscado y menos conocido del país. Buena parte del éxito como espía de Antonio Horacio Stiuso (a) “Jaime” era el anonimato. Lo pudo sostener hasta que dejó de gozar de la protección del Estado, bajo la que construyó un poder gigantesco, camaleónico y autónomo.
Comenzó a caer en desgracia Stiuso a partir del memorándum con Irán, al que siempre se opuso. Y multiplicó desde entonces sus ya estrechísimos vínculos con Alberto Nisman para dinamitar el acuerdo. En el medio se ocupaba de operaciones sucias varias, siempre al servicio del kirchnerismo, como la recordada “revelación” de que el ya fallecido Enrique Olivera tenía una cuenta en el exterior, que se confirmó falsa.
El final llegó en diciembre pasado, cuando fue eyectado por las nuevas autoridades de la ex SIDE, a la que había ingresado en 1972 con apenas 19 años. Y el mismo planeta K que lo había prohijado y empoderado como nadie antes, lo apuntó como enemigo número uno desde que Nisman lanzó su denuncia y luego apareció muerto. El Gobierno hizo con él lo mismo que con otros: políticos, jueces, fiscales, empresarios, sindicalistas y hasta Clarín, que mutaron sin escalas de las relaciones carnales a la guerra.
Mostrar a Stiuso no es sólo “desnudar” a un espía jubilado, pese a que está hiperactivo y deberá declarar ante la Justicia por la muerte de Nisman y en el juicio oral por encubrimiento de la causa AMIA. Mostrar a Stiuso es, sobre todo, develar lo que el poder siempre quiere ocultar, con el objeto de seguir construyendo impunidad. Si no, que lo diga el ex ministro Gustavo Béliz, convertido en un maldito de la política tras exponerlo en TV, lo que lo llevó al destierro.
Tras denodados esfuerzos por obtener su imagen, recibimos la foto de “Jaime” el sábado 7 por la noche, un par de horas antes del cierre, de manos de Edi Zunino, jefe de Redacción de Noticias.
Ellos también lo estaban buscando y la obtuvieron de una fuente confiable luego de cerrar el número con Stiuso en la tapa, ilustrada finalmente con la imagen que reveló Béliz.
El chequeo fue complejo. Decidimos no exponer ese rostro por mails, redes ni whats apps: había que confirmar su identidad sólo llevando la foto en persona. Lo pudimos hacer con una sola fuente, además de la que filtró la imagen. Pese a la discreción, cerca de las 11 de la noche, apenas cerrada la edición con la foto, ésta apareció misteriosamente en el Twitter de un fotógrafo ajeno a la editorial y sin las marcas de agua de PERFIL o de Noticias.
El domingo a la mañana, con el diario en la calle, tres fuentes más (de los ámbitos judicial, periodístico y de Inteligencia) ratificaron que “nuestro” Stiuso era Stiuso.
Desconcierta, pero no sorprende, que un creativo e hilarante narrador de la política haya salido a desmentir días después la identidad de la foto y a atacar a quienes fuimos responsables de ello. Tras los tuits altisonantes, varias fuentes más que conocen a Stiuso confirmaron la veracidad de lo publicado.
PERFIL no es infalible, claro. De hecho, nos equivocamos más de lo deseable. Luchamos contra ello incluso a través de nuestro ombudsman, quien señala con precisión quirúrgica cada semana nuestros errores, algunos graves y otros no tanto. Aceptarlos e intentar superarlos es parte de ser creíbles, un camino que se recorre a partir de profesionalismo y honestidad.
Otros no pueden decir lo mismo.