Cuentan que en los primeros años de incorporada la fotografía color en la National Geographic los fotógrafos tenían un truco, el truco de la camisa roja. La cuestión era incorporar en las escenas, en los paisajes, una persona con una camisa roja para darle más vida a la imagen.
El miércoles pasado, la fotógrafa de la agencia turca Dogan, Nilüfer Demir, estaba de recorrida por la costa de Bodrum porque habían escuchado reportes de actividad de inmigrantes en el mar.
Y de pronto se encontró frente al cuerpo del niño muerto, con una remera roja, y los policías que actuaban en el lugar.
No era la primera vez que Nilüfer Demir se encontraba y fotografiaba los cuerpos de infortunados inmigrantes. Pero esta vez fue más fuerte. El cuerpo del pequeño Aylan, con la ropa puesta como para ir a jugar, yacía boca abajo mientras el mar le acariciaba la cabecita. Como reportero sé que Nilüfer no habrá pensado mucho, se le habrán nublado los ojos y como pudo tomó las fotos que hemos visto todos, y cuando digo todos es el mundo entero.
Es difícil entender el drama de los inmigrantes víctimas del fanatismo religioso o de cualquier otro fanatismo. También es difícil entender por qué una imagen de ese drama parece multiplicarse al infinito con la intención de que tomemos conciencia del horror que están viviendo millones de personas. ¿Por qué ésa y no otra fotografía? Desde hace varios meses las agencias de noticias, diarios, canales y la web toda nos muestran imágenes de estas muertes silenciosas, de personas que huyen de su país sabiendo que corren grandes riesgos de perder la vida en el intento. ¿Por qué esa fotografía nos explotó en los ojos? ¿Es causa de la propia fotografía? ¿O se suman todas las imágenes que venimos viendo y ésta funciona como detonador? Sin duda hay múltiples causas y razones para que una imagen se transforme en símbolo de una situación determinada. Desde mi punto de vista, en lo que hace a la propia imagen, creo que la simpleza de su lectura es fundamental. En esta tristísima foto del niño sirio, la que se ha viralizado, hay muy pocos elementos; el mar, la playa, un hombre de espaldas y el niño muerto con la remera roja. El policía también tiene algo rojo en su ropa. Y no hay mucho más. Todo es contundente, no dudamos que el niño está muerto y el policía, en una actitud pasiva y ambigua, nos transmite la impotencia de la situación. El policía parece no saber qué hacer, nosotros tampoco.
Es interesante ver la foto original que tomó la reportera turca. La imagen que fue tapa de cientos de diarios es casi cuadrada y muestra estos pocos elementos que describí. La toma original es apaisada, horizontal, y hay otros elementos en la imagen. Otro policía que viene de frente caminando con una cámara fotográfica, al parecer un perito, al fondo otras personas pescando o pasando un día de playa, más lejos un automóvil blanco sobre el acantilado. Con buen criterio, la propia fotógrafa o su editor reencuadraron la toma y eliminaron todos esos elementos que agregaban una información innecesaria al tema central. Sin duda la fotógrafa no vio o no tuvo presente esos elementos en el momento de gatillar, o quizá cuando se concentró en los dos personajes, el policía tomó al niño y lo alzó, como vemos en otras fotos de la misma serie. Pero esta segunda mirada, que implica un recorte de la toma original, fue la foto que todos recordaremos. Una síntesis del espanto y la impotencia.
Esta vez la remera roja nos mostró la injusticia y la muerte en primer plano.
*Editor de la revista Contrastes. (Ex editor fotográfico de la revista Noticias).