Cuando en los 90 hacíamos teatro sin producción, Mariano Pensotti hacía películas en idéntica intemperie. Para ver “El camino del medio”, medieval y bruegheliana, había que caerse por el Rojas, alguna medianoche, alguna matiné. Éramos pocos y lo sabíamos. Contra el derrotero habitual, Pensotti decidió entonces pasar del cine al teatro donde viene inventando todo lo que permita despedir, exorcizar y asimilar al indómito monstruo del cine entre telones.
Aun así, en la antiquísima ciudad de Atenas, filmó “The audience” para un festival de teatro. Luego, con un guión nuevo, volvió a filmar dos veces más la misma (otra) película en Bruselas y Buenos Aires.
Logré ver la griega por una ventana milagrosa de tres días en el Youtube de la Fundación Onassis. El ardid es sencillo y poderoso: unos griegos contemporáneos ven una obra de teatro y al día siguiente cada uno cuenta a alguien una parte, en medio de una situación muy pensottiana, que bastaría por sí sola para un largometraje entero. Un padre y una hija algo distanciados se reúnen cuando él le dice que debe sacrificar al perro. Ella, algo reticente, lo acompaña a la veterinaria. El perro fue muy importante en la vida de ella, de la que nada sabremos. El tiempo se ancla nostálgicamente en lo que el film puede mostrar: la caminata casual hacia esa despedida. El padre, en vez de hablar de todo lo no dicho, le cuenta la obra de teatro que vio. Después, nada. Próxima escena: una actriz debe sustituir a una colega que tiene que suicidarse en un balcón pero no se anima a saltar. Vestida de otra, sale a fumar mientras la esperan para rodar, pero el cigarrillo no prende y se aleja del set. Se encuentra con un ex, tienen sexo en su disquería y mientras pensamos en la película suspendida, ella cuenta otra parte de la obra de teatro, que se va armando incompleta y fantasmal. El tiempo es suspendido; así habla Pensotti. Todos insisten en que la obra surgía de hechos reales, como si esa Atenas pudiera ser sospechada de ficticia; una Atenas de griegos novísimos que tienen que ver con Aristóteles lo mismo que con Michael Jackson. Dos mucamas de hotel arreglan una pieza; deducimos que son universitarias, refugiadas, que su facultad fue bombardeada y que aquí están, sin quejarse, comentando con sorna lo europeo y domesticado de esa obra de teatro: cultas, invisibles, subsumidas.
Es un film delicioso, de actores bellísimos y calidad planetaria y duele verificar que obras así de urgentes y libérrimas no se puedan ver. Tironeamos de la agenda armada para el exilio de nuestros livings, tuiteando para sacar el cuero a cinco títulos de moda. Pensotti se movió medio milímetro de su hábitat y eso implica la desaparición total. No hay festivales, ni cines, ni Rojas de matiné, donde ver estas piezas. ¿Y si la próxima vez decide pensarlo dos veces y no filma un carajo? Yo no sé bien qué se hace con esto, pero es recurrente.