Fatiga infinita, desazón recurrente, agrio sabor a sopa vieja, horrible, proverbial. Cuatro mil cuatrocientos días después, los terroristas jamás aparecieron ni aparecerán, pero la indómita Justicia argentina ratifica, en la persona del juez Ariel O. Lijo, que no le teme al ridículo.
De modo que ha procesado a la DAIA, un cuerpo colegiado que a través de su presidente de aquel entonces, 1994, resulta imputado de situaciones que ahora son mencionadas como “delictivas”.
De los terroristas, entonces, nada, ¡qué los van a identificar! En un sentido contrario a lo que sucedió con los episodios paradigmáticos posteriores al 18 de julio de 1994 (los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, el de Madrid del 11 de marzo de 2004 y el de Londres del 7 de julio de 2005), en la Argentina nunca se supo nada de quiénes los ejecutaron, cuántos fueron y qué se hizo de ellos.
Ataques “misteriosos”: en el paroxismo de nuestra enfermiza autorreferencialidad, 12 años después lo único que cuenta es si el juez Juan José Galeano se veía o no con el presidente Carlos Menem, si los 400.000 pesos que se le dieron a Carlos Telleldín los autorizó o no el jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy, o si el presidente de la DAIA conversó o no con Telleldín.
Muchos judíos argentinos parecen entusiasmados por este llamativo criterio: hace ya varios años que en la recordación del ataque a la AMIA no se escuchan estribillos contra los terroristas ni condenas explícitas y abiertas a quienes practican ese tipo de criminalidad serial. No, lo que les importa, más que nada, es Menem, Anzorreguy, Corach, Galeano, Beraja. ¿Los terroristas? Tema del Oriente Medio.
Así las cosas, que Beraja ahora resulte procesado en la investigación por la matanza de la AMIA es una pesadilla específicamente argentina. En su primera reacción, y ahora con encomiable claridad, la DAIA replicó a los procesamientos de Lijo en términos nítidos afirmando que, ante la resolución judicial que dictó el procesamiento de quien fuera presidente de la entidad cuando se produjo el atentado (…), era menester aclarar que “la entidad funciona como un cuerpo colegiado que adopta sus decisiones a través del proceso democrático”, y que, como víctima del atentado, ésta “actuó desde el primer momento en su calidad de querellante, luchando por la verdad, la justicia y el castigo a los autores materiales e intelectuales de la masacre”.
Ahora que la Justicia procesa por el atentado a una de las dos autoridades principales de la comunidad judía contra la que se concretó aquella desmesura, la DAIA le recordó al juez que “el Estado Nacional está obligado de manera indelegable e intransferible a investigar y castigar a los responsables de este crimen de lesa humanidad. Al día de la fecha no ha cumplido con dicha obligación”.
Conclusión primera: se transforman las víctimas en victimarios, mientras que no hubo avances de ningún tipo en la investigación, “a más de doce años del mayor ataque terrorista de la historia argentina”.
En castellano sencillo: ya que no pudimos, ni quisimos, ni supimos encontrar y detener a los verdaderos asesinos, vayamos haciendo boca, procesando a quienes fueron a la Justicia para que ésta investigara.
En verdad, la resolución de Lijo le dedica a Beraja escasas y ambiguas líneas, pero los medios le dieron, tal vez con acierto, una dimensión que tiene la virtud de subrayar el tamaño del bochorno.
Luego de 144 meses, habiendo destruido todos los hallazgos y tras obliterar la prueba recogida, ahora se avanza en el retorcimiento final.
¿No habrá sido Beraja el que les entregó el material explosivo a los “milicianos” de Hezbollah que se adjudicaron el hecho? ¿La documentación para entrar al país no se la habrá tramitado el Dr. Galeano? ¿Y el bueno de Carlos Corach no habrá sido quien les suministró los salvoconductos a los heroicos atacantes del 18 de julio de 1994?
Beraja y Corach son judíos, claro, pero –se sabe– forman parte de una “raza”. El presidente Kirchner, que se ufana de su “caridad cristiana”, así denomina a los judíos, como una “raza”. Hay gente que piensa que en esta “raza” hay mucha gente adicta a las traiciones y a las compraventas.
¿Beraja puso la bomba? ¿Cómo explica el juez Lijo su procesamiento? Usa no más de 311 palabras. Entre otras, asevera que “se tiene acreditado –con el grado de probabilidad que se exige en esta etapa– que realizó un aporte a los partícipes y que, si bien fue doloso, también resultó contingente al hecho que se investiga”.
Se trata de un aporte “contingente” que, barrunta, “permite considerar su participación, atento a las colaboraciones que prestó, como una forma de complicidad”.
Según el juez, la participación de Beraja “se inicia en las tratativas con Víctor Stinfale para concretar la edición de un libro que, fin almente, no salió a la luz. Sin embargo, frustrada esa publicación, está demostrado que Beraja continuó ligado a la investigación, habiéndose reunido con la Dra. Luisa Riva Aramayo e, inclusive, se reunió con Carlos Telleldín para lograr que ampliara su declaración indagatoria”.
Atiéndase a lo que sigue: dice el juez que la actitud de Beraja, “luego del robo del video, también constituye una pauta fuerte para demostrar su conocimiento y su vinculación con los sucesos. Sin embargo, esta participación no habría sido determinante como la que les cupo a los restantes imputados, sino que el rol fungible de Beraja y/o la contingencia de su aporte, aunque no tenga implicancias desvinculantes de responsabilidad penal, sí obligan a su consideración; y en estas condiciones puedo afirmar que sin su cooperación, de todos modos, el hecho hubiera podido cometerse. De tal modo, la participación que le cupo no puede ser equiparada a la de los otros imputados, motivo por el cual entiendo que corresponde responsabilizarlo como partícipe secundario del hecho que se investiga”.
Cuando se consigue deglutir esta pringosa prosa y se advierten los alcances verdaderos de esa jerigonza leguleya, queda en claro que Beraja nada tuvo que ver con el atentado (bueno, algo es algo, ¿no?), pero, a falta de “milicianos” fundamentalistas puros y duros, para el juez Lijo un banquero judío no es cosa de despreciar.
La historieta no merecería salir del género del sainete si no fuera porque el ataque permanece impune y, un hecho todavía más penoso, porque sectores activos de la comunidad judía parecen sentirse satisfechos con este demencial procesamiento a la DAIA, cuya actual conducción tuvo el reflejo de salir a gritar la verdad.
Es un dato digno de ser evaluado sin tabúes: el curso seguido por todo el caso AMIA desde el 25 de mayo de 2003 conduce inexorablemente a la condena de la dirigencia judía como la principal responsable del atentado de 1994.
Creer o reventar: así están las cosas. Es lo que hay. n