Los casos de Tiago Geralnik y Santiago Ramos Mingo, de River y Boca respectivamente, volvieron a poner en agenda un tema que perjudica directamente a los clubes del fútbol argentino. ¿Cómo es que cualquier equipo europeo viene y se lleva a nuestros pibes sin dejarles rédito a las instituciones que lo formaron? ¿Cuál es el rol de la familia?
Amparados en la patria potestad, los padres de las joyas de inferiores pueden decidir mudarse lejos del país en busca de mejores condiciones de vida. Pero es tan cierto que nadie puede entrometerse en una decisión personal como que la legislación debería proteger los intereses de los clubes que formaron futbolística y humanamente a los chicos. Y ahí aparecen agazapados los “cazatalentos” de las mejores ligas del mundo y en muchos casos los siempre ambiciosos representantes. De hecho, no es la primera vez que el Villarreal, protagonista de esta historia, utiliza este modus operandi: ya lo hizo en 2015 con el mediocampista xeneize Leonardo Suárez y a inicios de 2018 con el marplatense Francisco Bonfiglio, goleador de la octava de San Lorenzo y figura de la Selección Sub 15 de Argentina.
Claro que esta historia tiene larga data: los Coloccini y Cambiasso fueron los antecedentes directos de los Soule y Garré. Nada cambió en este tiempo y la intervención de la FIFA brilla por su ausencia. Es más, en la mayoría de los casos termina fallando a favor de las familias cuando hay una demanda de por medio, y termina condenando a los clubes argentinos a pedir las migajas de los derechos formativos. Ojo, tampoco es que quien escribe se olvida de que muchas veces los poderosos de Argentina hacen exactamente lo mismo con los pibes del barrio o del interior, pero en la mayoría de los casos tienen la dignidad de dejarles el porcentaje de una futura venta. Y si no es así, la condena es exactamente la misma.
¿Y qué podemos hacer de este lado del mundo para evitar estos abusos? No demasiado. Es cierto que es responsabilidad del área del fútbol amateur “avisarles” a los dirigentes cuáles son los jugadores distintos de las formativas y el club puede protegerse blindándolos a través de un contrato profesional. Pero en River aseguran que a Geralnik se lo ofrecieron en varias ocasiones y solo obtuvieron negativas. Hasta el mismísimo Marcelo Gallardo intentó frenar sin éxito una decisión que su familia ya tenía tomada.
Un código tácito entre los pares de nuestro fútbol pretendía castigar este accionar cerrando la posibilidad de repatriarlos. Por eso sorprendió la decisión de Racing de contratar a Benjamín Garré, otro de los que emigraron bajo la modalidad de patria potestad. El nieto de Oscar, campeón del Mundo en 1986, se había ido de Vélez al Manchester City en 2016 generando muchísimo malestar en Liniers, aunque el TAS terminó fallando a favor de su familia. El préstamo sin cargo de Ricardo Centurión en este mercado de pases parece haber zanjado las diferencias.
Boca tendrá que luchar ahora para retener o sacar alguna tajada de la salida de Santiago Ramos Mingo al Barcelona B. El defensor de la Reserva se codeó con la Primera y hasta jugó en un amistoso ante Chivas, dirigido por Gustavo Alfaro, pero la flamante comisión directiva liderada por Jorge Amor Ameal denuncia a la saliente de no haberlo vinculado contractualmente. “Tenemos derechos y los vamos a ejercer. Lo dijimos en lo previo, que había cosas que no nos caían simpáticas. El tema era un problema interno y externo, con estos dos casos lo que vemos es la realidad que dijimos. No puede ser que a un chico que quiere el Barcelona, Boca no lo tenga con contrato, nos resulta muy raro”, sentenció el actual mandamás xeneize.
No hay dudas de que seguirán apareciendo muchos más casos como estos. Incluso si el día de mañana la legislación comienza a proteger el patrimonio local, seguro aparecerá la trampa inherente a cada ley. Porque las normativas pueden y deben marcar un camino pero, lamentablemente, las decisiones relacionadas con la ética y la moral no están escritas en ningún lado.