El Gobierno está tratando de hacer otra comunicación. Esto es lo que dice Marcos Peña. La discusión por una mejor comunicación no sé si tiene sentido. Si alguien tiene dudas, quiere decir que tenemos que comunicarnos mejor. En realidad, la comunicación es algo que encaja perfectamente con el principio del management de la “mejora continua”. Nadie puede decir: “Ya está: la relación con mi hijo es perfecta. No tengo nada más que hacer”. La comunicación es un proceso que debe ser dirigido por el principio de “mejora continua” porque siempre habrá alguien que no entiende, que no sabe, que se quedó afuera, que no está de acuerdo, que quiere confrontar, que necesita más información, y muchas cosas más.
La primera transformación es de orden relacional, de tipo “metacomunicativa”. ¿Qué significa? El Gobierno está “comunicando para modificar la comunicación”. Está “comunicando-sobre-la-comunicación”. Este cambio tiene como mínimo que sorprender porque en la comunicación política de los últimos doce años sucedió lo contrario. El objetivo de cambiar las reglas de la comunicación puede o no ser logrado, pero el problema fundamental es saber, a esta altura de los acontecimientos, si funcionará como una forma de mantener el consenso que necesita un gobierno para gestionar día a día.
El segundo cambio es una comunicación “privada para todos” a diferencia de una comunicación “pública”. No son lo mismo. La principal función de la comunicación pública es hacer que todos sean conscientes de que todos saben algo; se trata de que “todos sepan que todos lo saben”. Esta conciencia general sobre el estado de la comunicación de los demás permite que todos, propios y opositores, tengan las expectativas compartidas sobre el presente y el futuro. Esto refuerza y consolida razones para que votantes, indecisos y opositores al Gobierno participen activamente en la discusión política.
Y la tercera modificación es un uso masivo de la comunicación de “señales”. Las señales son mensajes muy claros porque están incorporados por el aprendizaje en la cultura de un grupo social.
Generan reacciones unánimes en cada audiencia. Señales son, por ejemplo, el acercamiento a ciertos países y el alejamiento de otros, la distancia relativa y expresada hacia ciertos actores sociales; la manera en que el Gobierno toma distancia de la Justicia, o el intento de incorporar algunos funcionarios del gobierno anterior para la propia gestión. Señales son los cientos de miles de tuits o de posteos en los medios digitales y sociales que se comunican cada semana. Así, la comunicación del Gobierno se sustenta en una gran cantidad de señales que se dirigen a diferentes “nichos”.
En definitiva, las críticas a la comunicación del Gobierno suenan porque hay gente no satisfecha. Seguro que hay que comunicarse mejor con ellos porque lo están demandando. De esto no hay dudas: quien demanda mejor comunicación es porque la necesita. Así de realista es la comunicación. Pero además, lo esencial que aún no está ocurriendo suficientemente, es que el Gobierno “coloque a mano” de los ciudadanos argumentos, ideas, palabras y razones que puedan ser usados para defenderlo y para decidir votarlo el año próximo. A esto llamo “comunicación de góndola”: colocar los mensajes al alcance del “consumidor”. Si estos “productos” no están en la “góndola”, “comprarán” finalmente otra marca. Puedo cambiar la relación y puedo no tener un “relato”, pero debo arreglármelas para que mis mensajes estén cerca de los que me apoyan y de los que dudan, para ayudarlos a que me apoyen.
La gobernabilidad no está asegurada. Faltan muchas pruebas. El consenso es un mecanismo de producción de gobernabilidad y es necesario usarlo día a día si se quieren inversiones y estabilidad social. Y la comunicación debe aportar al consenso y debería hacerse bajo el principio de la “mejora continua”.
*Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral.