Proceso y acontecimiento. Las realidades de los países no surgen de la nada. Son productos de procesos. En lo individual y en lo colectivo somos atravesados por múltiples procesos económicos, políticos y sociales que se desarrollan en forma simultánea, pero que tienen diferentes puntos de arranque y velocidades. Distintos son los acontecimientos, que como explosiones inesperadas tienen la capacidad de cambiar el curso de los procesos, y a veces de la historia. Es muy común –y típicamente argentino– confundir hechos con acontecimientos. Ocurren hechos todo el tiempo, pero sólo unos pocos se transforman en acontecimientos sociales en condiciones de conmover a una sociedad. Muchas veces, aunque no siempre, los acontecimientos se vinculan a la muerte, como la Guerra de las Malvinas, la muerte de Néstor Kirchner, o la muerte del Fiscal Nisman. Este último, fue un acontecimiento que tuvo incuantificable influencia en las elecciones presidenciales, pero provenía de otro: la voladura de la AMIA. Sobrevuela la pregunta si el caso de José López podrá transformarse en ese acontecimiento buscado por algunos para poner fin (ahora sí) al kirchnerismo. Lo que no terminan de identificar esos sectores, es que el kirchnerismo también fue un proceso, que surgió de la crisis disolvente de fines del 2001, y que en condiciones parecidas otro proceso político asumirá su lugar, probablemente con protagonistas que no podemos ni imaginar en estos momentos, pero si el proyecto que Macri propone, alcanza un mediano éxito, otro será el sistema político resultante. Definir qué significa exactamente ese éxito, será un debate de otro índole.
Proyecto. Macri plantea a la sociedad un proyecto que se ubica en las antípodas del kirchnerista.
1– Por un lado propone cambiar el eje movilizador de la economía del consumo a la inversión. Disposición no menor, ya que mientras consumidores son todos los que en forma permanente o transitoria ocupan un mercado local, los inversores son actores económicos específicos con una estructura de decisiones globales.
2– El macrismo también formula como lógica pasar de una economía cerrada a una abierta al mundo. Es un tema relevante, se puede leer la historia argentina en clave de lucha entre librecambistas y proteccionistas, como se solía decir antes. Curiosamente, el kirchnerismo fue cerrando la economía y protegiendo sectores casi a la fuerza de las corridas cambiarias, más que por una decisión estratégica o una convicción, que terminó en el cepo cambiario y lo que le valió innumerables discusiones con Brasil y la condena de la Organización Mundial del Comercio. Claro que es un mal momento para abrir la economía vista la crisis del mayor socio comercial del país, pero un modelo a la chilena es la meta que entusiasma a muchos miembros del Gobierno.
3– En el nuevo esquema el eje de los aumentos salariales deberían pasar por la productividad y la competitividad de los sectores, un sueño que Cavallo nunca pudo llevar a la práctica, y probablemente necesite cambios de la ley de Contrato de Trabajo, que tendrá la resistencia de los sindicatos desde el primer minuto.
4– El rol del Estado. Mientras en el kirchnerismo el lugar central era el de reparar las injusticias, y equilibrar la balanza de los débiles frente a los poderosos (este discurso se vio especialmente en los debates de la Ley de Medios), en la nueva propuesta el Estado debe facilitar las posibilidades de los emprendedores a los que el Presidente se refiere todo el tiempo, en una nueva lógica del esfuerzo y meritocracia.
5– La comprensión de la temporalidad también se modifica. Va desde un presente permanente e inmediato que Cristina expresaba en forma constante en sus actos fuera y dentro de la Casa Rosada, a un mediano y largo plazo que lo debieran protagonizar actores por fuera del Estado, es decir la iniciativa privada. Es claro que los argentinos –luego de tantos sobresaltos– tienen dificultades para pensarse en algo que no sea el cortísimo plazo.
Ansiedad gubernamental. Si el proyecto macrista plantea que sus resultados serán visibles en el mediano y largo plazo, sorprende la necesidad de mostrar hechos todo el tiempo, que los lleva a idas y venidas, generando una sensación de improvisación o en palabras de Aranguren de “ir aprendiendo sobre la marcha”. Estos movimientos, incrementan la incertidumbre en la sociedad, y desdibujan dos de las principales virtudes de Macri: la innovación y la capacidad de trazar un norte. Un ejemplo de lo primero es el sistema impositivo, en vez de pensar una reforma integral, se siguen planteando nuevos parches. Un ejemplo de lo segundo es la relativización de la propuesta de campaña de Pobreza Cero. Uno de los problemas es que el propio Gobierno generó altas expectativas con mejoras inmediatas en el “segundo semestre”.
Más que resultados lo que genera es una dilapidación del capital más importante: la credibilidad. Pareciera que el Gobierno asume el ritmo circadiano de los medios de comunicación. Los medios obviamente necesitan primicias y novedades todo el tiempo a diferencia de la economía de un país.
Pasado por futuro. Ante la dificultad para mostrar resultados inmediatos, observando las bajas perspectivas en los tiempos venideros, la principal herramienta discursiva y fuente de argumentación del macrismo pasa por echar la culpa de todos los males al kirchnerismo, intentando mostrar que todo el proceso de más doce años se redujo a una asociación dedicada a malversar fondos públicos. El caso López parece darles la razón por la obscenidad de los bolsos llenos de divisas volando tras los muros conventuales. Sin embargo, si sigue excavando en las propiedades de Báez en el Sur del país, probablemente se encuentren con el fallido modelo de acumulación capitalista argentino, donde un puñado de empresas han logrado desde hace varias décadas cartelizar la obra pública, vinculadas a los gobiernos que se fueron y a los que vendrán.
Es más, podrán encontrar grupos empresarios con comparten la misma lógica en diversos sectores de la economía: minería, bancos, supermercados o entre las exportadoras cerealeras. Todos con gran capacidad de encontrar en el Estado un “socio” que les asegure rentabilidad con mínima inversión. Desarmar ese entramado implicará cambiar muchas lógicas fuertemente enraizadas en la Argentina.
*Sociólogo y analista político. @cfdeangelis.