Tenía razón el Gobierno: contaba con la cantidad de diputados necesarios para darle media sanción a la ley que ratifica la resolución 125 con mejoras agregadas, pero sin tener que modificar su esencia. En el Senado, su mayoría sería más cómoda (ver reportaje a Julio Cobos en la página 20), y dentro de una semana las retenciones móviles se convertirán en ley.
El resultado es uno solo; su significado, múltiple. Néstor Kirchner puede tanto ser el general que ritorna vincitore como el Radamés de Aída tras derrotar a los ejércitos etíopes, o como el último Napoleón que todavía triunfaba, pero al costo de consumir medio millón de soldados franceses por año que quedaban muertos o malheridos en los campos de batalla. El resultado, que según el acta oficial fue de 129 a 122 (la pizarra del recinto computó mal un voto sin identificar), permite cualquier conjetura: triunfo, empate o señal de inminentes derrotas. Pero en cualquier caso indica dos cosas sobre el Gobierno: que fue inteligente al pasar las retenciones móviles al Congreso, y que sus fuerzas están diezmadas.
Estado de debilidad que no necesariamente implica que no pueda reponerse. Dependerá de cómo metabolice este resultado. Si lo cree un triunfo y se envalentona, cavará su propia tumba. Si lo procesa como un empate que advierte sobre la posibilidad de eventuales derrotas, se enriquecerá, tal como lo señala la conocida frase de Nietzsche: “Lo que me hiere y no me mata, me hace más fuerte”.
En el Brasil de hace tres años, también Lula transitó por un período de enorme debilidad política, del que luego logró reponerse y hasta ser reelecto. ¿La grieta entre el Gobierno y Solá o Schiaretti será perpetua? Los diputados y gobernadores que votaron o se manifestaron en contra de la posición del Gobierno respecto del campo, ¿se fueron para siempre a otro territorio político o sólo manifestaron su disenso puntual sobre un tema? La respuesta dependerá de la economía. Si el Gobierno logra controlar la inflación y recuperar una imagen de dominio sobre los acontecimientos, y no al revés, podrá rehacerse como lo hizo Lula, a quien el crecimiento de Brasil (impulsado en parte por las mismas commodities que auxiliaron a Kirchner) ayudó a cicatrizar todas las heridas.
El pronóstico es reservado, porque la Argentina acumuló distorsiones por una exagerada y muchas veces incorrecta intervención del Estado en la economía, que Brasil nunca sufrió; pero tampoco se trata de situaciones que no puedan ser reparadas si existe la comprensión del problema y la voluntad de solucionarlo.
En el interregno, Cristina Kirchner, la gran incógnita, consumió casi la mitad del tiempo de que disponía entre que fue electa y volvía a tener que poner su liderazgo a la consideración de los votantes: faltan 14 meses para las elecciones de 2009, y parece haber pasado un siglo desde 2007, el último año políticamente cómodo para el Gobierno.
Se dice que en una discusión gana el que pierde, porque se lleva la razón del que gana. ¿Quién ganó ayer? ¿El Gobierno? ¿La oposición? Mínimamente, ganó el país, que recuperó el protagonismo de un poder fundamental del Estado como es el Congreso (que progresivamente deberá ser más importante aún) y reafirmó la idea de que la Corte Suprema es un freno institucional a eventuales excesos del Poder Ejecutivo. No es poca cosa.