Hay animales que, por sus similitudes, solemos confundir. Un poco producto de nuestra ignorancia y otro poco por el parecido que tienen nos dejamos llevar al error. Para dar algunos ejemplos, aparecen el búho y la lechuza, la foca y la morsa, la llama y la alpaca, el camello y el dromedario. Ni qué decir cuando nos metemos con los caimanes y yacarés. O con guepardos, leopardos y jaguares. Las serpientes y las víboras nos resultan iguales a la hora de los sustos.
Vale aclarar que muchas veces sabemos distinguirlos, pero utilizamos para nombrarlos el animal que nos resulta más genérico. Es el caso del camello y el dromedario. Vemos una película que transcurre en el desierto del Sahara y el animal que pertenece a ese lugar es el dromedario pero lo llamamos camello. El dromedario tiene una joroba y el camello dos.
Otra categoría es la de los animales que se confunden con el ambiente, que habitan y permanecen escondidos e invisibles a nuestros ojos y a los de sus enemigos y depredadores. Adquieren formas o tienen colores que les permiten mimetizarse en selvas, bosques, agua. Los maestros más conocidos de estos disfraces son camaleones, ranas, arañas, polillas y varios peces.
Son tiempos de fragmentación de los partidos políticos. Se están cumpliendo 25 años de la reforma constitucional. A dicha enmienda se llegó producto del Pacto de Olivos. Los otrora dos partidos mayoritarios decidieron modificar la Constitución, logrando algunos valiosos avances pero también medidas que quedaron a mitad de camino a la espera de tiempos mejores.
De aquel bipartidismo poco va quedando y ya no nos resulta sorprendente ver políticos que, autodenominándose peronistas o radicales, pueden integrar fuerzas que compiten con otros que también insisten en llamarse radicales o peronistas. O nos encontramos con “progres” en todas las alianzas electorales, o conservadores, o liberales, o republicanos. Son los casos de aquellos capaces de camuflarse o mimetizarse a fin confundirnos con el propósito de sobrevivir.
Un amigo me señaló que algunos no se disfrazan, sino que son una suerte de clones de personalidades famosas que, al asemejarse a ellos, resultan favorecidos. Me daba como ejemplos a los que aún calcan a Alfonsín o alguno que imita a Tinelli.
De la absurda obligatoriedad de las PASO han transcurrido 20 días, pero su resultado nos coloca, hora a hora y declaración tras declaración, en crisis.
La victoria del Frente de Todos aporta interrogantes que el tiempo y la gestión se encargarán de dilucidar, con consecuencias que esperemos sean favorables para la Argentina.
Un primer análisis de las PASO nos hace decir que ganó el peronismo, pero si prestamos algo más de atención, vemos en la nueva alianza que de llegar al poder lo hará ligada con el kirchnerismo, que aportó un alto piso de votos.
El kirchnerismo posee en su ADN una dosis de justicialismo pero también tiene genes ajenos al peronismo. El peronismo es el dromedario.
La responsabilidad presidencial recaerá, casi con seguridad, en Alberto Fernández, pero la determinante Provincia de Buenos Aires quedará en manos del kirchnerismo “cristinista” de Axel Kicillof y la jefatura de los bloques de legisladores del Congreso en la conducción de Máximo Kirchner, acaso más emparentado con la gestión “nestorista”. Ellos son los camellos.
El propio Alberto Fernández reconoce en un diario: “Nosotros somos algo nuevo, somos más que kirchneristas”.
¿Cómo funcionará esta nueva coalición? Lo dirá el futuro y la pericia de sus integrantes para alcanzar aciertos y superar dificultades.
Algo similar ocurrirá con la nueva oposición, que deberá, por el bien de la alternancia democrática, aglutinar a búhos y lechuzas.
Distinguir entre algunos animales no es sencillo, el color de su pelaje, sus comportamientos e incluso sus formas pueden confundirnos. Esperemos que entre tanto camello y dromedario los jorobados no terminemos siendo los argentinos. Que no nos metan gato por liebre o nos tomen por pavos.
*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR-Capital).