COLUMNISTAS
reloj de la politica

Puntualidad

default
default | CEDOC

El tiempo nos atraviesa. Se lo mide en los deportes, en los taxis, en los trabajos, en las siembras, en los mandatos políticos, en las contracciones de las embarazadas. El tiempo se mide y nos mide.

Este afán de calcular el tiempo viene desde muy atrás en la historia de la humanidad. Probablemente la observación del sol empezó a dar una idea de repetición con posibilidades de ser medida. Luego se deben haber ido agregando elementos como Obeliscos que, con la proyección de su sombra, daban resultados mejores, aunque imprecisos.

La noche, los días nublados o la propia rotación planetaria impedían exactitudes.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Las estrellas y la Luna fueron aportando lo suyo. Tuvimos relojes de agua (Clepsidras), relojes de fuego (velas que se derretían), de arena. Con la invención del péndulo se logró el cálculo de los minutos. Aparecieron relojes pulsera, los de cuarzo, eléctricos, atómicos. Hoy tenemos relojes en los celulares, en los microondas, en los autos, en las pantallas, en millones de lugares.

“A la hora” de hablar de relojes, son los suizos los que cuentan con el mayor prestigio en cuanto a la calidad y precisión.

A principios del siglo XVII se crea en Suiza el primer gremio de relojeros, lo que da una idea de su producción masiva aún en esos tiempos.

Juan Calvino, el estricto reformista protestante, en el siglo XVI prohíbe la fabricación de joyas en Ginebra por considerarla una práctica de idolatría, una herejía. Los joyeros tuvieron que readaptar sus tareas, las destrezas de sus manos y las orientaron a la relojería.

En la actualidad, la relojería suiza, debido al avance y la exactitud proporcionadas por la tecnología en la medición del tiempo, ha ido perdiendo terreno por lo que apelan a la tradición de su precisión artesanal y le agregan al reloj una finalidad de lujo y prestigio.

Es en Ginebra, tierra de certezas y equilibrios, donde funciona la OIT (Organización Internacional del Trabajo) desde hace cien años.

Creada después de la Primera Guerra Mundial, como parte del Tratado de Versalles, con el propósito de alcanzar justicia social que ayude a lograr la paz entre las naciones.

Su resultado es una organización tripartita formada por representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores, los que, a través del diálogo social, intentan obtener en acuerdo, normas laborales y políticas.

Realiza la OIT una Conferencia Internacional por año, algo similar a un Parlamento Internacional del Trabajo, y es escenario de discusión de cuestiones sociales y laborales.

Hacia cada conferencia intentamos peregrinar los sindicatos, confederaciones de trabajadores del mundo y asociaciones internacionales, con el propósito de llevar inquietudes, reclamos y poner en vidriera los problemas laborales locales, regionales, sectoriales y mundiales.

Este 2019 ha sido la Conferencia del Centenario y cabe señalar que hacía más de ocho años que no se formaba un Convenio (norma más importante de la OIT) y que este año se aprobó el Convenio N°190 y una Recomendación para hacer frente a la Violencia y el Acoso en el lugar de trabajo.

El proceso para llegar a esta normativa comenzó hace diez años con participación de organizaciones internacionales que integramos desde APOC, como la ISP, la CSI, la Ulatoc, como así también de la Argentina, incluyendo la CGT, con la impronta de un equipo liderado por Gerardo Martínez y las CTA.

Como entidades de base participamos los sindicatos de Justicia (UEJN), de recaudación (Aefip) y de personal de los organismos de control (APOC), integrantes de la Red ICJ.

Numerosas compañeras y compañeros de estos tres sindicatos han trabajado a lo largo de estos años para que esta norma llegara a buen término.

Resta la ratificación del Convenio 190 en el seno del Congreso Nacional y con ella, las y los trabajadores contaremos con una herramienta de protección, tanto en el ámbito público como en el privado.

Los relojes se empecinan en ir marcando la hora de acuerdo a los husos horarios que corresponden a cada país. Mientras en Argentina son las 12 del mediodía, en Suiza son las 5 de la tarde.

También hay un tiempo diferente a cada realidad ya que, mientras en Ginebra se discutía un instrumento para aportar al mundo trabajo decente, en Argentina nos sorprendíamos con la discusión de nombres cuya elasticidad les permitía ser candidatos en cualquier partido o alianza política.

Bienvenido el Convenio 190 al mundo de los trabajadores y el trabajo, y que el reloj de la política local no atrase para los más postergados. Seamos puntuales.

*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR-Capital).