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Los trabajadores en la Luna

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La Luna está de moda. Cincuenta años atrás la humanidad puso un pie en su superficie y esa huella rayada, que se mantiene moderna, nos habló de un Universo mayor al que concebíamos. Las difusas fronteras espaciales se corrieron y con ellas las posibilidades de la vida humana.

Pero también al haber alcanzado la Luna, haberla tocado, caminado sobre ella, más allá de generar nuevas esperanzas, palparla, en mayor o menor medida, le quitó contenido al romanticismo que la Luna, antes lejana e inalcanzable, derramó en la poesía, en la música, en los corazones, en definitiva, en el amor y sus consecuentes quimeras y deseos.

La Luna ha sido diosa en varias religiones, iluminó a las brujas, se ha vestido de pareja imposible y es objeto de las más variadas metáforas de escritores y de amantes.

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La vemos plateada, la creíamos de queso, la regalamos como la mejor joya, pero, cuando nos damos cuenta que nuestra humanidad imperfecta anduvo sobre ella se nos caen los halos de candor.

Tal vez esa pérdida de utopías, puestas con afán en el astro, hace que algunos quieran descreer que los seres humanos llegaron a la Luna. Hablan de una gran patraña sostenida en el Norte y, curiosamente, avalada en la antigua URSS. Algo así como el chico que se empeña en creer en Papá Noel y no escucha razones que le demuestren lo contrario.

La Apolo 11, o mejor dicho, los módulos lunares de ascenso y descenso medían algo más de tres metros de altura y 4,5 metros de ancho. Allí, contra toda claustrofobia, se alojaban los tres tripulantes, sin asientos, sostenidos por unos tiradores y una temperatura interna de 24 grados.

Confieso que, como muchos, me pregunto qué habrán sentido Neil Armstrong, el primero en pisar el polvo lunar o Edwin Aldrin, el segundo. Pero el que más me despierta curiosidad es Michael Collins, el tercer astronauta y único de la expedición que no tocó la superficie astral. ¿Lo habrán decidido por sorteo? ¿Piedra, papel o tijera dentro del Apolo? ¡Realizar semejante travesía para volverse con las botas intactas!

Collins es algo así como Ringo Starr para Los Beatles o Chocolate Baley, arquero suplente de futbol en el Mundial 78, que hizo banco todo el campeonato.

El movimiento obrero, representado por la CGT, ha decidido mantenerse equidistante en las próximas elecciones. Algunos dirigentes sindicales sí apoyan de manera personal a diversos candidatos, pero la central obrera, forzada por la dispersión del peronismo, no permanece neutral, como se ha dicho, sino que ha sido neutralizada por la fragmentación del Partido Justicialista. Palabras similares, pero de significados distintos.

Los sindicalistas que venimos de otros espacios políticos conocemos el recelo que despierta nuestra actividad en nuestros propios partidos.

Las atomizaciones partidarias no se detienen y nos llevan a una nueva costumbre en la que, más allá de nuestras adhesiones históricas, debemos plantearnos una nueva estrategia para la defensa de los trabajadores. Nuestros afiliados gremiales también han corrido a  un costado tradicionales fidelidades partidarias y hoy se balancean, sin falsos pudores, de un candidato a otro.

Lo que no se modifica son las necesidades que tienen los trabajadores, los eslabones más débiles en un país de enormes carencias, y debemos representarlos contemplando la realidad política y laboral.

Collins regresó de la aventura espacial sin poner un pie en la Luna. Le tocó, en la misión, una tarea solitaria y abnegada, necesaria para el éxito final, pero con algo de frustración a la luz del acontecimiento.  

En estas elecciones nacionales los trabajadores, como Collins, no pisaremos la superficie lunar. Nos corresponde, en consecuencia, un profundo debate interno y la elaboración de consensos para que el universo del empleo tenga nuevas fronteras, ilusiones y concreciones para los que trabajan o quieran hacerlo. Un pequeño paso para cualquier sindicato para dar un gran paso en la defensa de las condiciones de trabajo.

 

*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR-Capital).