Asista o no a la reunión de hoy en el Golf Club de Santa Teresita, el peronismo bonaerense le reserva a Daniel Scioli el papel estelar en la nueva entrega de ficción que pretenden montar en torno a la unidad de las tres corrientes que pelean por el predominio en esa fuerza: La Cámpora y los intendentes subordinados a CFK, los jefes comunales más próximos al ex gobernador, que sindican al ala juvenil como fuente de todo mal, y los que temen quedar lejos de la discusión de candidaturas en 2017 si expresan simpatías por la gestión de María Eugenia Vidal.
Sin una observación detenida del complejo trámite seguido en la Legislatura bonaerense por el Presupuesto, esa accidentada topografía resulta inaccesible. Su sanción consolidó la alianza con la gobernadora de Sergio Massa pero potenció también la que mantiene con Mauricio Macri, forzado por ese acontecimiento a rectificar el anuncio original de su compañero de viaje al foro de Davos.
El Presidente hubiese preferido hacerlo con un dirigente opositor de buena imagen pública y de nula representación territorial. Esa ventaja comparativa quedó invertida en el transcurso de esa gestión, cuando Scioli no pudo garantizar a Vidal el éxito de la negociación que hizo emprender a Alberto Pérez, a cambio de algún tipo de reconocimiento: los votos necesarios para alcanzar la mayoría especial y aprobarlo el 29 de diciembre.
Legisladores de Massa especulan con que la interferencia del ex jefe de Gabinete proveyó a José Ottavis de una excusa más consistente que la llamada telefónica de Cristina Fernández para sobreactuar una dureza que no había mostrado en las conversaciones previas y que, de forma paradójica, habilitó la intervención de los intendentes autoconvocados en Almirante Brown el 4 de enero. El jefe de los diputados K supo por ellos que los 55 municipios que administra el peronismo eran damnificados directos de esa decisión.
De los 45 reunidos en la zona Sur, Gustavo “el Gallego” Menéndez fue el más esperado por Massa antes de arrancar la cena que sirvió en Pinamar el día 9 y a la que además del gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, Diego Bossio y el diputado Carlos Caserio en nombre de José de la Sota, asistieron discretos delegados del senador santafesino Omar Perotti y del ex gobernador de San Juan José Luis Gioja.
Al intendente de Merlo lo une una razón más poderosa que los desencuentros cuando admitió a su antecesor, Raúl Othacehé, en el Frente Renovador: la amistad que cultiva con Vidal. Las presiones de los de Hurlingham y Lomas de Zamora para que no concurra fueron compensadas con el documento suscripto en San Antonio de Padua esta semana a favor del Papa. Una figura equidistante de Macri y de Massa.
El ejercicio de oración compartido con Juan Zabaleta y Martín Insaurralde podría ser el primer acto de rebelión de Verónica Magario, cansada de que el protocolo del ceremonial en el municipio que conduce privilegie a Fernando Espinoza en los actos institucionales. Como representante del sciolismo bonaerense junto a los jefes comunales de Florencio Varela y Ezeiza, Julio Pereyra y Alejandro Granados, el titular del PJ promueve a Juan Manzur como figura de recambio a Eduardo Fellner en el orden nacional.
El caudal de votos obtenidos es la credencial que agitan a favor del gobernador de Tucumán. Un argumento insólito a la luz del escándalo y las sospechas de fraude en los comicios en que se impuso y que aluden a las dificultades del peronismo para procesar la derrota, pero también las demandas de transparencia.
Bajo la lógica de esa aritmética que no siempre refleja el pulso de la política, el PJ se autosujetará a Scioli en una sintomática coincidencia con Macri. No hay otro dirigente capaz de garantizarle 40 puntos en las elecciones de 2017, donde podría ser candidato a senador nacional a cambio de cederles a los intendentes la confección de la lista de legisladores provinciales, como antes hizo con Cristina y La Cámpora.
El problema es que Scioli jura fidelidad a la ex presidenta, cuya representación bonaerense ostenta la corriente de su hijo Máximo, de quien se muestran cerca los intendentes de San Antonio de Areco, Berazategui y Avellaneda: Francisco Durañona, Juan Patricio Mussi y Jorge Ferraresi, el más remiso a la reunión de Santa Teresita. Espinoza, Pereyra y Granados querrían dejar fuera de las listas sólo a La Cámpora.
Junto a Magario, Mussi y Ferraresi fueron ausencias importantes del encuentro en Almirante Brown que promovió Insaurralde en combinación con su aliado y anfitrión, Mariano Cascallares, para correr la sede de los distritos de La Matanza y Florencio Varela. El intendente de Lomas compartió acto con Scioli esta semana pero se desmarcó de las críticas a la devaluación y apenas insinuó una al incremento de la coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires por decreto.
El encanto de Insaurralde parece residir en el arte de practicar diversos matices de oficialismo sin que se note: su administración es reivindicada como modelo por el intendente de Cambiemos en Lanús, Néstor Grindetti, con quien cultiva una discreta relación política. La semana pasada los gabinetes de ambos municipios se reunieron para evaluar planes de cooperación y asistencia recíproca en saneamiento ambiental e hídrico.
Cambio. Pero las últimas declaraciones de Macri antes de partir de Davos podrían trastocar los planes de pronunciarse en la Costa Atlántica contra la inflación, el despido de empleados públicos y a favor de paritarias sin techo: formas de disimular la falta de respuestas concretas a lo que juzgan con inquietud como el avance indetenible del PRO. Tal vez como parte del mismo fenómeno el Presidente acaba de dejarles otro acertijo a resolver: definió a Massa como líder opositor y acaso el futuro jefe del peronismo en los próximos meses, lo que motivó una respuesta airada de Scioli. “El peronismo es un partido democrático que no necesita que el Gobierno le imponga un jefe con un DNU”, respondió ante la crisis de conducción quien el peronismo bonaerense imagina como su propio Gauchito Gil mientras encuentra una fórmula para salir de ese problema.