Alemania sostiene a Grecia y a Europa. Merkel, como la columna del edificio europeo. |
Frente a Grecia está, a un lado, Turquía, el país que compartió durante años con Argentina salvatajes del FMI por sus crónicos problemas económicos. Al otro, Italia, la nación de mayor deuda en relación con su producto bruto de toda Europa. Y un poco más allá, España, el país que más riesgo tendría de contagiarse la crisis económica de Grecia. Todos tienen sus costas bañadas por el Mediterráneo y son parte del sur de Europa, tradicionalmente menos disciplinado que el norte.
Esta forma de ver cómo la geografía afecta a la economía es en función de la latitud: simplificadamente, más frío es igual a más desarrollo. Allí la fría Alemania soporta con su fortaleza a las economías sureuropeas, como simboliza la ilustración de esta contratapa, con Angela Merkel sustituyendo a una columna del gran edificio griego.
Otra forma de utilizar la geografía para distinguir el mapa económico sería oponiendo lo viejo a lo nuevo. La Grecia clásica (que incluía Turquía) fue cuna de la civilización occidental y la primera nación moderna. Le siguió el Imperio Romano, que se expandió por toda Europa pero primero lo hizo por los países bañados por el Mediterráneo para luego subir hacia el Norte. Y recién más tarde emergieron como potencias los más “jóvenes” noreuropeos.
Esta otra forma de recorrer el curso del desarrollo económico va de Sur a Norte pero también de Este a Oeste, ya que en su ola de progreso al norte de Europa le siguió luego Estados Unidos y ahora China.
Esta visión del mapa podría tener alguna inspiración en la teoría de la destrucción creativa de quien fue ministro de Economía de Austria tras la Primera Guerra Mundial y célebre profesor de Harvard casi hasta su muerte, Joseph Schumpeter. Simplificadamente: se crece hasta hacerse conservador, o sea: se muere de éxito. Y como la innovación es la dínamo del desarrollo, lo nuevo vence a lo viejo. Max Weber, aunque desde la perspectiva del análisis de las religiones, sostenía que el tradicionalismo, al ser contrario a la innovación, era una fuente de atraso para los pueblos.
Weber, autor de La ética protestante y el espíritu capitalista, también explicaría la excepción que confirma la regla: Irlanda, la otra economía seriamente afectada que no es ni cálida ni mediterránea. El la separaría –excesivamente– del resto del norte de Europa por ser católica.
¿Y dónde está la Argentina en este recorrido Sur-Norte/Este-Oeste? O más concretamente: ¿cuánto perjudicará la crisis europea a nuestro país?
En un mundo global, todos los países son afectados por las crisis de los otros. Pero en el balance de ganancias y pérdidas, a pesar de que entre estas últimas se encuentra un inicial menor valor de las comodities por una menor demanda europea, una mayor dificultad y costo para refinanciar deuda y una revaluación de nuestra moneda que está alineada al dólar, lo que obligaría a tener que devaluar más el peso para mantener idéntica competitividad con su agregado inflacionario, las ganancias de largo plazo podrían ser superiores para todos los países “nuevos” como la Argentina.
El BRIC: Brasil, China, Rusia e India, primero, y luego Sudamérica en su conjunto y Africa vienen siendo beneficiados toda vez que lo nuevo vence a lo viejo y desde hace varios años siguen creciendo el doble que los países desarrollados. Quizá no tenga nada que ver, pero Shakespeare decía que la sangre joven no obedece los viejos mandatos.