La reciente confirmación del economista José Luis Espert de que un espacio liberal-libertario tiene intenciones de competir en las elecciones de 2019 con candidato a presidente y a legisladores podría abrir una inesperada instancia de duda y perplejidad en la hoja de ruta del oficialismo de cara al crucial turno electoral del año próximo: ¿podría Cambiemos perder votos “por derecha”?
Más allá de eventuales nombres y candidaturas –se menciona a Espert como candidato a presidente–, el espacio liberal-libertario comenzó a tomar forma y fuerza en estos años del gobierno de Macri y se asienta fundamentalmente sobre dos pilares con alto impacto en el votante de Cambiemos: la economía y los valores sociales.
Desde el plano discursivo, la economía constituye, para este espacio, la principal fortaleza: varios de sus principales referentes son economistas y provienen del campo de la ortodoxia, es decir, son críticos de la política económica del Gobierno, especialmente de la histórica persistencia del déficit fiscal y del llamado “gradualismo” en la “normalización” de las variables macroeconómicas.
Impulsores del equilibrio y el superávit de las cuentas públicas, y de un rol menos protagónico y más eficiente del Estado, los liberales deben enfrentar cotidianamente las críticas del “progresismo” (políticos, empresarios, gran parte del periodismo), que sostiene la imposibilidad de llevar adelante tales medidas en función del supuesto costo social de su aplicabilidad. Si la candidatura finalmente se concreta, entonces, supondrá un paso más en la batalla “cultural” por los principios liberales, también basados en la apertura comercial en defensa del consumidor, la mayor productividad laboral y la competitividad del país.
En cuanto a los valores, por otra parte, la identificación con un discurso políticamente incorrecto (talón de Aquiles de la política tradicional argentina, que hace décadas no da respuesta a problemas concretos de la gente) coloca a los referentes liberales muy próximos a cierto sentido común del ciudadano de a pie, que ve con buenos ojos, entre otros, el reclamo a la clase política para que alguna vez también haga el ajuste, el fin de las mafias sindicales y la corrupción sistémica, la implementación de políticas de seguridad que no beneficien a los delincuentes, y la defensa del republicanismo y la decencia política.
Todo ello, bajo el formato de una candidatura presidencial, podría ser una oportunidad para “refundar” el liberalismo como espacio político en Argentina, país donde manifestarse de “derecha” parece implicar solamente atributos negativos (autoritarismo, conservadurismo, insensibilidad social, entrega del país, etc).
Sin embargo, más allá del debate en el plano de las ideas, conviene advertir que, más allá del mayor o menor éxito electoral de un candidato liberal, una parte de opinión pública podría verse ante un dilema complejo en la presidencial de 2019: descontenta y afectada por la política económica de Cambiemos, y segura de no querer regresar a la opción del voto-corrupto K, debería elegir entre el voto-útil al gobierno de Macri (ante el riesgo de un PJ unido) y el voto-ideal a favor de una fuerza liberal.
Podría llamarse “el dilema del votante de los prolijitos”, diminutivo con el que Graciela Camaño calificó a los dirigentes del oficialismo días atrás, en medio de aplausos de los muchachos peronistas por el Día de la Lealtad. ¿Querrá en 2019 el votante de Cambiemos girar a la derecha en nombre de la economía y los valores? Sin dudas que se trata de una maniobra de riesgo: podría estrellarse con un pasado lleno de bolsos y desprecio republicano. Para la opinión pública, a veces, el precio a pagar por sus deseos puede ser muy alto.
*Profesor UNNE.