COLUMNISTAS
CATASTROFE AEREA

Guardemos la calma

En el momento de la semana en que habitualmente reflexiono sobre el tema de esta columna, el avión de un vuelo Río de Janeiro/París desapareció en una zona del Atlántico que a veces yo y a veces mi hijo solemos atravesar en esa misma compañía aérea varias veces por año.

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En el momento de la semana en que habitualmente reflexiono sobre el tema de esta columna, el avión de un vuelo Río de Janeiro/París desapareció en una zona del Atlántico que a veces yo y a veces mi hijo solemos atravesar en esa misma compañía aérea varias veces por año. Como no conseguía despegar mis procesos mentales de semejante noticia, lo cual perturbaba considerablemente los antedichos procesos, la única “solución” que se me ocurrió para detener esa deriva malsana fue escribir sobre el hecho. Terminó de decidirme una de esas coincidencias (curiosas, nefastas o cómicas, como se prefiera) típicas del universo de los medios. En el mismo número del diario Clarín cuya gran noticia de tapa era “Misterio y tragedia aérea sobre el mar”, encontré en la página 41 una nota con el título “Un merecido homenaje a la tecnología”, donde se relataba un episodio protagonizado por dos periodistas que estaban cubriendo el torneo de Roland Garros, a propósito de la falta de papel higiénico en el baño de un restaurante de París. (El homenaje se refería al celular, que le había permitido a la víctima de la situación alertar a su colega).

La asociación entre ambos materiales del diario la produjo en mis neuronas la cuestión de la tecnología, porque la nota del enviado especial a Roland Garros cantaba un verdadero himno: “La tecnología está al servicio de la humanidad (…) el hombre avanzó en la conquista del espacio, descubrió vacunas contra enfermedades que se presumían incurables y hasta dio vida de manera artificial”.

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La confianza en los dispositivos tecnológicos y nuestra dependencia respecto de ellos, es un aspecto decisivo del funcionamiento de las sociedades “modernas”. Se nos reclama confianza prácticamente en cada momento de nuestra vida cotidiana. Y el drama aéreo de esta semana le dio a esa confianza un golpe tremendo, expresado en los títulos del cuerpo del diario Clarín: “Catástrofe sobre el Atlántico. Desaparece un avión con 228 personas y no se sabe qué pasó”. El gran sociólogo alemán Niklas Luhmann explicaba que en las situaciones sociales hay dos tipos de confianza, que el idioma alemán y el inglés distinguen, pero no el español. La confidence se refiere a lo que “damos por sentado”, es la confianza que depositamos a priori en ciertas cosas sin siquiera pensar en ello. Que después de esta noche vendrá el día siguiente, por ejemplo, o que el lugar físico donde trabajo o habito estará en el mismo lugar dentro de algunas horas. La trust es una confianza que el actor social otorga sabiendo que comporta alguna tasa de riesgo, la cual es aceptada. La tasa de riesgo que deberé asumir si compro un automóvil usado será en general mayor que si compro un cero kilómetro. Si practico sexo ocasional sin preservativo, sé que estoy asumiendo una alta tasa de riesgo. Y sin activar la trust nadie podría subir a un avión. La frontera entre confidence y trust es variable de un tipo de situación a otro, según los países, los momentos históricos y las circunstancias. Los horarios del transporte público son del orden de la confidence en Suiza, por ejemplo, y del orden de la trust en América Latina. Muchas marcas comerciales tratan de vendernos como confidence lo que sólo admite trust.

Desde aquel momento en que uno de nuestros ancestros tuvo la brillante (o la infortunada) idea de tallar una flecha hasta hoy, el destino de la especie quedó irremediablemente atado, sin vuelta atrás posible, a la técnica. Desde el nacimiento hasta la muerte, nuestra vida puede ser descripta como una red inextricable de comportamientos que implican sutiles equilibrios en las proporciones de confidence y de trust que tenemos que aplicar, consciente o inconscientemente, a los distintos aspectos de las situaciones que atravesamos –incluidos, claro, los otros miembros de nuestra especie que forman parte de ellas, muchos de los cuales son, justamente, los operadores de las tecnologías en las que debemos confiar. Según el último film de la saga de Terminator, todavía quedan esperanzas.

Sugiero un ejercicio que puede ser interesante y hasta divertido. Sea cual fuere el lugar donde nos encontremos, hagamos un travelling circular con nuestra mirada y tratemos de identificar las operaciones de confidence y de trust que están activadas en la situación, en ese preciso instante: qué tipo de confianza y, cuánta, estamos depositando en cada persona, objeto o dispositivo técnico que vemos a nuestro alrededor. Eso sí, no le aconsejo a nadie practicar este ejercicio en el momento de subir a un avión.


*Profesor plenario de la Universidad San Andrés.