Se difunde el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE). El diario La Nación titula: “La actividad económica creció por segundo mes consecutivo en noviembre”. Y en el comienzo del artículo explica que “los brotes verdes que anunció el Gobierno con demasiada antelación comenzaron a llegar”. El mismo día y a partir del mismo indicador, el diario Página/12 expone: “Octava caída al hilo del nivel de actividad”, y añade que “la merma del consumo representa un factor central para explicar la continuidad de la dinámica recesiva”. Sin mentir, cada uno toma la parte del informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) que más le sirve: o la suba de 1,4% respecto de octubre, que sí, es la segunda consecutiva, o la caída también de 1,4% contra igual mes del año previo, que sí, es la octava seguida.
Se trata de otra batalla en la guerra de las comparaciones. Todo a la espera de una reactivación que por ahora es lenta y puntual, y que es probable que nunca llegue a ser tan generalizadamente fuerte. El promedio de crecimiento esperado en el sector privado oscila entre 2 y 3%, con la paradoja de que sólo el ex asesor del Frente para la Victoria, Miguel Bein, espera un 5% si, aclara, repunta el consumo.
Tal vez con este trasfondo llegó la hora de que los ministros salgan a comunicar, eje central para el jefe de Gabinete, Marcos Peña, que la recuperación ya llegó. Así lo hizo el titular de Hacienda, Nicolás Dujovne, en su último noticiero animado en Twitter después de ir a ver el miércoles al Presidente a Olivos. O como también vía Twitter ayer se prendió su par de Producción, Francisco Cabrera, al mejor estilo BuzzFeed, el sitio de noticias estadounidense que hace un culto a los títulos con enumeraciones. “10 señales de que estamos en el camino correcto”, escribió, y desgranó cifras de obra pública, exportaciones, campo, industria y crédito, entre otros rubros.
Sólo en un tuit hizo referencia al consumo (la mejora del 32% en cantidades de operaciones en los planes Ahora 12 y 18) cuyo futuro aún es una incógnita que puede definir la suerte del año, según cómo terminen las negociaciones salariales. El Gobierno espera que se negocien con “rational expectations”, como decía el ex presidente del Banco Nacional Carlos Melconian, es decir, mirando la inflación para adelante, y no pensando en recuperar el poder adquisitivo perdido. En el Banco Central, el equipo de Federico Sturzenegger estudia el caso de las paritarias de 1991 y es optimista: “Aquella vez, tras una inflación del 84%, se cerraron acuerdos salariales por el 40%”, dice el economista que aún ve señales mixtas en el índice de precios que espera esté entre 12 y 17%, cuando el consenso la ubica entre 20 y 25%. Esa diferencia moldeará el rebote del consumo, que sin dudas será mejor que 2016, pero también austero. Una clave: la palabra austeridad tiene una valoración mucho más positiva en el Gobierno que en el promedio de la sociedad, ultraacostumbrada al consumo. Varios ministros del gabinete ya terminaron de ver la serie The Crown, sobre la vida de la reina Isabel de Inglaterra, lo que más subrayan son los llamados de Churchill en aquel momento, justamente, a una mayor austeridad.