Hace cinco años el prestigioso filósofo cordobés Oscar del Barco envió a la revista La Intemperie, de su provincia, una carta de lectores en la que realizó una autocrítica rotunda, sin concesiones, a su respaldo a la lucha armada de los grupos guerrilleros en los años sesenta y setenta.
La carta, publicada en diciembre de 2004, armó un revuelo en la izquierda y el centroizquierda a pesar de que se trataba de una autocrítica, de una mirada sobre su propia responsabilidad como intelectual de referencia de los grupos guerrilleros. Muchos se sintieron interpelados y escribieron un torrente de artículos a favor y en contra, algunos de los cuales fueron compilados por la Universidad de Córdoba con el título “Sobre la responsabilidad”.
Del Barco se sentó frente a su computadora conmovido por lo que acababa de leer en La Intemperie: una entrevista en la que un ex guerrillero relataba cómo el grupo que integraba, el Ejército Guerrillero del Pueblo, fusiló en 1964 a dos de sus propios miembros por traidores potenciales.
La carta de Del Barco todavía impresiona por varias razones. Una de ellas es la crudeza del análisis, esa falta de interés en recortar la verdad histórica para favorecer los objetivos particulares de un grupo determinado. Otra es el acento en la responsabilidad propia y por extensión, de la guerrilla y sus intelectuales, en la tragedia de la violencia. Y una tercera es el valor central que otorga al concepto “No matarás” como fundamento de toda comunidad.
“Ningún justificativo nos vuelve inocentes. No hay ‘causas’ ni ‘ideales’ que sirvan para eximirnos de culpa. Se trata, por lo tanto, de asumir ese acto esencialmente irredimible, la responsabilidad inaudita de haber causado intencionalmente la muerte de un ser humano”, sostiene.
Y agrega: “No existe ningún ‘ideal’ que justifique la muerte de un hombre, ya sea del general Aramburu, de un militante o de un policía. El principio que funda toda comunidad es el ‘No matarás’. No matarás al hombre porque todo hombre es sagrado y cada hombre es todos los hombres. La maldad, como dice Lévinas, consiste en excluirse de las consecuencias de los razonamientos, el decir una cosa y hacer otra, el apoyar la muerte de los hijos de los otros y levantar el ‘No matarás’ cuando se trata de nuestros propios hijos.”
Del Barco se previene sobre un par de respuestas fáciles, previsibles, que todavía abundan en el progresismo criollo: “No le hagamos el juego a la derecha” y “estás promoviendo la teoría de los dos demonios”. Para él, éstas son formas de “tapar” lo que pasó. Del Barco elige la verdad, toda la verdad, “la diga quien la diga. Yo culpo a los militares y los acuso porque secuestraron, torturaron y mataron. Pero también los ‘nuestros’ secuestraron y mataron. Menéndez es responsable de inmensos crímenes, no sólo por la cantidad sino por la forma monstruosa de sus crímenes. Pero Santucho, Firmenich, Gelman, Gorriarán Merlo y todos los militantes y yo mismo también lo somos. De otra manera, también nosotros somos responsables de lo que sucedió”. Del Barco cita a Juan Gelman y se basa en declaraciones periodísticas de esa época en las que el poeta y ex oficial montonero afirma que el camino es no “tapar” porque eso “es un cáncer que late constantemente debajo de la memoria cívica e impide construir de modo sano”. Sólo que Del Barco le da una vuelta más a ese concepto y lo aplica no sólo al salvajismo de los militares, sino también al de la guerrilla: “Es cierto. Pero para comenzar, él mismo (que padece el dolor insondable de tener un hijo muerto, el cual, debemos reconocerlo, también se preparaba para matar) tiene que abandonar su postura de poeta-mártir y asumir su responsabilidad como uno de los principales dirigentes de la dirección del movimiento armado Montoneros. Es hora, como él dice, de que digamos la verdad. Pero no sólo la verdad de los otros sino ante todo la verdad “nuestra”. Según él, pareciera que los únicos asesinos fueron los militares y no el EGP, el ERP y los Montoneros.”
Una carta que sigue haciendo ruido en un contexto donde tantos siguen viendo sólo la violencia de los otros.
*Autor de Operación Traviata, ¿quién mató a Rucci?