Pongámosle que era el 127. No recuerdo bien el número. Pasaba por una paralela a la avenida San Juan –antes de que se hiciera la autopista de la dictadura– y era de color verde. Si es que pasaba, ya que la singularidad de este colectivo era que no pasaba casi nunca. Ir a esperar ese colectivo era una ordalía y casi siempre uno se encontraba con gente en la parada que había empezado a esperarlo siendo adolescente y ya eran viejos. Tanto tardaba que en la zona se conjeturaba que era un solo colectivo que iba y venía haciendo el recorrido. ¿Quiénes lo manejarían? ¿Un solo hombre? Pienso en el 127 porque a veces surgen esos objetos especiales que parecen ser únicos y que trabajan contra la reproducción técnica, es decir, que aún tienen aura. Como el libro del que les voy a hablar.
Tuve noticias de él a través de Martín Zariello, un escritor marplatense que me comentó que había conseguido una edición en una librería de saldos de la avenida San Martín. Anoté mentalmente este comentario y cuando tuve que viajar a “Mardel” lo salí a buscar, pero no dí con él. Ni allí ni en ningún lado. Era como esas figuritas difíciles que nos volvían locos en la infancia.
Lo cierto es que de nuevo mi amigo Fernando un día tenía el bendito libro en sus manos (los libreros parecen conseguir los libros mediante un proceso alquímico). Guía del usuario para el próximo milenio, de J.G. Ballard, editado por Minotauro de España –una edición de tapa dura con una lata de Coca-Cola abollada en su portada sobre un fondo blanco. El libro en cuestión es una recopilación de ensayos de diferentes longitudes, que van desde la misiva breve, casi el haiku, hasta las reseñas de tres o cuatro páginas–, que Ballard escribió para periódicos y revistas británicas. Si bien las novelas de Ballard ya contienen el ADN del ensayo en su interior, acá lo que se lee son las reflexiones del Ballard lector que escribe de manera precisa y muy divertida sobre biografías de actores, científicos, mitos del siglo XX, películas y escritores de su predilección.
Ballard logra algo inusual, uno piensa que en la riqueza de su observación ya está condensado lo mejor de los libros que reseña, que no es necesario ir a los libros. Por ejemplo, con la Biografía de Brando escrita por Richard Schikel, dice: “¿Qué tienen en común Marlon Brando y Elvis Presley? Respuesta: muchos creen que los dos están vivos”. Y agrega: “El mejor papel de Brando es el de Ultimo tango en París. Después hizo unas cuantas apariciones como invitado en películas de segundo rango, y reservó sus mejores actuaciones para el mundo fuera del plató, para culminar en lo que muchos observadores consideraron su brillante interpretación de un padre convencido de la inocencia de su hijo en el juicio por homicidio a Christian Brando”.