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Guzmán vive

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Tres a quererse: Martín Guzmán, Silvina Batakis y Sergio Massa, continuidad en la economía. | cedoc/na

Reconstruir el desenlace de esta crisis es fundamental para entender qué es lo que está pasando. Con el avance de las semanas, se conoció más cómo fue realmente la salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía. No se enteró Alberto Fernández de la renuncia de su ministro el mismo sábado que se produjo, ni leyó el texto de despedida por Twitter. El texto completo de la renuncia de Martín Guzmán lo tuvo el Presidente el día anterior, el viernes, y 48 horas antes el ex ministro de Economía la había anticipado si no le concedía lo que le había pedido días antes. 

Cuando el PRO dice: los anuncios de Massa tienen “gusto a poco”, está diciendo: tienen “gusto a Guzmán”

El desenlace comienza a partir del regreso de Alberto Fernández de su participación de la reunión del G7 en Alemania, el lunes 27 de junio. Martín Guzmán se reúne con él para exponerle su cuadro de situación. Habián superado con éxito dos corridas cambiarias en 2020 y 2021 y estaban a punto de superar la tercera, la de junio de 2022, cuando se difundió la versión de que el Gobierno reperfilaría la deuda en pesos, algo claramente revertido el jueves 30 de junio, cuando consiguió $ 4.378 millones más de lo que necesitaba para cubrir los vencimientos de $ 248.078 millones. Una corrida por año pero –según Guzmán– no podrían superar una cuarta corrida sin contar con las herramientas adecuadas: el control de la mesa de dinero del Banco Central (y no la remoción de Miguel Ángel Pesce al frente de la institución) y la sustitución del secretario de Energía Darío Martínez.

Alberto Fernández le había prometido la sustitución de Darío Martínez pero no se producía. Como el año anterior ya le había prometido la del subsecretario de Energía y número dos de Martínez, Federico Basualdo, y después no se produjo, Guzmán le aclaró que no pensaba comenzar el mes de julio siendo ministro de Economía sin ese relevo, que venía atrasando el plan de reducción del déficit fiscal por la reducción de los subsidios energéticos.

El viernes 1° de julio, Guzmán le dice al Presidente que no sería ministro el lunes siguiente sin el cambio que pedía, y Alberto Fernández le respondió por mensaje de texto que esa no era la forma, sin confirmar el relevo del secretario de Energía. El ministro de Economía le envió el texto de la renuncia antes de hacerla pública supuestamente para hacerlo reaccionar, y como Alberto Fernández ni se mosqueó, la hizo pública y oficial esa tarde del sábado 2.

Que el Presidente haya dejado que su ministro renunciara tiene dos hipótesis pero ambas comparten un denominador común, que explica la llegada de Massa al mismo cargo, ahora empoderado. Que Alberto Fernández quisiera sustituir a su ministro o que no pudiera producir el cambio que Guzmán le reclama, manteniéndolo a él mismo en el cargo. En ambos casos, coincidiendo con la política económica de Guzmán pero en el primero considerando que su ministro ya estaba desgastado o que no tenía los atributos ejecutivos necesarios para llevarlo a cabo en la fase final de su mandato, y/o para convencer a Cristina Kirchner de la necesidad de cumplir con la reducción del déficit acordado con el FMI bajando los subsidios energéticos al aumentar las tarifas, era necesario que la vicepresidenta viera el abismo de una hiperinflación con megadevaluación retroalimentándose, para lo cual Guzmán tenía que cumplir el papel de chivo expiatorio.

Si Alberto Fernández no coincidiera con la línea económica de Guzmán, no se podría explicar que tanto Silvina Batakis como ahora Sergio Massa instrumenten medidas económicas que –parafraseando a Macri– significan “hacer lo mismo pero más rápido”. Guzmán “vive” en sentido simbólico en la medida en que quienes lo suceden al frente del Ministerio de Economía continúan la esencia de su plan, confirmando que el “estrecho sendero” que puede recorrer hoy la economía argentina, al que recurrentemente se refería Guzmán, es el único o el mejor posible para un gobierno en la situación política que le toca atravesar al del Frente de Todos hasta las próximas elecciones.

Independientemente de que Sergio Massa tenga atributos y fortalezas políticas de los que Marín Guzmán carecía, finalmente el empoderamiento del Ministerio de Economía se produce sobre la base de los mimos pedidos de Martín Guzmán, ahora sí con el relevo de Darío Martínez al frente de la Secretaría de Energía. Cuando desde el PRO se critican los anuncios de Sergio Massa por tener “gusto a poco”, lo que se está criticando es la continuidad con la línea económica de Martín Guzmán, que no es otra que lo que está plasmado en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional: ese es el plan y lo que se habría cambiado es el ejecutor de ese plan, en el caso del último, un ejecutor con mayor fuerza para llevarlo a cabo.

Si “gusto a poco” es “gusto a Guzmán”, faltaría dilucidar si “gusto a Guzmán” es “gusto a Alberto Fernández” y, aunque el Presidente salga de este proceso habiendo padecido una severa capitis deminutio, convirtiéndose a los ojos de muchos en un presidente apenas protocolar, en realidad haya sido el autor de la trama habiendo visto venir la renuncia de su ministro, dejándola suceder, para disciplinar a Cristina Kirchner mostrándole el abismo, y luego haya amansado a Sergio Massa usando a Silvina Batakis como tapón durante algunas semanas mientras acomodaba las tropas. Es una mirada muy condescendiente con un Presidente que puso de moda una palabra muy poco usada en el castellano: procrastinar. Pero lo cierto es que no se enteró de la renuncia de Marín Guzmán por Twitter ni se sorprendió con ella, y pudo leer su texto con tiempo como para hacer que ese texto fuera al tacho de basura y Guzmán continuase, si hubiese creído que era lo mejor para su gobierno. 

Batakis y Massa vinieron a decir que van a “hacer lo mismo pero más rápido” que Martín Guzmán

Queda por analizar la visión de Sergio Massa. Desde sectores cercanos al ala dura del PRO, y más aún los libertarios, creen que Massa aceptó el reto porque no tiene conciencia de la gravedad de la situación y de la imposibilidad de superar la crisis sin un estallido devaluatorio. Tantas veces los pensamientos son hijos de los deseos, que quizá pueda aplicarse a este pronóstico. Otros creen que las posibilidades de enderezar el rumbo habiendo enderezado –literalmente– la perspectiva de Cristina Kirchner no son bajas, también los deseos acompañan estos pronósticos. 

Como dice el neurolingüista francés Stanislas Dehaene, ganador del premio Brain Prize, el Nobel de las neurociencias, y protagonista del reportaje largo de PERFIL de hoy: “En la ciencia ya no hacemos una distinción entre cognición y emoción”, por eso economistas tan inteligentes piensan de manera tan diferente.