Argentina tuvo muchos ministros de Economía; sin embargo, la lista de ministros de Economía que duraron muy poco tiempo es exigua. Sin contar el fallecimiento del primer ministro de Economía de Menem, Miguel Ángel Roig, a los cinco días de haber sido designado, el podio lo encabeza Jorge Wehbe, quien fue ministro solo 11 días en marzo de 1962, le sigue Ricardo López Murphy, que estuvo apenas 15 días en marzo de 2001, y lo completa Pedro Bonanni, con 21 días en agosto de 1975. Estos tres casos comparten el denominador común de la brevedad con la ahora ex ministra Silvina Batakis, cuarta en la lista histórica, y sus 25 días como ministra de Economía.
Cuando asumió López Murphy, el riesgo país bajó 50% y la Bolsa subió 8%. Él duró solo 15 días
El relevo de cada uno de de los tres citados no fue solo un cambio ministerial sino la señal de inicio de un importante cambio político posterior. Los 11 días de Wehbe se dividen entre dos presidentes: tres días con Frondizi, luego derrocado, y ocho días con Guido, su sucesor.
Los 15 días de López Murphy, durante el gobierno de De la Rúa, el otro caso junto con Batakis desde la recuperación democrática, comparten con la situación actual que su sustitución haya sido por alguien que no era solo un economista: Domingo Cavallo –como hoy Sergio Massa– encabezaba su propio partido político, que en las últimas elecciones había obtenido 10% de votos a nivel nacional , tercero detrás del 48% de De la Rúa y el 38% de Duhalde, lo que no impidió que terminara con el derrumbe de la convertibilidad. Como dato curioso, al igual que Silvina Batakis, López Murphy se enteró de su relevamiento regresando de un viaje en avión.
Y los breves 21 días de José Bonanni durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón se explican por suceder nada menos que a Celestino Rodrigo, el padre de Rodrigazo, neologismo perenne que implica estallido hiperinflacionario. A Bonanni lo sustituye Antonio Cafiero, quien dura casi seis meses para ser reemplazado por Emilio Mondelli, ministro de Economía, quien dura 48 días (el quinto de la lista de los efímeros después de Batakis) por la llegada del golpe militar del 24 de marzo de 1976.
El sexto caso de brevedad lo tiene quien, al igual que Sergio Massa, presidía de la Cámara de Diputados, a la que renunció para ocupar el Ministerio de Economía, y duró 55 días durante el final de la presidencia de Raúl Alfonsín, célebre por su candidez al decirle al mercado: “Yo les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”, dando comienzo al proceso hiperinflacionario que desembocaría en el adelantamiento de la entrega del poder.
Una última similitud del caso de López Murphy/Cavallo/De la Rúa con el actual Batakis/Massa/Fernández es que, al asumir López Murphy, el mercado lo celebró –al igual que ahora con Sergio Massa– haciendo bajar el riesgo país 50% y aumentando las acciones en la Bolsa 8%.
La historia demuestra que la extrema brevedad de cada uno de estos ministros en el cargo no habla de las falencias de ellos sino de la debilidad de cada uno de los presidentes que los nombraron y luego relevaron, presidentes que, cierto tiempo después de remover a sus ministros, ellos mismos perdieron el poder.
Ayer Felipe Solá (otro relevado mientras viajaba en un avión, en su caso como canciller) contó en Radio Perfil que Batakis le dijo ayer mismo que el Gobierno era una “licuadora” por la velocidad con que tritura a sus componentes. Es que las crisis aceleran el tiempo, y una semana es un año. La salida de Matías Kulfas como ministro de Desarrollo Productivo hace 56 días parece haberse producido hace años, al mismo tiempo que la llegada de Scioli a ese ministerio hace 47 días (asumió el 15 de junio). La venida y regreso a Brasil de alguien del peso político de Scioli y extrema confianza de Alberto Fernández es otro síntoma inequívoco de que la capitis diminutio no fue de los ministros relevados sino del propio binomio presidencial: los dos Fernández, en proporciones a determinar.
Algo murió en estos 56 días con la repetición de renuncias en el mismo ministerio: Kulfas-Scioli y Guzmán-Batakis, que no se reduce a cada uno de los ministros caídos, como no se redujo en los casos históricos de ministros breves solo a ellos. Y este es el punto de partida del análisis sobre qué significa lo que pasó y podrá pasar.
Para algunos se trata de una pérdida significativa de poder del Presidente y un aumento del de la vicepresidenta en un clásico ejemplo de negociación de suma cero donde lo que uno pierde lo gana el otro. En ese caso, lo que murió es la candidatura a la reelección de Alberto Fernández pero no así el proyecto de un candidato a presidente en 2023 que represente a Cristina Kirchner y/o, cuando menos, a uno en que ella pueda ser la electora.
Pero no es menos probable el otro ejemplo de competencia: donde ambos pierden (lose-lose) y de haber un ganador dentro del Frente de Todos fuera su tercer componente: Sergio Massa, autonomizándose progresivamente de Cristina Kirchner, lo que no quiso, no supo o no pudo hacer Alberto Fernández para quedarse en 2023 él mismo con el peronismo, como hizo Néstor Kirchner con Duhalde, Duhalde con Menem y Menem con Cafiero.
Aquellos que consideran a Cristina Kirchner omnisciente recuerdan su confesión, el 6 de mayo pasado en la Universidad de Chaco, donde dijo que en 2019 para encabezar la fórmula podría haber elegido a alguien con poder, como un líder de la CGT, de los movimientos sociales o de un partido con votos como Sergio Massa pero eligió a Alberto Fernández, o sea a alguien sin poder. Y que alguien así no elegiría ahora a quien pudiera ser verdugo del kirchnerismo si no fuera porque considerara que la tarea de Sergio Massa es una misión imposible dadas las restricciones económicas actuales, y lo mejor que podría pasarle es llegar a las PASO de 2023 en agosto sin que se produzca un terremoto macroeconómico, mejorando las posibilidades del Frente de Todos de ganar la provincia de Buenos Aires, pero sin alcanzar para convertir a Massa en un candidato natural a la presidencia.
Así como la llegada de Massa al Ejecutivo desactivó la protesta de Somos Barrios de Pie que hoy estaba prevista frente a la Rural, imaginan un Massa con acciones amigables con los mercados, o sea, reduciendo el déficit fiscal pero por donde menos ruido social generaría: la obra pública. Aun si Sergio Massa lograra conformar a los sindicatos más las organizaciones sociales, simultáneamente con el campo, la industria y el mundo financiero, una baja de la inflación con mejora del consumo durante los próximos meses no sería fácil de conseguir.
Pero Sergio Massa demostró conseguir otros resultados poco alcanzables: con un caudal de votos propio de un dígito, terminó quedándose con poder dentro del Frente de Todos que podría llegar a ser superior al del propio Alberto Fernández, reduciendo su papel al de un presidente protocolar. Si Néstor Kirchner sostenía que él era su propio ministro de Economía, invirtiendo el orden de la proposición Sergio Massa podría decir desde Economía que él mismo es su presidente, como intentó Cavallo siendo ministro sin éxito con Menem y con fatídico éxito con De la Rúa.
Batakis dijo ayer que el Gobierno es una “licuadora”, por la velocidad con que tritura a sus integrantes
Sergio Massa cree en la superioridad que le otorgan su audacia, su dedicación a la acción, su voluntad de poder y su capacidad para relacionarse, apostando a que esos atributos le permitan recuperar la relación que tuvo con la sociedad en 2013, cuando le ganó las elecciones de medio término al kirchnerismo. Esa autosuficiencia la expresó mejor que nadie el tuit de su mujer, Malena Galmarini, la madrugada del jueves, anticipando con mucha felicidad para ella lo que luego se convertiría en rumor y más tarde en confirmación.
Algo comenzó a morir el 6 de junio con la renuncia de Matías Kulfas, siguió con la de Guzmán y sus dos reemplazantes. Falta ver si fuera solo la candidatura a la reelección de Alberto Fernández.
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