Resulta que ahora todos estamos preocupados y ocupados por la penetración del narcotráfico en la Argentina. Ministros, gobernadores, legisladores, candidatos, la Corte Suprema, jueces y fiscales, la Iglesia, los medios... tomamos nota de que las fronteras son un colador, de que reina la falta de controles, de que la Justicia está colapsada y sin recursos, de que nuestros gobernantes se echan las culpas y de que los narcotraficantes no sólo compran aviones, barcos, casas y autos de lujo sino hasta jugadores de fútbol.
Si no fuera tan dramático por las gravísimas secuelas sociales que causa el fenómeno, es casi para reírse por lo patéticamente hipócritas que resultamos. Y prometemos seguir siéndolo: Daniel Scioli y Sergio Massa (dos presidenciables, a los que seguro se sumará Macri en la misma lógica) quieren debatir si no hay que derribar aviones con droga. No faltará mucho para que alguno vuelva a tirar la discusión por la pena de muerte. Más falsas y viejas recetas para problemas reales y nuevos.
No se quiere, no se sabe o no se puede hacer nada. Ese parece nuestro triste destino también con el narcotráfico, como ya lo es con la seguridad, con la pobreza, con la educación, con ... Mientras, seguimos haciendo honor a la elección del poeta Juan Gelman (como la palabra que nos identifica) y del filósofo agropolítico Felipe Solá (como fórmula para sobrevivir): nos seguimos haciendo los boludos y no se ataca en serio el estrecho vínculo entre Estado, política y criminalidad. Así nos va.
