El título de esta columna no es un planteo teórico acerca del Cuadernogate. Es una pregunta a la que responde un alto funcionario de Mauricio Macri: “Van todos en cana o algo parecido. Se cayó el sistema”.
Quien lo dice conoce ese mundo empresarial. Sabe de los clásicos trasiegos público-privados con los contratos de obras como excusa o instrumento. Y su respuesta no connota un ánimo esperanzador o desolado, es sólo descriptiva.
Semejante definición se ajusta, en todo caso, a esta inédita bola de nieve alimentada por arrepentidos e iniciada por las detalladas anotaciones del ex chofer de Baratta, recaudador de De Vido y de la Korona.
Como venimos insistiendo desde PERFIL, este proceso judicial acaso sea la última oportunidad para terminar con la corrupción y la impunidad endémicas en nuestro país, sostenidas en un trípode político, económico y jurídico que las hizo posible. Difícil hallar esta cantidad de puertas abiertas hacia la verdad en el futuro.
También nos empeñamos en plantear que, distinto de lo que algunos quieren instalar, este escándalo excede al kirchnerismo. Porque apunta contra un esquema generalizado en el que la única manera de vincularse con el Estado es “poniendo”. Se pone para las campañas, se pone para los bolsillos de los participantes de la cadena, se pone por aprietes, se pone por convencimiento, se pone por necesidad. Se pone y listo.
Cuando el funcionario asegura que “se cayó el sistema” habla de ese sistema de financiamiento. Al mismo le ha sacado el jugo como pocos el kirchnerismo, es cierto. Pero casi todas las fuerzas políticas recurren al dinero negro de las empresas (que reciben en blanco de los sobreprecios que el Estado paga por las obras) para su actividad electoral. El caso de los aportantes truchos de Cambiemos en las campañas de 2015 y 2017 permiten inferir que hay ciertas líneas de continuidad. Ni hablar del peronismo, incluido el no K.
Los ex funcionarios detenidos tal vez le permitan a Bonadio escalar hasta su ansiado Everest, que es Cristina Fernández de Kirchner. José López, este viernes 10, mostró por primera vez los riesgos de que la omertá mafiosa se quiebre, al dar a entender a través de su abogada defensora qué destino podían tener los bolsos que llevó al convento. Alguien debería tomar nota de ese mensaje público. También convendría estar atentos a si los empresarios arrepentidos, los de ahora y los del próximo turno de indagatorias (porque habrá más), se animan a confesar todos los destinatarios de sus aportes. La bola de nieve puede convertirse en fuego.