COLUMNISTAS
RECESION Y RESPIRADORES

Hasta los codos

20200329_distancia_cajeros_su_g
El efectivo, un desafío para el aislamiento. | S.U.

Los economistas están prendidos fuego ante la crisis del coronavirus. No les alcanzan las metáforas, los ejemplos ni los gráficos para describir el tamaño del palo que se están pegando familias, empresas y Estados de todo el mundo por las medidas para contener la pandemia

Por eso, el mandato del momento de todos los artículos, papers y declaraciones del establishment internacional es, en inglés, whatever it takes o, para nosotros, “hacer todo lo que haga falta” para amortiguar una debacle que se resumió en un dato: el salto en una semana de 250 mil a 3,3 millones de los pedidos de subsidio de desempleo en Estados Unidos, un número que puede sonar a gurú gringo pero que se argentiniza con los 1.450 despidos de Techint en obras de construcción y la advertencia de la Uocra de que hay 100 mil puestos de trabajo en riesgo solo en ese sector.

La profesora de Harvard Carmen Reinhart escribió: “Nunca desde 1930 las economías avanzadas y las emergentes experimentaron la combinación de la ruptura del comercio mundial, un bajón de los precios de las materias primas más una recesión sincronizada”. Y agregó: “Este es un momento whatever it takes a gran escala, que obliga a pensar creativamente en materia de políticas monetarias y fiscales”. Jerome Powell, el capo de la Reserva Federal, el banco central estadounidense, hasta hace poco se peleaba con Donald Trump porque era acusado de pecho frío por bajar muy suavemente la tasa de interés. El otro día soltó en una entrevista con MSNBC: “No va a ser un problema tener con qué prestar, va a haber municiones”. Y el turco Nouriel Roubini, que todavía vive de haberla pegado al anticipar la crisis de 2008, no puede vender entradas por Ticketek para sus conferencias pero hace vivos por Twitter y dice que en los países del primer mundo el déficit fiscal tiene que pasar del 2 al 10% del PBI o más, solo financiable por emisión monetaria.

Dudas. La recesión nos pone tan hasta los codos que se diluyen los debates ideológicos que en su versión extrema parieron Mileis y los reemplaza por otros interrogantes para los que no hay respuesta. ¿Alcanza todo lo que están intentando los Estados para evitar un crack masivo mientras se atiende la emergencia sanitaria? ¿Cuánto pueden durar las restricciones hasta que, como escribió The New York Times, el remedio pueda ser peor que la enfermedad? ¿Y si la información sobre la que se están tomando decisiones tan drásticas fuera parcial, hubiera en realidad muchos infectados asintomáticos y por ende los índices de mortalidad fueran menores?

Más allá de cualquier duda, el consenso de la comunidad científica plantea esta salida y el presidente Alberto Fernández prepara medidas como la ampliación del giro en descubierto para empresas, en especial pymes, que tiemblan porque tienen que pagar cheques que emitieron antes del aislamiento y no tienen caja. Al mismo tiempo, ¿habrá puentes con las principales fortunas del país? ¿Qué pasará mañana en la audiencia del Ministerio de Trabajo con la empresa de Paolo Rocca y la decisión de desvincular personal hasta que se retomen las obras que detuvo el decreto de la cuarentena? Un grupo de empresarios está juntando fondos para donar respiradores a través de una cuenta en la Cruz Roja, pero otros, como dijo el propio ministro de Salud, Ginés González García, trataban de armarse sus propias unidades de terapia intensiva en el domicilio hasta que el Estado intervino en la distribución de los respiradores que se fabrican en Córdoba para centralizar las compras, algo que por ejemplo le reclama el estado de Nueva York a la Casa Blanca.

Y hay una última pregunta que posiblemente marque lo que viene en estos días de ciencia ficción. ¿Pueden regiones con diferentes realidades socioeconómicas encarar las mismas medidas, como una cuarentena obligatoria ante el Covid-19? Lo plantearon The Wall Street Journal y también The Economist para pensar la cosa global, con el virus pasando de Europa a Africa, pero que bajó recontra a tierra acá con la tensión en el Conurbano donde el #QuedateEnCasa era #QuedateHacinado. 

Una realidad que también quedó en evidencia con las colas en los cajeros en el Gran Buenos Aires, donde en muchos distritos la mayoría de la gente tiene las terminales para sacar efectivo a más de treinta minutos a pie, como mostró un mapeo digital hecho por el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín.