A finales de los 60 y principios de los 70 la economía norteamericana parecía en el cenit de lo que el economista Walt Whitman Rostow había llamado el “alto consumo en masa”, el estadio mas alto de desarrollo del capitalismo moderno. En el consumo a gran escala que motorizaba la economía, dos items se destacaban : automóviles y equipos de aire acondicionado. El modelo descansaba sobre un supuesto erróneo que duró hasta la escalada en el precio del petróleo que causó la crisis de la OPEP: energía ilimitada y barata por los bajos precios del crudo y una expansión de centrales nucleares para la producción de energía eléctrica.
Cuarenta años después en la Argentina, fiel al apotegma de repetir la historia como comedia mas que tragedia, una gestión induce el consumo masivo de los mismos bienes y, aunque el supuesto de energía ilimitada quedó como un ejemplo de lo que debemos evitar, lo reproduce artificialmente con su política de subsidios para el sector.
La enorme distorsión entre el precio promedio de mercado de la energía eléctrica y el subsidiado instaló una falsa cultura de naturalización de su abundancia que derivó en su despilfarro. Una política confusa, incapaz de discernir usuarios por ingreso, selectiva en lo territorial mas que en lo social, consigue un efecto colateral inesperado: la compra generalizada de equipos de aire acondicionad, lo que dispuso las condiciones para una sobrecarga en el sistema.
El principio rector que rigió la ultima mitad del siglo 20, la idea de que la naturaleza puede ser dominada a través de la tecnología, conllevó prácticas de alejamiento de la misma a diferentes niveles, al margen de consideraciones energéticas o ambientales. Represas faraónicas, agricultura intensiva en zonas de climas no aptos, etc. fueron la marca de una época por la que la naturaleza pasó factura en forma de cambio climático y problemas económicos derivados.
Esta cultura decanta a escala individual en algunas ciudades del mundo en desarrollo y Estados Unidos a través de la asociación simbólica entre una idea de bienestar con la recreación de un ambiente diametralmente opuesto al clima circundante. Es común en el Buenos Aires actual -a veces sin perjuicio de pertenencia social- ver equipos de aire acondicionado-calefacción en cada uno de los cuartos de una casa funcionando en su máxima capacidad durante toda una estación. La escena de locales comerciales abiertos a la calle, o shoppings climatizados en extremo resulta surrealista para cualquier europeo. La distorsión es evidente: el bienestar se consigue cuanto mas distante se esté de la naturaleza, y no al revés.
Si faltaran argumentos para respaldar el fuerte rol jugado por la demanda y el papel del Estado en los apagones, la evidencia mas contundente es que los cortes se padecen en el AMBA, la zona beneficiada por los subsidios.
Tan importante como los factores mencionados es la desinversión crónica en el área de distribución, en equipos que hubieran administrado la sobrecarga de manera eficiente. Lo que conduce a otra gran distorsión que se genera con la caída de la convertibilidad entre pasivos externos en dolares de las empresas distribuidoras y una facturación en pesos devaluados en un principio, y tarifas congeladas posteriormente que la falta de políticas para el sector no revirtió.
Un estado planificador y proactivo, el gran ausente, es esencial para hacer frente al problema mediante dos pilares principales: concientización sobre el uso racional, y aumento de la capacidad instalada vía la expansión de medios convencionales y alternativos. En su lugar, se salió a apagar incendios.
La vehiculización de un modelo de consumo eficiente es de impronta educativa y mediática. En Gran Bretaña, Francia y Alemania, Gestión Ambiental, una asignatura obligatoria, enfatiza la necesidad del uso racional de la energía y de un manejo individual de la salud en situaciones climáticas diversas, cuyos resultados en términos de prácticas de hidratación, exposición solar y dieta, evidencian un uso mas eficiente de la energía y han repercutido a nivel paneuropeo en ahorros significativos en los sistemas de salud. En los Países Bajos y Escandinavos un importante porcentaje del presupuesto energético se consigna para la generación de subsidios y créditos blandos para el fomento comunal y autogestionado de energías alternativas, pero se opera también a nivel de la oferta nacional con el desarrollo de centrales eólicas,de biomasa y mareomotrices.
Lo que ha pasado debería llevar al Gobierno a interpelarse por la coherencia entre un modelo económico que ostenta como uno de sus logros principales la venta y consumo masivo de automóviles, y de un modelo energético que demanda de manera urgente un uso mas racional y eficiente de la energía.
*Geógrafo UBA, Magister UNY.