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la concepcion militante k

Hecho para fanáticos

La lógica de construcción kirchnerista no acepta disidencias, pero tampoco tibiezas: ahí está Scioli para demostrarlo.

Robertogarcia150
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Como gustaba apropiarse de frases ajenas –que desde su ignorancia repetía la juventud maravillosa con inocencia conmovedora–, el general Perón solía decir obviedades como: “Para hacer una tortilla, se necesita romper varios huevos”. Nadie le dijo a su discípulo, Néstor Kirchner, que tal vez no sea necesaria una descomunal rotura de huevos para reeditar el tradicional plato español. Tamaño exceso para el revuelto puede provocar trastornos.

Pero el empeño gastronómico del jefe político del oficialismo no repara en gastos. Y acomete, como en las últimas horas, hasta con su presunto delfín bonaerense, Daniel Scioli, al que desde la maledicencia más explícita decidió humillar en el acto público del pasado jueves (tarea que recatadamente ya había iniciado hace más de un mes, como se advirtió en esta columna el último sábado), al que le exigió hablar sabiendo que una mordaza lo enmudece. Sea porque le molestaron recientes declaraciones de Scioli (“tengo las manos atadas”, parafraseando a Raúl Alfonsín y trasladando responsabilidades al Gobierno nacional por falta de fondos), el vínculo con algunos personajes inapropiados (¿Duhalde, tal vez?), relaciones adultas con empresarios que la Casa Rosada detesta (se evita dar nombres, la supervivencia de otros también “ata las manos”), exagerado respeto a la Iglesia, la utilización de personal que el kirchnerismo imaginaba escriturado para sí (Diego Maradona), tardanza en la designación de funcionarios recomendados (Emilio Monzó), primacía en las encuestas sobre el propio líder, coqueteo con intendentes revoltosos ante los K o, fundamentalmente, por alguna discrepancia crematística sobre negocios en ciernes (Telecom). Lo cierto es que, en ocasiones, a Scioli le cuesta entender que Néstor no quiere kirchneristas, quiere acérrimos kirchneristas (frase que no corresponde al autor, más bien puede atribuirse a Hugo Moyano).

Díficil la explicación sobre el origen rabioso del conflicto, aunque nadie ignora que ciertas prioridades económicas anteceden a las necesidades políticas del ex presidente. Aun así, hasta en el entorno se habla del “malifatius” de Kirchner para con un aliado que, además, ofrece una alforja con votos. ¿Cuál será el destino de los que carecen de adhesiones, entonces? Interrogante que asuela a quienes, para los próximos l5 días, como una reiteración aburrida, imaginan que Cristina de Kirchner puede anunciar algunos cambios en su cercanía. Quizás, anticipando un curso nostálgico y que a ellos les resulta agraciado para sus aspiraciones en 2011: recuperar el peronismo de los 50, la movilización del movimiento obrero a su favor, de ahí el acecho al sector empresario y la venia para viejos proyectos de la CGT, como el reparto de ganancias empresarias con los obreros y la modificación de la Ley de Quiebras para cederles, eventualmente, más poder a los sindicatos.

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Hasta puede incorporar una parte de la izquierda, como hizo el General. Para completar la imagen, quizás el resto opositor concilie en integrarse a una suerte de Unión Democrática, propiciar compromisos de modificaciones institucionales (¿la Constitución quizás?) en las que se olviden diferencias por la voluntad unívoca de arrojar con votos a los Kirchner y a Moyano del balcón de la Rosada. O sea, replicar con la misma lógica de los Kirchner: vos o nosotros, conmigo o contra mí. Se habla, claro, de peronismo salvaje.

Por negarse a una fotografía con Cristina, el día de las denuncias sobre Papel Prensa, buena parte del sector empresario ha sido condenado, algunos –como ahora pregona el propio Néstor– con nombre y apellido: los conflictos moyanistas con Techint, por ejemplo, son más políticos que gremiales. Aunque paralizar la producción de acero puede devenir en conflictos intrasindicales (¿irán al patíbulo en silencio los metalúrgicos?), por no mencionar lo económico (un eventual castigo al crecimiento). De lejos evitará Kirchner, se supone, llegar a esa situación. Pero, ¿y si estimula un choque de planetas? No hay ciertamente quienes sean capaces de prever su conducta: su personalidad es un misterio hasta para los más cercanos. Esa es la razón de las internas en el Gobierno, de los cambios que se anuncian y no se producen, de que Julio De Vido –tal vez para esmerilar a un Guillermo Moreno que irrita a gran parte de la sociedad– no aplicó esfuerzos para convocar a empresarios en la jornada “cavallista” de Cristina, mientras otro preferido –el gobernador José Luis Gioja–, para eludir represalias, casi mariconamente se escapó de una reunión con industriales a la que se había comprometido asistir. Inestabilidades que afectan al hombre fuerte, Aníbal Fernández, al propio recién llegado Héctor Timerman, ni hablar de Amado Boudou o algunos ascendentes Legionarios de Cristo que, en el pasado, los acusaban de pederastia y, ahora, de no respetar el dogma ni a sus mujeres.

Quien sí observa y actúa con más aptitud es Moyano: sabe que el matrimonio lo necesita como columna vertebral el año próximo y, por lo tanto, permite que husmee su abogado Héctor Recalde en lejanos proyectos de la CGT de Rucci y levante para su estatua de bronce el proyecto de la participación obrera en las ganancias empresarias, de modo que hacer fund raising en inversores institucionales –los que ignoran el país desde hace tiempo– se traslade a forjar colectas entre los trabajadores para abrir un local, instalar una planta o crear una línea nueva. Más para vivir de lo nuestro, si uno tiene sentido del humor. Como digresión, y aludiendo al hijo del propio abogado de la CGT que comanda la indomable Aerolíneas Argentinas, nadie sabe aún la razón por la cual en Brasil ya se encuentran en condiciones y hasta pintados cinco de los aviones que Embraer le vendió a la empresa (aunque vendrían algun día, en apariencia, a nombre de Austral) cuando, en el país, la gente queda colgada en los aeropuertos porque no hay equipos suficientes para cumplir con los servicios.

Frente al kirchnerismo acérrimo, el Peronismo Federal empieza a recoger lisiados, heridos, malhumorados o maltratados. O en vías de serlo. Ya se lanzó a la campaña, como radicales y otros, el esquema oculto al proyecto se basa en una garantía de tiempo: sólo cuatro años de futuro gobierno. Lo que podría resultar una conveniencia para los que suponen que los Kirchner son una dinastía sine die. Sea Duhalde o Reutemann por razones de edad, o una eventual sociedad con un Cobos limitado por la Constituciones, quien ahora aparece todos los días en los medios. Desde sus distritos, acompañarían Francisco de Narváez y Mauricio Macri. Esos cuatro años, imaginan, serían suficientes para devolverle al país algunos elementos básicos que resolverían preguntas sencillas: ¿por qué las inversiones van a Brasil si este país crece igual que la Argentina? Ahora encabeza Duhalde una transición de pocos meses para ver si decola, ya que parece aquel avión de Howard Hughes que nunca llegó a volar. No le faltarán recursos para esta iniciación de ayer. Es un dato. Y en el caso de que no despegue, a Reutemann más de uno lo sospecha decidiendo su futuro hacia el primer trimestre del año próximo, siempre y cuando se consume una aclamación –finalmente, los deportistas se doblan con este tipo de situaciones– que lo impulse a competir como número uno o número dos. Entonces, todavía, puede haber más recursos. Aunque no se trata de romper muchos huevos, como parece hacerlo Néstor, la sabiduría del cocinero consistirá en ubicarlos correctamente en la sartén: deben consumirse en la primera vuelta, tal vez con una falsa unión democrática; caso contrario, la tortilla se la seguirán comiendo otros.