Las primeras instituciones representativas democráticas se remontan a la “Asamblea” de los antiguos atenienses, y luego encontramos en la Edad Media lo que se comenzó a llamar “Parlamento” que era la reunión de nobles, ciudadanos y miembros del clero, que solamente se constituía cuando la convocaba el rey.
Estos antecedentes de nuestra actual Legislatura o Parlamento difieren bastante en sus funciones y composición, pero son los primeros atisbos de participación. La función de un Parlamento como instrumento institucional en el seno de la democracia, es garantizar la pluralidad, la representación de distintos actores, y también de contralor, por ejemplo del Poder Ejecutivo.
Como todos los años, el 1º de marzo tiene lugar la apertura ordinaria de sesiones legislativas en paralelo en el Congreso Nacional, la Provincia de Buenos Aires y la Legislatura porteña; un ritual que se sucede, y que acapara la atención de los medios de comunicación, porque es allí, en ese contexto donde se producen los discursos ejecutivos, tanto del Presidente, como de la gobernadora en la Provincia de Buenos Aires, marcando los ejes de la gestión, y con un elemento particular, un año electoral. Las expectativas, definiciones y dónde estará puesto el foco de atención, son señales que se dejan leer a través de las alocuciones.
En este escenario, es interesante reflexionar sobre los pesos y contrapesos del poder legislativo, sin dudas un instrumento esencial de nuestro sistema democrático, terreno donde los debates en torno a proyectos cobran relevancia, y esta parte tan característica de la actividad parlamentaria, que es el proceso de sanción de una ley adquiere relevancia en los medios de comunicación, como excepción y no como regla.
Los vínculos entre periodistas y legisladores transitan diferentes andariveles, la información se transforma en un factor clave, y los vínculos de confianza resultan ser neurálgicos, para obtener muchas veces información calificada, muchas veces se surfean las tensiones que son propias de espacios de poder. En este punto resulta oportuno revisar también cómo conviven las agendas, la propia agenda legislativa, y por otro lado la de los medios de comunicación, donde intervienen elementos musicales por poner un nombre gráfico. El ritmo, en primer lugar, difiere el ritmo de los medios que es alto, respecto al Parlamento, necesariamente al intervenir distintos actores, y necesitar la búsqueda de consensos, el ritmo legislativo es un proceso de menor velocidad.
Los consensos son una melodía que es difícil afinar, y sin embargo, es la metodología que asegura la sustentabilidad del sistema representativo, hoy en día es posible observar cuán difícil es la gobernabilidad con posicionamientos antagónicos sin puntos en común, el disenso sano es aquel que permite a pesar de las diferencias, poder asegurar una constru-cción futura.
Un fenómeno contemporáneo, son las “nuevas agendas”, que tienen gran anclaje en la sociedad, como son los temas vinculados al género, y nuevos derechos, impulsados por los colectivos, nuevos actores sociales que han logrado articular demandas y encolumnarse tras ellas, es por ello que el recinto debe ser el lugar de debate, de argumentaciones, porque la participación ciudadana es un elemento fundamental de las democracias modernas, que también se caracteriza por contar con herramientas y canales de comunicación que definen a la misma comunicación como más directa, sin intermediarios.
En la víspera de un año electoral el escenario legislativo tendrá su protagonismo y el desafío complejo de generar los diálogos y consensos necesarios, acuerdos básicos con la impronta de la agenda legislativa, pero también al compás del Ejecutivo que marca el paso y pone temas en discusión que elevarán la temperatura en el hemiciclo de poder, un ajedrez de tiempos, movimientos y expectativas.
*Presidente de la Cumbre Mundial de Comunicación Política.