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Humores presidenciales

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No hay dudas de que una salida transitoria o permanente del mando presidencial estimula el ánimo y mejora la salud de las personas. Basta con observar la sonrisa aliviada de Barack Obama y la expresión estreñida de Donald Trump para certificar la validez de la afirmación, que también se verifica en el ámbito local. En el curso de un año, sin juzgar lo mucho que hizo para no cumplir sus promesas de campaña (hecho que convierte a Daniel Scioli en una especie de León Trotsky local, un profeta desterrado), Mauricio Macri fue operado, tiene cara de mal dormido, y ya no alza a su hija Antonia para las fotos ni sienta al perro Balcarce a regentear el país o mearlo desde el sillón de Rivadavia. En cambio, Cristina, que nos tenía aburridos con sus discursos de maestra ciruela, ahora, despejada del ejercicio perpetuo de la proclama de la verdad, y perseguida y acorralada de veras (con o sin causa), supo extraer, de la colección de carteras Hermès que tanto le criticaba la oposición que ahora admira el buen gusto, la finesse y el gasto de doña Awada, las pruebas de un humor que la vuelve bastante disfrutable. Los videos donde se registra cumpliendo con las exigencias del juez Bonadio tienen la correcta resolución de estos tiempos de altas y efímeras tecnologías, pero además cuentan con el delicioso agregado de grabarse parodiando el estilo pretendidamente incisivo de las notas que le tiraba encima el programa de Lanata, con el periodista como protagonista absoluto. Siguiendo el fomato hasta el principio de los tiempos de la farsa del periodismo de investigación, sólo le falta la voz de José de Zer diciendo: “¡Seguime chango!”. Y sus declaraciones ante el secretario de ese mismo juez vuelve a poner en escena un valor perdido en la cultura local: la ironía, que es recurso de los dotados de lenguaje cuando los tiempos se les vuelven adversos.