No es inocente –nunca lo es– modificar una imagen con el objeto de dar a los destinatarios una idea errónea, cambiar el eje de su observación, hacer de ella poco menos que un editorial a favor o en contra de personas o situaciones. Este tema iba a ser objeto de tratamiento por quien escribe la semana pasada, pero las inquietudes expresadas por dos lectores sobre otros tantos temas publicados por PERFIL obligó a postergar siete días su desarrollo, en esta despedida del año.
El disparador para estos comentarios –que persiguen como objetivo el alertar a los lectores de este diario y consumidores de otros medios– es la fotografía que registró un encuentro entre el jefe del Frente Renovador, Sergio Massa, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. En esa reunión, sobre la mesa que rodeaban ellos y colaboradores de ambos, reinaba en primer plano una suculenta bandeja con piezas de sushi. Por dos razones complementarias, el plato fue eliminado de la imagen mediante Photoshop, de manera burda y evidente: una de esas razones, se dijo, fue que los bocados japoneses remiten, aún hoy, a funcionarios del gobierno de Fernando de la Rúa; la otra, más razonable, que en tiempos de estrechez económica para millones de argentinos, un platillo tan sofisticado no aportaba buena prensa. Y bien: lo cierto es que la foto trucada llegó a las redacciones temprano, y algunos portales la publicaron sin más y la mantuvieron así hasta que ya no pudieron ocultar la verdad cuando se dio a conocer la foto original. Fue, por cierto, un grave –muy grave– acto de desprecio por dos de las patas sobre las que se asienta la excelencia periodística: la ética profesional y el rigor en la administración de los datos.
Cuando ambas fotos treparon a las redes sociales se transformaron rápidamente en un fenómeno viral, objeto de ironías y críticas. No era para menos: a los habitantes de este mundo nos agreden lo suficiente como para estar curtidos con este tipo de maniobras, que no son otra cosa más que manipulaciones tendientes a capturar la atención y la intención de las audiencias. Hace algunos años, por poner un caso bien argentino, el matutino Clarín publicó la supuesta foto de una Nilda Garré vestida con ropa de fajina guerrillera, cuando en verdad sólo fue un fotomontaje: se le puso su cara al cuerpo y postura de la revolucionaria cubana Vilma Espin. No es el único ejemplo digno de ser mencionado:
Es célebre el fotomontaje en el que aparecieron juntos Adolfo Hitler y Francisco Franco en una situación que nunca sucedió.
También lo fueron numerosas imágenes tomadas en distintos momentos de la historia soviética, particularmente cuando gobernaba Josep Stalin: acompañantes de éste o sus ministros fueron suprimidos de las fotos o agregados a ellas, según las simpatías o condenas del jefe.
En 2007, la revista Paris Match eliminó con Photoshop los “salvavidas” que engrosaban la cintura del entonces presidente Nicolas Sarkozy.
Recuerda el sito Quesabesde.com. “Polémica donde las haya, la fotografía pésimamente editada del libanés Adnan Hajj, free lance que trabajaba para la agencia Reuters, dio la vuelta al mundo y se llevó la carrera del informador por delante. Hajj retocó en 2006 la imagen de un Beirut humeante tras un ataque israelí haciendo más negro y abundante el humo de los incendios”. El reportero fue despedido al comprobarse su manipulación y Reuters debió pedir disculpas a sus abonados y al público.
En PERFIL se mantiene una política que pocas veces se viola (han ocurrido casos en que sí, y ello dio origen a polémicas internas muy interesantes), fundada en el manual de estilo Cómo leer el diario, cuya normativa acerca de la edición fotográfica es clara y contundente. Por cierto, esa foto de Massa-Frigerio-Sushi no fue publicada por este diario con la modificación expuesta. Sin embargo, es bueno que los lectores se mantengan atentos, sobre todo en estos tiempos en los que la llamada “grieta” parece haberse ensanchado y los operadores oficiales y oficiosos de uno y otro bando (progobierno y opositores) juegan sus cartas a veces desembozadamente.
Firmas. Este ombudsman se siente obligado a insistir ante los editores de distintas secciones para que cumplan con la regla de encabezar cada texto superior a los mil caracteres con la firma de su autor/a. En los últimos tiempos, se nota una resistencia notable a hacerlo, particularmente en algunas áreas. Para ejemplificar: ayer, dos notas de la sección Espectáculos fueron firmadas con iniciales, cuando esto sólo es aceptable si otros textos llevan el nombre completo. D.G.T. (página 2) y M.O. (página 5) corresponden, curiosamente, al editor y a la editora jefa de la sección, Diego Grillo Trubba y Marita Otero. En Sociedad, página 36, C.F.E. (Clara Fernández Escudero, subeditora) acompaña en la firma al redactor Claudio Corsalini. Y en Protagonistas, página 49, E.I. debe ser leído como Ernesto Ise, editor jefe de la sección.