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Meritocracias

Imperio y víctima

El actor fue procesado por fraguar la puesta en escena de un crimen de odio.

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Jussie Smollett | CEDOC

Jussie Smollet es un actor conocido por interpretar a Jamal Lyon, un músico gay en la serie Imperio. Hace unos años Jussie declaró que era gay y llevó su historia personal a los programas de tevé: “Me visto, sí, pero nunca tuve clósets”, le dijo a Ellen DeGeneres. Pero a fines de enero Jussie contó que había sufrido un ataque homofóbico y racista a manos de dos hombres blancos con máscaras de ski, que lo golpearon al grito de “MAGA country!”, dejándole una soga al cuello. Las redes estallaron: ¡Un linchamiento moderno!, ¡protejamos a nuestro putos morochos! En una entrevista, Jussie se emocionó: “Gracias por su cariño. Solo quiero decirle a ese niñito negro gay: tú también eres fuerte. Quiero que sepa que yo luché, que me defendí, y que lo hice por él”. Días antes, las oficinas de Fox habían recibido un paquete dirigido a Jussie con un extraño polvo blanco, deseándole la muerte. El remitente era inequívoco: MAGA, el slogan de los seguidores de Trump.

“Si hubiera dicho que mis agresores eran mexicanos o árabes, creo que la gente que duda de mí me habría apoyado”, declaró Jussie. No quiso entregar su teléfono, pero confiaba en que al menos una cámara habría captado a sus agresores. “Quiero que encuentren ese video. Para que vean que digo la verdad, y que me defendí”, dijo entre lágrimas.

El actor fue procesado por fraguar la puesta en escena de un crimen de odio

El video apareció: analizando las llamadas, la policía de Chicago encontró que Jussie había contratado a dos hermanos nigerianos para que le pegaran en la calle; eran extras de Imperio y tenían un cheque por 3.500 dólares de puño y letra de Jussie. El actor fue procesado por fraguar la puesta en escena de un crimen de odio para avanzar en su carrera; según la fiscalía, quería mejorar su salario en la siguiente temporada de Imperio. Trump aulló en Twitter, llamando racista a Jussie. En una cultura donde ser víctima es una forma de meritocracia, no es raro que el soberano del Imperio haga el rol del psicópata.