Fue la crónica de un procesamiento anunciado. En el oficialismo, la novedad no sorprendió a nadie; en la oposición, tampoco. El caso del vicepresidente de la Nación doblemente procesado por la Justicia es algo que nunca se había visto en la turbulenta historia institucional de la Argentina. A partir de ahora, la defensa política de Amado Boudou se hará más insostenible para muchos de los funcionarios del Gobierno que aspiran a competir por cargos electivos en 2015.
La humillación a la que debió someterse el vice en la sesión del miércoles pasado durante la cual el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, dio su informe ante la Cámara Alta, fue impactante. Ello no sólo fue producto de las críticas que recibió de parte de los legisladores de la oposición sino también de la falta de defensa que de su persona hubo desde la bancada oficialista. Es en ese ámbito legislativo donde se respira un clima enrarecido. En varios despachos del Congreso hubo quienes advirtieron la inminencia de este dictamen cuando leyeron en los diarios que el Gobierno había decidido impulsar el juicio político a Claudio Bonadio, que es el juez federal de esta causa.
En realidad hay mucho más que eso. Boudou nunca fue muy querido dentro del Senado por el kirchnerismo. Uno de los que más ha expresado esa realidad ha sido el jefe del bloque K, Miguel Pichetto. Pichetto, cuyo proyecto político pasa por su candidatura a gobernador en la provincia de Río Negro en 2015, siente que la Presidenta es ingrata con él y que no tiene una adecuada valoración del costo político que significa para los integrantes del bloque tener que llevar adelante las sesiones bajo la presidencia de Boudou.
La causa por la cual lo procesó el juez Bonadio encaja perfectamente en el concepto de lo que en el lenguaje popular se define como “trucho”. Toda la historia del auto con papeles falsos es propia de alguien acostumbrado a transitar por ese submundo en donde la norma es vivir al margen de la ley.
Lo ocurrido el miércoles en la sesión destinada a escuchar el informe que debe brindar mensualmente el jefe de Gabinete ante los senadores, fue una muestra de estilo de conducción de Cristina Fernández de Kirchner, mucho más emparentado con la obediencia debida que con el consenso.
Hasta la tarde del martes, la orden presidencial era que Boudou estuviera ausente. El motivo para justificar esa ausencia era el viaje del vicepresidente hacia la ciudad de Bogotá. Por eso se había tomado la determinación de postergar en una semana la exposición de Capitanich. Cuando el martes por la tarde Pichetto recibió la comunicación de la contraorden de la Jefa de Estado se sintió molesto y, obviamente, ninguneado. Su cara de fastidio durante la sesión lo dijo todo.
La Presidenta, por su parte está enfrascada en su nueva épica: su guerra contra los fondos buitre. Animada por el repunte que su imagen ha tenido en varias encuestas, ha decidido dar todas las batallas posibles. Es en ese ámbito del relato donde se siente más cómoda.
El universo de los enemigos incluye hasta ahora al juez Thomas Griesa, al Bank of New York Mellon y al gobierno de los Estados Unidos. Para llevar adelante esta patriada ha encontrado un ladero perfecto: Axel Kicillof. Además, se ha visto ayudada por las últimas actitudes del magistrado neoyorquino quien, al dedicarse a responder las solicitadas y los dichos del Gobierno, ha contribuido a darle a esta contienda un aire de cruzada.
Es necesario recordar un memo en que el estudio de abogados que representa a la Argentina –Cleary, Gottlieb, Steen & Hamilton– aconsejó al Gobierno ir al default para después intentar una reestructuración de la deuda a través de un cambio de sede de pago, con el objetivo de sacar la operatoria de canje y pago de los bonos de la jurisdicción de Nueva York y dejarla así fuera de la órbita de la Justicia de los Estados Unidos. Es claro que la Presidenta y el ministro de Economía se han inclinado por esta variante, que implica un desconocimiento del fallo de Griesa.
Más allá de la épica, en el empresariado existe una preocupación real y creciente sobre los efectos negativos que la prolongación de esta situación tiene y tendrá sobre la economía argentina. Cuando Eduardo Eurnekian decidió revelar los detalles de la negociación que un grupo de hombres de negocios está llevando adelante con los holdouts, intentó poner en marcha una propuesta cuyo origen se atribuye a la jefatura de Gabinete. Así como el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, lo intentó con los banqueros, Capitanich lo hizo con los empresarios, entre los que la idea se consideró de dudosa viabilidad y, por ende, entusiasmó poco. ¿Cómo y cuándo nos devolverán ese dinero?, es la pregunta que se hacen los llamados a colaborar con su aporte.
En el mundo empresarial el horizonte no augura momentos buenos. La larga y poco sustanciosa perorata de Fernández de Kirchner en su “Aló Presidenta” del jueves, los dejó tan preocupados como otras tantas. Hubo allí inconsistencia de cifras y anuncios redundantes que no harán otra cosa que aumentar el gasto público y ahondarán el déficit fiscal, causa primaria de la inflación. Es ese el camino elegido por la Jefa de Estado, con la esperanza de que Kicillof sea el albacea político de un relato que cada vez más se encuentra enfrentado con un enemigo implacable: la realidad.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.