La información es necesaria para la toma de decisiones; y cuanto mayor sea la calidad de esa información, mayores serán las probabilidades de que las decisiones tomadas sean correctas. Aplicando esto a los resultados electorales de las últimas décadas, debe concluirse que algo falló en la información que se brindó a los ciudadanos, dado el estancamiento económico y los crecientes niveles de pobreza que nos fueron dejando, al final de sus mandatos, las diferentes fuerzas políticas triunfantes en esas elecciones. Y en esto algo ha tenido que ver un periodismo que brinda información inadecuada e insuficiente. Un periodismo que en lugar de instruir sobre las políticas necesarias para remover los obstáculos a un desarrollo económico creador de riquezas y empleos genuinos, insiste en mensajes triviales que dejan intactos preconceptos instalados en nuestra cultura política, como el de pensar que no es necesario preocuparse por los recursos porque somos un país rico, y que la tarea de la política se reduce a distribuir beneficios y reconocer nuevos derechos.
A contramano de ese periodismo que oscurece la realidad con superficialidades y egocentrismos, acaba de registrarse un acontecimiento digno de destacarse: en un mismo fin de semana tres medios gráficos diferentes publican artículos de tres analistas distintos, los que bien podrían constituir las bases para un periodismo que ayude a la formación de los ciudadanos y así dejar atrás nuestros fracasos.
El diagnóstico: el artículo de Gustavo González (PERFIL 17-02), y su título La Argentina boba parecen remitir a Carlos Nino quien en Un país al margen de la ley describe los efectos dañinos de una anomia boba. González desnuda varios de los vicios del periodismo fácil: 1) habla de una “Anestesia informativa” que lleva a una “simplificación permanente (que hace) más sencilla la tarea periodística, aunque también más deslucida e inexacta”; 2) denuncia “un acuerdo de mutua conveniencia” con “Un mercado bobo generado por una demanda que divide al mundo entre buenos y malos y una oferta que le vende una realidad en blanco y negro”; y 3) alerta que “Abonar al anestesiamiento del sentido crítico de la sociedad puede abrir las puertas de aquel reino serratiano de los ciegos”.
Deberes de un buen periodismo: Carlos Yárnoz (El País 17-02) afirma que “El periódico debe separar nítidamente información y opinión”. Nuestro periodismo insiste en divulgar los hechos ya deformados con su propia interpretación: buscando acomodarlos a su idea de cómo debiera ser la realidad; poniéndose en el centro de la escena como un oráculo griego; o dándole un cariz emotivo con el cual cautivar al ciudadano. Todo menos ayudar a la formación cívica del ciudadano; ya bombardeada por las “fake news” de las redes sociales.
Un periodismo formativo: Eduardo Fidanza (La Nación 16-02) completa esta saga de aportes al analizar la realidad con un enfoque que privilegia los temas de fondo, en lugar de alimentar las grietas que solo benefician a los principales contendientes. Así, frente a “una campaña electoral parecida a un certamen deportivo entre dos colosos” denuncia “Un enorme aparato mediático y político” que busca “escenificar la gloria o el infierno” y en el cual “La relevancia la acapararán los atributos de los candidatos, las acusaciones, las réplicas, los golpes de efecto”, lo que lleva a “que la discusión de los problemas estructurales del país pase a segundo plano”. Y señala que esos problemas son “déficit fiscal, inflación, emisión monetaria, aumento del gasto público, desequilibrio del comercio exterior, magnitud de la deuda, depreciación de la moneda”.
Si los medios de comunicación tomaran nota de estos análisis, los aportes del periodismo a la formación política de los ciudadanos se incrementarían notablemente, influyendo así en las decisiones electorales que podrían cambiar el rumbo descendente de nuestra historia.
*Sociólogo.