COLUMNISTAS
BASES DE LA RECUPERACIÓN

Industrias industrializantes

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Desde siempre. Exportaciones primarias. | cedoc

Según el geopolitólogo Alberto Hutschenreuter, “el mundo continúa siendo un gran territorio donde predominan los Estados”. Preeminencia actualizada por lo que llama “nacionalismo de vacunas”, un “activo estratégico”, cuya capacidad de fabricación es fuente de prestigio y “poder suave”. Antes asistimos al nacionalismo de los insumos, y se llegó a secuestrar equipamiento en viaje. Ambas cosas muestran un camino. No solo las vacunas de origen ruso o chino, sino también las que son llamadas por el nombre de los laboratorios, en una suerte de “contrabando ideológico”, tienen innegables vínculos con los Estados: alemán, estadounidense y británico.

Todo el desarrollo de la pandemia y el caos vivido en muchos aspectos fue la ratificación de la necesidad de planificar a partir de los Estados Nacionales, la economía y la política. Sin ello tampoco es posible hacer políticas de salud.

El canadiense Leo Panitch, uno de los críticos más lúcidos del capitalismo en los últimos cuarenta años, afirmaba que, luego de la crisis del dólar y el petróleo, a mediados de los 70, el mundo nunca retomó las tasas de crecimiento de los veinte años anteriores, básicamente por haber renunciado a planificar: entre otras cosas, qué, cómo y dónde invertir dentro de los países.

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La imprescindible recuperación del sector industrial, que provea, por ejemplo, insumos médico-hospitalarios, como lo fue su edificación misma en el mundo desarrollado, no puede quedar librada a las fuerzas espontáneas del mercado. Tampoco se puede cometer el error, ya sucedido en la Argentina, de comenzar por la industria ligera, de trabajos peor pagos y demandantes de divisas. Se debe priorizar la producción de bienes de capital o “las industrias industrializantes”, conforme una acertada expresión acuñada en los 60 por del economista francés Gerard de Bernis, recuperada recientemente por el profesor e investigador (UBA/Conicet ) Andrés Musacchio.

Las “industrias industrializantes” son el soporte del resto de la industria. Solo transformando la estructura industrial desde la base se puede generar un crecimiento “autocentrado”, en términos de Samir Amin, “desconectado” de los avatares del precio de algún producto primario.

La clave del desarrollo pasa a ser entonces fijar prioridades productivas, como lo entendió entre nosotros el más destacado exponente del desarrollismo, Rogelio Julio Frigerio, quien además llevó esto a la práctica junto con Arturo Frondizi.

Frigerio identificaba, del mismo modo que De Bernis y Amin, entre las “industrias industrializantes” a la producción de equipamiento y máquinas, motores, química pesada y petroquímica para producir plástico y fertilizantes, estos últimos claves para la productividad del agro. El sector de la energía es también crucial para proveer en abundancia al desarrollo industrial.

Las crisis desatadas por la pandemia, al igual que las tres grandes crisis del siglo XX –las guerras mundiales y la crisis del 30–, han devuelto al primer plano al “espacio de la necesidad”, la configuración territorial e institucional que conocemos como Estado nacional, con su poder regulador y ordenador, en contraste pendular, conforme la gráfica imagen de García Linera, con el ámbito de “intercambiabilidad planetario”, que, para los países subdesarrollados, refiere como marca indeleble al modelo agroexportador.

La Argentina, como hace más de un siglo, exporta centralmente productos con bajo valor agregado e importa productos industrializados, no todos necesariamente de tecnología de punta y muchos de los cuales se podrían producir aquí con políticas adecuadas. Esto significa oportunidades de trabajo digno y ahorro de divisas. No es un secreto, pero pasan los gobiernos y la meta no se alcanza. Algunos agravan la primarización, otros a lo sumo la moderan, pero el cambio estructural continúa pendiente.

*Director Centro de Estudios para el Desarrollo (Cepade).