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Inflación como ‘seguro de desempleo’

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El viernes, el Indec dio a conocer los peores datos económicos de la era K. Informó que la producción industrial de marzo cayó 6% respecto del mismo mes del año anterior y completa su octavo mes consecutivo de caída. Las exportaciones también cayeron: 16% a pesar de la devaluación. Faltan conocer los datos oficiales de PBI y de consumo, pero el estudio de Orlando Ferreres anticipó que en el trimestre enero-marzo el crecimiento del producto bruto será negativo, bajando 0,5%.

Hacia atrás, la caída del salario real acumulaba a febrero 5,6%, y en marzo se acercará al 10%. Las paritarias 2014 no mejorarán la situación hacia delante porque los aumentos serán, en promedio, también casi 10% menores que la inflación. Caló y otros gremialistas explican que en las paritarias priorizan el mantenimiento de los puestos de trabajo: en Córdoba, las automotrices ya comenzaron con suspensiones de personal. Moyano prioriza su posicionamiento barrabrava y, al grito de “si tocan a un camionero, paramos el país”, bloqueó Techint por el despido de 18 trabajadores de una empresa de transporte subcontratada.

Pero más allá de las demostraciones de fuerza está la realidad. Ante una recesión o caída brusca del crecimiento en cualquier país que por el motivo que fuera no se pueda endeudar más, habrá una directa relación entre nivel de compra del salario y nivel de desempleo. Se reduce el primero o crece el segundo. Al final de la convertibilidad no aumentaba la inflación, pero aumentaba el desempleo (como sucede en Europa con su crisis). Hasta ahora no aumentó el desempleo, pero aumentó la inflación (más que los sueldos). En cualquier caso, se retroalimentará la caída del consumo porque la suma de los sueldos recibidos por el total de la población en términos reales será menor (menos empleados con mayor sueldo, o más empleados con menor sueldo).

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En un país como la Argentina, sin seguro de desempleo (como sí hay en Europa y Estados Unidos), parece resultar más democrática, solidaria y tolerable –frente a una crisis– una reducción del poder de compra de los salarios registrados que un aumento del desempleo.

El mayor error conceptual social de la convertibilidad fue no ponderar que en la Argentina las personas no cobraban seguro de desempleo. Los que en el año 2000, pre default, tenían empleo registrado no sufrían la crisis, pero los que se quedaban sin empleo la padecían tremendamente. Duhalde, con su megadevaluación, les bajó el sueldo a la mitad a quienes tenían trabajo para generarles empleo a muchos desocupados algunos meses después.

Estanflación. Ayer la tapa de PERFIL llevó en su título principal la palabra “estanflación”, que significa estancamiento del crecimiento (o, según algunos estudios económicos, directamente caída) con aumento de la inflación, y que es causa y consecuencia de una inflación que aumenta más que los salarios.

La palabra “estanflación” fue acuñada por Iain McLeod, ministro de Economía inglés que en 1965, dirigiéndose al Parlamento de su país, dijo: “Ahora tenemos lo peor de ambos mundos: no sólo inflación por un lado o estancamiento por el otro, sino ambos juntos. Tenemos una especie de ‘estanflación’”.

Pero en las dimensiones argentinas hay escenarios peores. En nuestro caso, sería que además de que la inflación aumentara más que los salarios, también aumentara significativamente la tasa de desempleo. Allí se llegaría a una recesión severa, sin que siquiera esa contracción detuviera el aumento de la inflación.

La convención indica que para que técnicamente haya recesión se requieren dos trimestres consecutivos de caída; para algunos estudios económicos, como el de Ferreres, ya estamos en esa situación. Pero, más allá de las denominaciones, lo cierto es que el consumo cae, se teme que pueda caer más, y después de atravesar un enero traumático todavía hay miedo de que la situación empeore.

Mundial. Las empresas de ventas de electrodomésticos apuestan a vender todo lo que puedan hasta el Mundial de Fútbol; después, nadie sabe. Las de autos ya dieron por perdido el año, con caídas de ventas del 20% (y en casos extremos, hasta del 40%) del total de unidades. Y no pocos economistas opinan que estamos atravesando el mejor trimestre del año (abril-junio) en lo que hace a tranquilidad cambiaria, porque cuando se termine de liquidar la mayoría de las exportaciones de la soja, otra vez volverán las turbulencias.

Pero también hay pronósticos optimistas, que sostienen que después del Mundial se sentirían algunos efectos de un mejoramiento de la relación con los mercados financieros internacionales y comenzarían a venir inversiones y préstamos que estirarían la paz cambiaria y el margen de maniobra del Gobierno.

Por lo pronto, poco después del Mundial, el 19 de julio, llegará a la Argentina el presidente de China, Xi Jinping, para lanzar la mayor inversión extranjera actual de su país, y la mayor de cualquier otro país, en la Argentina, 6.800 millones de dólares: un tercio para la modernización del tren Belgrano Cargas y dos tercios para la construcción de las “famosas” represas en Santa Cruz que llevan el nombre de Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, que se harán en conjunto con la empresa argentina Electroingeniería. Pero, más allá de la controversia política, ingresaría al país aproximadamente la mitad de esos 6 mil millones de dólares para inversiones a realizar en nuestro territorio; la otra mitad sería para financiar la compra de turbinas y vagones fabricados en China.

El canciller chino Wang Yi estuvo esta semana preparando la visita de su presidente, quien llegará a la Argentina después de participar en Brasil de la cumbre de países del BRIC, que además integran Brasil, Rusia e India.

Dilema. El comienzo de una estanflación puede ser un interregno donde los costos de un cambio no sean mayores que sus beneficios. Si se aplicara el tratamiento clásico –se contrajera la oferta monetaria y se redujera el gasto público– subiría el desempleo y la recesión se agudizaría. Y al revés, si aumentaran la oferta monetaria y el gasto público, la inflación se espiralizaría, aumentando también el desempleo.

Frente al dilema y un gobierno que se va dentro de un año y medio, lo más probable es que termine administrando el grado de estanflación sin dejar que el estancamiento o la caída controlada se transforme en una grave recesión, pero tampoco animándose a instrumentar un plan integral que, aun con costos iniciales, resuelva el problema.